Por Mario Ramos Mendez
Citando a Martí, nos ilustra como el bardo y pensador cubano, pequeño en estatura, pero latinoamericano inmortal ante la historia y hasta mayor que el mismo Simón Bolívar, en palabras de Enrique Krauze, veía en la Constitución de los Estados Unidos un modelo jurídico a seguir, donde el respeto a la diversidad, al derecho de las minorías y a la soberanía del ciudadano son respetados por virtud y mandato de dicha carta fundamental.
El historiador Rafael Rojas, compatriota de
Faisel, nos ha dicho en su excelente libro MOTIVOS
DE ANTEO: patria y nación en la historia de Cuba, que en el siglo XIX la independencia y la anexión eran la
soberanía política idónea para poder anclar la nación cultural. No nos debe
de extrañar que ese modelo de gobierno, donde los estados de los Estados
Unidos, por virtud de su Enmienda Décima de su Constitución, tienen una
soberanía sin igual en cualquier sistema político en el mundo, haya sido el
modelo que el actual líder de la Generalitat,
Artur Mas, en su reciente visita a los Estados Unidos, haya dicho que es el
ideal para Cataluña. Según el político catalán: “Esto quiere decir unos Estados diferentes, como los
norteamericanos con poderes y autonomía real, compartiendo una gran federación
política”. Esto nos recuerda aquellas lapidarias palabras del Libertador de
América, Simón Bolívar, cuando refiriéndose a los Estados Unidos dijo: “… ese
pueblo es único en la historia del género humano. Un modelo singular de
virtudes políticas e ilustración moral, no obstante que la libertad ha sido su
cuna, se ha criado en libertad y se alimenta de libertad.”
Como
todo en el Caribe, parte de la esencia de nuestro entorno es que todos los
encuentros son fortuitos. Tal vez la geografía incida en ello. El tamaño de
nuestras islas y la proximidad de unas con otras provocaron un encuentro más.
Hace unas semanas me vi con el amigo Faisel Iglesias; hermano cubano y
puertorriqueño, pues como dijo la poetisa Lola Rodríguez de Tió:
“Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas, reciben flores y balas sobre el mismo corazón.”
“Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas, reciben flores y balas sobre el mismo corazón.”
La
sorpresa fue doble, pues con el encuentro del amigo escritor, autor de las
novelas El Olor de la Tierra y Que bueno baila usted, esta última sobre
ese fenómeno único que es la música cubana, utilizando como protagonista a esa
síntesis de la cultura de la más grande de Las Antillas, el inmortal Benny
Moré, me enteraba de su recién elaborada tesis sobre el concepto de soberanía.
Tesis que presentó con un fácil manejo del lenguaje e enjundia histórica, donde
el pensamiento de José Martí se pasea por cada página y es actualizado a los
tiempos de ahora cuando la soberanía misma no es el concepto absolutista que se
predicaba en tiempos pretéritos.
El libro comienza con un periplo, a manera introductoria, donde analiza la violenta implantación del estado y el derecho en esta parte del mundo y los dos sistemas jurídicos que imperan en las Américas: el Common Law y el de Codificación o Derecho Civil, que de manera pacífica y armoniosa, tanto teórica como en su aplicabilidad, llevan más de un siglo coexistiendo en Puerto Rico. En el caso cubano propiamente, Ignacio Agramonte, según constata Faisel, se inspiró en la Constitución de los Estados Unidos de América, carta que en su bicentenario en 1987 el Papa Juan Pablo II calificó de “documento providencial”, para el cabal “sometimiento del mando militar al poder civil… y que el soberano fuese el ciudadano.” Esta postura de Agramonte no fue algo nuevo, pues como afirma el historiador George Athan Billias en su inmensa obra American Constitutionalism Heard Round the World, 1776-1989: A Global Perspective, la influencia del constitucionalismo de los Estados Unidos alrededor del mundo comenzó con las mismas guerras de independencia en Latinoamérica y se ha extendido por el mundo entero durante todo este tiempo hasta llegar a Kosovo.
El libro comienza con un periplo, a manera introductoria, donde analiza la violenta implantación del estado y el derecho en esta parte del mundo y los dos sistemas jurídicos que imperan en las Américas: el Common Law y el de Codificación o Derecho Civil, que de manera pacífica y armoniosa, tanto teórica como en su aplicabilidad, llevan más de un siglo coexistiendo en Puerto Rico. En el caso cubano propiamente, Ignacio Agramonte, según constata Faisel, se inspiró en la Constitución de los Estados Unidos de América, carta que en su bicentenario en 1987 el Papa Juan Pablo II calificó de “documento providencial”, para el cabal “sometimiento del mando militar al poder civil… y que el soberano fuese el ciudadano.” Esta postura de Agramonte no fue algo nuevo, pues como afirma el historiador George Athan Billias en su inmensa obra American Constitutionalism Heard Round the World, 1776-1989: A Global Perspective, la influencia del constitucionalismo de los Estados Unidos alrededor del mundo comenzó con las mismas guerras de independencia en Latinoamérica y se ha extendido por el mundo entero durante todo este tiempo hasta llegar a Kosovo.
Citando a Martí, nos ilustra como el bardo y pensador cubano, pequeño en estatura, pero latinoamericano inmortal ante la historia y hasta mayor que el mismo Simón Bolívar, en palabras de Enrique Krauze, veía en la Constitución de los Estados Unidos un modelo jurídico a seguir, donde el respeto a la diversidad, al derecho de las minorías y a la soberanía del ciudadano son respetados por virtud y mandato de dicha carta fundamental.
