domingo, 11 de enero de 2009

NOVELADO FIDEL CASTRO

Las palabras y los muertos, Premio Internacional Mario Vargas Llosa, Universidad de Murcia, calificaría dentro de la novelística del dictador. Una novelística que parecía agotada en Latinoamérica, que es donde el subgénero había prosperado significativamente con obras señeras como El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez, El recurso del método, de Alejo Carpentier, Yo, el Supremo, de Augusto Roa Bastos y El Gran Burundún Burundá ha muerto, de Jorge Zalamea.
Agotada no sólo por la excelencia abarcadora de los robustos cuerpos narrativos mencionados, sino también por la época presente, una donde no habría cabida para los grandes dictadores del pasado. Pero hete aquí que en una ínsula nombrada Cuba ha reinado por medio siglo un mismo hombre, y curiosamente sin embargo esa cosa, ese reino excepcional en el presente de nuestros patios hemisféricos no había sido aún novelado, y justo eso es lo que hace Amir Valle con Las palabras y los muertos: narrar esa excepcionalidad, la excepcionalidad y su entorno.
Mario Vargas Llosa, que sabe de lo que habla, ha dicho de esta obra en carta dirigida al autor: "La novela es excelente y me siento honradísimo por tu generosa dedicatoria. Como sabes de sobra, todo lo que toca a Cuba me afecta de manera muy especial. Mucho temía que, al escribir sobre un tema que te toca tan de cerca, tu novela fuera un ensayo político disfrazado de ficción. Afortunadamente, no es nada de eso. La historia interesa por sí misma y de ella transpira, como en las mejores novelas comprometidas, una visión crítica que es ética y cultural antes que política. Se lee con interés, expectativa y, por momentos, con un humor que descarga la insoportable y opresiva tensión".
Con motivo de Las palabras y los muertos, MartíNoticias.com entrevistó a su autor, el cubano Amir Valle, quien cuenta con una extensa obra crítica, ensayística, periodística y narrativa. Labor que por otra parte ha sido reconocida con varios premios literarios a nivel internacional. Desde el frío de Berlín, donde vive exiliado, estas fueron sus respuestas.
MN. ¿Cómo logró el distanciamiento necesario para construir un personaje de la índole de Facundo? Alguien que por una parte es francamente detestable por su sometimiento a Fidel Castro y que, por la otra, es en sí mismo la denuncia más eficaz en contra de lo ocurrido en Cuba en este medio siglo?
AV. Facundo es, en la pura realidad, un ser detestable a quien, por razones familiares, conozco. Desde niño me chocó ver cómo le hizo ver a su familia que su vida estaba destinada a la fidelidad hacia un hombre: Fidel Castro, y puedo decirte que si algo no me satisface de la novela es que me vi obligado a dejar fuera las miles de porquerías que este hombre le hizo a su mujer y a sus hijos por ser fiel al que, también en la realidad, consideró un ser con poderes divinos.
Es decir, no hay mérito en ese distanciamiento. Sería mejor decir que es la novela en la cual me desquito de muchas cosas que seres humanos como Facundo nos hicieron a varias generaciones de cubanos, por la estúpida ceguera con la cual han seguido a un manipulador como Fidel Castro. Fíjate que la novela, en su primera versión, se llamó Elogio de la estupidez.
Pero sí, como bien dices, descubrí mientras escribía que simplemente contar esa ceguera se convertía en un arma poderosa para desnudar esa lepra ilusoria que Fidel Castro todavía sigue transmitiendo a unos cuantos ingenuos de este mundo.
MN. ¿En algún momento de la escritura no llegó a sentir temor de que el lector, espantado, dejase de leer la novela (me refiero, claro está, sobre todo al lector-víctima, al cubano en la isla o en el exilio) al creerla complaciente con la figura de Fidel Castro, antes de llegar al punto de la narración en que pudiera percatarse de que la vida misma de Facundo, su pequeño mundo interior basado en la adoración del amo, es hasta el presente la más formidable estocada literaria dada a la imagen que cuidadosamente Castro se había construido, invirtiendo cuantiosos recursos en una eficaz maquinaria intelectual-propagandística, para pasar a la posteridad como patriota impoluto frente al imperio en un país de gente floja?
AV. Me llama la atención que utilices esa frase: "gent floja", pues en varias de las anécdotas que recogí para hacer esta novela esa frase se repetía en muchas variantes, siempre dicha por Fidel Castro: "país de flojos", "tierra de blandengues", "país de demócratas de pacotilla", "pueblo de ovejas", y la más reciente: "país de putas letradas".
Si te fijas, es curioso cómo la gente del pueblo conserva esas historias que muestran a un Fidel Castro distinto a ése que se para en las tribunas a hablar demagógicamente de un "pueblo heroico", "digno", del cual él mismo se ha burlado todo este tiempo. Por eso, te confieso, no sentí temor: tú eres escritor y sabes bien que a veces uno siente una voz que te va guiando, que te va diciendo que sigas escribiendo, incluso cuando tú no estás de acuerdo con el rumbo que toman las cosas.
Debo decirte que esta es una de las novelas que más inconforme me han dejado. No me gusta. Pero casualmente, hace unos años, descubrí que los cuentos y las novelas que a mí no me gustaban eran las que más resonancia tenían a nivel literario. Por eso, a pesar del riesgo, siempre me dije que lo importante era terminar la novela.
