viernes, 5 de mayo de 2017

PROLOGO A EL SOBERANO ES EL CIUDADANO

Por Mario Ramos Mendez

Como todo en el Caribe, parte de la esencia de nuestro entorno es que todos los encuentros son fortuitos. Tal vez la geografía incida en ello. El tamaño de nuestras islas y la proximidad de unas con otras provocaron un encuentro más. Hace unas semanas me vi con el amigo Faisel Iglesias; hermano cubano y puertorriqueño, pues como dijo la poetisa Lola Rodríguez de Tió:

 “Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas, reciben flores y balas sobre el mismo corazón.”

La sorpresa fue doble, pues con el encuentro del amigo escritor, autor de las novelas El Olor de la Tierra y Que bueno baila usted, esta última sobre ese fenómeno único que es la música cubana, utilizando como protagonista a esa síntesis de la cultura de la más grande de Las Antillas, el inmortal Benny Moré, me enteraba de su recién elaborada tesis sobre el concepto de soberanía. Tesis que presentó con un fácil manejo del lenguaje e enjundia histórica, donde el pensamiento de José Martí se pasea por cada página y es actualizado a los tiempos de ahora cuando la soberanía misma no es el concepto absolutista que se predicaba en tiempos pretéritos.

El libro comienza con un periplo, a manera introductoria, donde analiza la violenta implantación del estado y el derecho en esta parte del mundo y los dos sistemas jurídicos que imperan en las Américas: el Common Law y el de Codificación o Derecho Civil, que de manera pacífica y armoniosa, tanto teórica como en su aplicabilidad, llevan más de un siglo coexistiendo en Puerto Rico. En el caso cubano propiamente, Ignacio Agramonte, según constata Faisel, se inspiró en la Constitución de los Estados Unidos de América, carta que en su bicentenario en 1987 el Papa Juan Pablo II calificó de “documento providencial”, para el cabal “sometimiento del mando militar al poder civil… y que el soberano fuese el ciudadano.” Esta postura de Agramonte no fue algo nuevo, pues como afirma el historiador George Athan Billias en su inmensa obra American Constitutionalism Heard Round the World, 1776-1989: A Global Perspective, la influencia del constitucionalismo de los Estados Unidos alrededor del mundo comenzó con las mismas guerras de independencia en Latinoamérica y se ha extendido por el mundo entero durante todo este tiempo hasta llegar a Kosovo.

Citando a Martí, nos ilustra como el bardo y pensador cubano, pequeño en estatura, pero latinoamericano inmortal ante la historia y hasta mayor que el mismo Simón Bolívar, en palabras de Enrique Krauze, veía en la Constitución de los Estados Unidos un modelo jurídico a seguir, donde el respeto a la diversidad, al derecho de las minorías y a la soberanía del ciudadano son respetados por virtud y mandato de dicha carta fundamental.
El historiador Rafael Rojas, compatriota de Faisel, nos ha dicho en su excelente libro MOTIVOS DE ANTEO: patria y nación en la historia de Cuba, que en el siglo XIX la independencia y la anexión eran la soberanía política idónea para poder anclar la nación cultural. No nos debe de extrañar que ese modelo de gobierno, donde los estados de los Estados Unidos, por virtud de su Enmienda Décima de su Constitución, tienen una soberanía sin igual en cualquier sistema político en el mundo, haya sido el modelo que el actual líder de la Generalitat, Artur Mas, en su reciente visita a los Estados Unidos, haya dicho que es el ideal para Cataluña. Según el político catalán: “Esto quiere decir unos Estados diferentes, como los norteamericanos con poderes y autonomía real, compartiendo una gran federación política”. Esto nos recuerda aquellas lapidarias palabras del Libertador de América, Simón Bolívar, cuando refiriéndose a los Estados Unidos dijo: “… ese pueblo es único en la historia del género humano. Un modelo singular de virtudes políticas e ilustración moral, no obstante que la libertad ha sido su cuna, se ha criado en libertad y se alimenta de libertad.”

Sobre la Revolución cubana, el autor nos ilustra cómo se fue copiando una concepción del estado y el derecho ajenas a nuestra cultura, a nuestro hemisferio, que ni siquiera había conocido los adelantos que le trajo al mundo el iluminismo, el movimiento enciclopédico, en fin la Revolución Francesa y al Pueblo cubano le fue ultrajada su libertad ciudadana por un sistema que aniquila toda expresión artística, cultural e intelectual a menos que esté a favor de sus intereses políticos e ideológicos. El autor cita a Martí para ilustrarnos como éste, desde el siglo 19, había visto los peligros que acarrea para el ciudadano el sistema socialista: “Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados.”
Con fuerte influencia de su autor de cabecera, como lo es José Martí, el autor se pronuncia en términos de que la soberanía recae en el ciudadano. O sea, Faisel trasciende el concepto de soberanía popular de la Revolución Francesa, de la Era Moderna, y consagra un nuevo concepto de soberanía para la Era Posmoderna: la soberanía del ciudadano.