Sobre
la Revolución cubana, el autor nos ilustra cómo se fue copiando una concepción
del estado y el derecho ajenas a nuestra cultura, a nuestro hemisferio, que ni
siquiera había conocido los adelantos que le trajo al mundo el iluminismo, el
movimiento enciclopédico, en fin la Revolución Francesa y al Pueblo cubano le
fue ultrajada su libertad ciudadana por un sistema que aniquila toda expresión
artística, cultural e intelectual a menos que esté a favor de sus intereses
políticos e ideológicos. El autor cita a Martí para ilustrarnos como éste,
desde el siglo 19, había visto los peligros que acarrea para el ciudadano el
sistema socialista: “Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras
el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, y el de la soberbia y
rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo
empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores
de los desamparados.”
Con
fuerte influencia de su autor de cabecera, como lo es José Martí, el autor se
pronuncia en términos de que la
soberanía recae en el ciudadano. O sea, Faisel trasciende el concepto de
soberanía popular de la Revolución Francesa, de la Era Moderna, y consagra un
nuevo concepto de soberanía para la Era Posmoderna: la soberanía del ciudadano.
“[l]a soberanía también es la superioridad no
superada en cualquier orden inmaterial. En política, el soberano es el ser
superior que tiene el poder de decisión, de imponer leyes sin recibirlas de
otro, de donde emana y se ejerce el poder, por tanto, no está sujeto a las
leyes escritas, sino que las crea.” Algo distinto a la realidad política de
Puerto Rico que por virtud del Artículo 9 de la Ley de Relaciones Federales
toda legislación aprobada por el Congreso de los Estados Unidos tiene entera
aplicabilidad en nuestro entorno, a
menos que sea localmente inaplicable o expresamente dicho.
Faisel nos plantea que lo iguales derechos en
su entera aplicabilidad y extensión son derivados de la igualdad en ciudadanía.
De la inclusividad en igualdad de condiciones sin exclusión ni diferendo o
clasificación sospechosa alguna. Como dijo Earl Warren, Juez Presidente del
Tribunal Supremo de los Estados Unidos, en su disidente del caso Pérez
v. Bronwell, caso
lamentable donde se le despoja de la ciudadanía americana a una persona que
evadió el servicio militar en 1944: Citizenship is man's basic right for it is nothing
less than the right to have rights. Remove
this priceless possession and there remains a stateless person, disgraced and
degraded in the eyes of his countrymen. Años más tarde, en Afroyim v Rusk, esta anómala doctrina
fue corregida.
Para
Faisel, “el principio de soberanía popular ha quedado vinculado históricamente
al sufragio, al imperio de la ley (que no es la justicia, la equidad, sino la
voluntad de los que gobiernan) a un entendimiento de la democracia donde la
participación del ciudadano no puede quedar reducida a elegir a sus gobernantes
a cada cierto número de años, sino a condicionar las decisiones de estos.”
Por
otro lado, el autor siente dolor en su espíritu al ver que aquellos que
predican la integración latinoamericana son los primeros en coartar el derecho
de aquellos que desean ejercer el libre tránsito y el derecho a vivir una vida
mejor sea ésta allende los mares de su patria. Sobre esto menciona el caso de
los cubanos que no recibieron el elemental derecho de ser escuchados y el
gobierno de Rafael Correa en Ecuador decidió devolverlos a Cuba como si se
tratara de un artículo de correos, violándoles sus más elementales derechos
humanos.
Faisel
Iglesias sostiene que la América del Norte, donde vive el 62% de los
puertorriqueños, es también nuestra. La integración política sería respeto
hacia el ciudadano y la culminación en derechos y deberes de su ciudadanía
americana: “Solo en la otra América, la verdaderamente ‘nuestra’, la realmente
‘integrada’, donde el soberano es el ciudadano y el estado un mero instrumento
a su servicio, un floridano disfruta la plenitud en Oregón y viceversa, y todos
tenemos garantizados nuestros derechos humanos, que es como decir la dignidad”.
Sobre esto, debemos añadir, también se han manifestado el mejicano Carlos
Fuentes en su seminal libro El Espejo Enterrado, sugiriendo que
existe una hispanidad norteamericana, y Felipe Fernández Armesto en Our
America, demostrando con evidencia irrefutable que los Estados Unidos también
es una nación hispana desde la época colonial.
Lejos
en el pasado está la costumbre de reafirmar y defender la soberanía desde las
dictaduras; sean de derecha o de izquierda. En el Caribe, abundan los ejemplos;
Trujillo, Batista, los Duvalier y los hermanos Castro, entre muchos. Sobre el
dictador dominicano, debemos recordar aquella famosa frase “Dios y Trujillo”.
Título de una tesis elaborada por Joaquín Balaguer sobre la historia de la
República Dominicana pronunciada como discurso de ingreso el 14 de noviembre de
1954, día de su investidura como miembro de número de la Academia Dominicana de
la Historia, planteando que la soberanía e independencia se defendía y
reafirmaba gracias a la figura del caudillo.
La
tesis que nos plantea Faisel Iglesias, por el contrario, es que desde la
soberanía del ciudadano se puede reafirmar y defender la soberanía del Estado.
El ciudadano como gestor de cambios y creador y defensor de las instituciones
de gobierno puede hacer los cambios necesarios que garanticen la sana
convivencia y reafirmar sus derechos desde un sistema enteramente democrático
donde el voto sea un derecho fundamental en todo el sentido de la palabra. Como
un todo armonioso que garantiza que, no solo el ciudadano es el protagonista
principal de la historia y del quehacer político, sino que su dignidad como ser
humano debe ser un axioma inviolable.
Motivo de análisis debe ser también el
planteamiento de que el Derecho Comun es el compatible con la Nueva Era, la Era
Posmoderna, donde se debe abandonar la aspiración del imperio de la ley (que es
la voluntad de las clases dominates), y procurar la justicia que es lo armónico,
lo justo, lo bello.
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