Y fíjate que la primera versión la terminé en agosto del 2004, y la segunda y definitiva, en octubre del 2005, y la entregamos a la editorial Seix Barral un año antes de que Fidel Castro cediera el poder. Mucho de lo que hoy está sucediendo ya estaba en la novela. El mérito no es mío: yo recogí esas historias de la gente de mi país. La conclusión que saco: el pueblo siempre sabe lo que está sucediendo y puede incluso adivinar el futuro, pero por alguna extraña razón histórica prefiere no utilizar esa maravillosa intuición.
MN. ¿Alguna vez estuvo cerca de Fidel Castro? ¿Qué impresión le causó?
AV. Han sido unas cuantas las ocasiones en que he tenido a Fidel Castro cerca. Sobre la impresión, no se puede mentir: uno primero se acerca a él ya con la mente envenenada por esos cuentos que te han hecho desde niño de que se trata de un ser sobrenatural.
En mi familia se le conoce a Fidel Castro desde que era niño porque los Valle eran una familia muy respetada por sus valores de defensa de los pobres en tierras de Mayarí, Guaro, Birán, y tengo familiares que jugaban con los Castro (Ramón, Fidel y Raúl) cuando eran muchachitos.
Eso te crea una ceguera. Pero yo me hice periodista y quería decir cosas. De modo que cuando empecé a chocar con la censura, acudí inocentemente a todos los lugares establecidos para defender mis derechos y fui notando que todos los hilos de la censura nacían de la mismísima oficina de Fidel Castro. Los que hemos hecho periodismo en Cuba (formando parte de eso que Fidel Castro llamó "Ejército Ideológico de la Revolución"), y muchos intelectuales, sabemos que él ha sido siempre el gran censor, y por eso me resulta ofensivamente criminal que en los últimos tiempos muchos periodistas e intelectuales estén intentando culpar a simples segundones de algo que saben perfectamente fue generado en las más altas oficinas.
Finalmente, lo he dicho: Fidel Castro es uno de los hombres más satánicamente inteligentes que conozco, y ha utilizado esa inteligencia para cumplir todos sus sueños.
MN. En los predios literarios se escucha una curiosa teoría conspirativa según la cual la amistad a prueba de paredones del escritor colombiano Gabriel García Márquez con Fidel Castro no sería más que una estratagema del primero para un día poder escribir la gran novela en contra del segundo. De haber existido esa oculta e improbable vocación anticastrista del escritor de Cien años de soledad tal vez sería ya tarde para escribir esa gran novela, tarde, por dos razones, es decir por dos libros: Memorias de mis putas tristes y Las palabras y los muertos. Un libro como el primero denotaría que García Márquez está agotado como escritor. Un libro como el segundo denotaría que Ud. se le adelantó. Modestia aparte, qué piensa al respecto.
AV. Empiezo diciendo dos cosas: admiro al inmenso escritor que es García Márquez y respeto su amistad con Fidel Castro. Conozco a muchos de los amigos de García Márquez y estoy convencido de que su amistad con Fidel es real, sincera.
Lo triste de todo es que el modelo de fidelidad que ellos representan no sea respetado por el propio gobierno cubano. Nosotros, por ejemplo, podemos estar en ideologías distintas y ser amigos. Pero uno de los grandes objetos de manipulación de la Revolución (y del socialismo mundial, por extensión) ha sido ese: convertir en enemigo al que piensa distinto.
Creo que lo importante son los valores humanos de una persona y conozco excelentes personas en la más rancia derecha (que supuestamente debe ser lo más retrógrado humanamente hablando), del mismo modo que conozco seres humanos podridos hasta los huesos que militan en la izquierda. Por eso admiro la fidelidad con la cual García Márquez ha defendido su amistad con Fidel Castro.
También pienso que hace ya muchos años García Márquez es un escritor agotado y ojalá decida dejar de escribir porque nadie puede negar que varias de sus últimas obras son realmente obras menores en todos los sentidos. Siempre estará ahí la majestuosidad de Cien años de soledad, El coronel no tiene quien le escriba, Crónica de una muerte anunciada y gran parte de su excelente periodismo.
Y como creo que ya lo único que le queda es seguir escribiendo sus memorias (siempre y cuando se la editen bien), pienso que no podrá escribir esa gran novela que, como dices, muchos pensaron él estaba buscando escribir sobre la vida de Fidel Castro. Pero hay un detalle que no debes olvidar: esa novela no será la gran novela porque estará viciada con su visión cómplice de Fidel Castro.
Fíjate que Las palabras y los muertos no es Mi Novela, es una novela que yo, como simple amanuense, armé, a partir de lo que piensa mucha gente en el pueblo. Estoy seguro de que si yo hubiera escrito Mi Novela sobre Fidel, entonces la novela no habría tenido tanto impacto.
MN. ¿Qué se proponer como escritor para este 2009 que recién se estrena? ¿Qué sitio prefiere para escribir: un bar o una biblioteca?
AV. Estoy terminando una novela que transcurre en los días del Caso Padilla y en los primeros años de este siglo XXI en La Habana. Se llama Los oscuros silencios y los protagonistas somos todos nosotros: los intelectuales cubanos. Es una novela sobre los miedos que nos mantienen atados. Y para escribir ya me he acostumbrado a todo; por ejemplo, a que mientras yo ande metido en los terribles años 70 de nuestro país, mi hijo venga vestido de Darth Vader a preguntarme porqué la espada láser que le compré no suena como esa que usa el malo en Starwars.

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