 “[l]a soberanía también es la superioridad no superada en cualquier orden inmaterial. En política, el soberano es el ser superior que tiene el poder de decisión, de imponer leyes sin recibirlas de otro, de donde emana y se ejerce el poder, por tanto, no está sujeto a las leyes escritas, sino que las crea.” Algo distinto a la realidad política de Puerto Rico que por virtud del Artículo 9 de la Ley de Relaciones Federales toda legislación aprobada por el Congreso de los Estados Unidos tiene entera aplicabilidad en  nuestro entorno, a menos que sea localmente inaplicable o expresamente dicho.
Faisel nos plantea que lo iguales derechos en su entera aplicabilidad y extensión son derivados de la igualdad en ciudadanía. De la inclusividad en igualdad de condiciones sin exclusión ni diferendo o clasificación sospechosa alguna. Como dijo Earl Warren, Juez Presidente del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, en su disidente del caso Pérez v. Bronwell, caso lamentable donde se le despoja de la ciudadanía americana a una persona que evadió el servicio militar en 1944: Citizenship is man's basic right for it is nothing less than the right to have rights. Remove this priceless possession and there remains a stateless person, disgraced and degraded in the eyes of his countrymen. Años más tarde, en Afroyim v Rusk, esta anómala doctrina fue corregida.

Para Faisel, “el principio de soberanía popular ha quedado vinculado históricamente al sufragio, al imperio de la ley (que no es la justicia, la equidad, sino la voluntad de los que gobiernan) a un entendimiento de la democracia donde la participación del ciudadano no puede quedar reducida a elegir a sus gobernantes a cada cierto número de años, sino a condicionar las decisiones de estos.”
Por otro lado, el autor siente dolor en su espíritu al ver que aquellos que predican la integración latinoamericana son los primeros en coartar el derecho de aquellos que desean ejercer el libre tránsito y el derecho a vivir una vida mejor sea ésta allende los mares de su patria. Sobre esto menciona el caso de los cubanos que no recibieron el elemental derecho de ser escuchados y el gobierno de Rafael Correa en Ecuador decidió devolverlos a Cuba como si se tratara de un artículo de correos, violándoles sus más elementales derechos humanos.

Faisel Iglesias sostiene que la América del Norte, donde vive el 62% de los puertorriqueños, es también nuestra. La integración política sería respeto hacia el ciudadano y la culminación en derechos y deberes de su ciudadanía americana: “Solo en la otra América, la verdaderamente ‘nuestra’, la realmente ‘integrada’, donde el soberano es el ciudadano y el estado un mero instrumento a su servicio, un floridano disfruta la plenitud en Oregón y viceversa, y todos tenemos garantizados nuestros derechos humanos, que es como decir la dignidad”. Sobre esto, debemos añadir, también se han manifestado el mejicano Carlos Fuentes en su seminal libro El Espejo Enterrado, sugiriendo que existe una hispanidad norteamericana, y Felipe Fernández Armesto en Our America, demostrando con evidencia irrefutable que los Estados Unidos también es una nación hispana desde la época colonial.
Lejos en el pasado está la costumbre de reafirmar y defender la soberanía desde las dictaduras; sean de derecha o de izquierda. En el Caribe, abundan los ejemplos; Trujillo, Batista, los Duvalier y los hermanos Castro, entre muchos. Sobre el dictador dominicano, debemos recordar aquella famosa frase “Dios y Trujillo”. Título de una tesis elaborada por Joaquín Balaguer sobre la historia de la República Dominicana pronunciada como discurso de ingreso el 14 de noviembre de 1954, día de su investidura como miembro de número de la Academia Dominicana de la Historia, planteando que la soberanía e independencia se defendía y reafirmaba gracias a la figura del caudillo.

La tesis que nos plantea Faisel Iglesias, por el contrario, es que desde la soberanía del ciudadano se puede reafirmar y defender la soberanía del Estado. El ciudadano como gestor de cambios y creador y defensor de las instituciones de gobierno puede hacer los cambios necesarios que garanticen la sana convivencia y reafirmar sus derechos desde un sistema enteramente democrático donde el voto sea un derecho fundamental en todo el sentido de la palabra. Como un todo armonioso que garantiza que, no solo el ciudadano es el protagonista principal de la historia y del quehacer político, sino que su dignidad como ser humano debe ser un axioma inviolable.
Motivo de análisis debe ser también el planteamiento de que el Derecho Comun es el compatible con la Nueva Era, la Era Posmoderna, donde se debe abandonar la aspiración del imperio de la ley (que es la voluntad de las clases dominates), y procurar la justicia que es lo armónico, lo justo,  lo bello.