viernes, 5 de mayo de 2017

PROLOGO A EL SOBERANO ES EL CIUDADANO

Por Mario Ramos Mendez

Como todo en el Caribe, parte de la esencia de nuestro entorno es que todos los encuentros son fortuitos. Tal vez la geografía incida en ello. El tamaño de nuestras islas y la proximidad de unas con otras provocaron un encuentro más. Hace unas semanas me vi con el amigo Faisel Iglesias; hermano cubano y puertorriqueño, pues como dijo la poetisa Lola Rodríguez de Tió:

 “Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas, reciben flores y balas sobre el mismo corazón.”

La sorpresa fue doble, pues con el encuentro del amigo escritor, autor de las novelas El Olor de la Tierra y Que bueno baila usted, esta última sobre ese fenómeno único que es la música cubana, utilizando como protagonista a esa síntesis de la cultura de la más grande de Las Antillas, el inmortal Benny Moré, me enteraba de su recién elaborada tesis sobre el concepto de soberanía. Tesis que presentó con un fácil manejo del lenguaje e enjundia histórica, donde el pensamiento de José Martí se pasea por cada página y es actualizado a los tiempos de ahora cuando la soberanía misma no es el concepto absolutista que se predicaba en tiempos pretéritos.

El libro comienza con un periplo, a manera introductoria, donde analiza la violenta implantación del estado y el derecho en esta parte del mundo y los dos sistemas jurídicos que imperan en las Américas: el Common Law y el de Codificación o Derecho Civil, que de manera pacífica y armoniosa, tanto teórica como en su aplicabilidad, llevan más de un siglo coexistiendo en Puerto Rico. En el caso cubano propiamente, Ignacio Agramonte, según constata Faisel, se inspiró en la Constitución de los Estados Unidos de América, carta que en su bicentenario en 1987 el Papa Juan Pablo II calificó de “documento providencial”, para el cabal “sometimiento del mando militar al poder civil… y que el soberano fuese el ciudadano.” Esta postura de Agramonte no fue algo nuevo, pues como afirma el historiador George Athan Billias en su inmensa obra American Constitutionalism Heard Round the World, 1776-1989: A Global Perspective, la influencia del constitucionalismo de los Estados Unidos alrededor del mundo comenzó con las mismas guerras de independencia en Latinoamérica y se ha extendido por el mundo entero durante todo este tiempo hasta llegar a Kosovo.

Citando a Martí, nos ilustra como el bardo y pensador cubano, pequeño en estatura, pero latinoamericano inmortal ante la historia y hasta mayor que el mismo Simón Bolívar, en palabras de Enrique Krauze, veía en la Constitución de los Estados Unidos un modelo jurídico a seguir, donde el respeto a la diversidad, al derecho de las minorías y a la soberanía del ciudadano son respetados por virtud y mandato de dicha carta fundamental.
El historiador Rafael Rojas, compatriota de Faisel, nos ha dicho en su excelente libro MOTIVOS DE ANTEO: patria y nación en la historia de Cuba, que en el siglo XIX la independencia y la anexión eran la soberanía política idónea para poder anclar la nación cultural. No nos debe de extrañar que ese modelo de gobierno, donde los estados de los Estados Unidos, por virtud de su Enmienda Décima de su Constitución, tienen una soberanía sin igual en cualquier sistema político en el mundo, haya sido el modelo que el actual líder de la Generalitat, Artur Mas, en su reciente visita a los Estados Unidos, haya dicho que es el ideal para Cataluña. Según el político catalán: “Esto quiere decir unos Estados diferentes, como los norteamericanos con poderes y autonomía real, compartiendo una gran federación política”. Esto nos recuerda aquellas lapidarias palabras del Libertador de América, Simón Bolívar, cuando refiriéndose a los Estados Unidos dijo: “… ese pueblo es único en la historia del género humano. Un modelo singular de virtudes políticas e ilustración moral, no obstante que la libertad ha sido su cuna, se ha criado en libertad y se alimenta de libertad.”

Sobre la Revolución cubana, el autor nos ilustra cómo se fue copiando una concepción del estado y el derecho ajenas a nuestra cultura, a nuestro hemisferio, que ni siquiera había conocido los adelantos que le trajo al mundo el iluminismo, el movimiento enciclopédico, en fin la Revolución Francesa y al Pueblo cubano le fue ultrajada su libertad ciudadana por un sistema que aniquila toda expresión artística, cultural e intelectual a menos que esté a favor de sus intereses políticos e ideológicos. El autor cita a Martí para ilustrarnos como éste, desde el siglo 19, había visto los peligros que acarrea para el ciudadano el sistema socialista: “Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados.”
Con fuerte influencia de su autor de cabecera, como lo es José Martí, el autor se pronuncia en términos de que la soberanía recae en el ciudadano. O sea, Faisel trasciende el concepto de soberanía popular de la Revolución Francesa, de la Era Moderna, y consagra un nuevo concepto de soberanía para la Era Posmoderna: la soberanía del ciudadano.

 “[l]a soberanía también es la superioridad no superada en cualquier orden inmaterial. En política, el soberano es el ser superior que tiene el poder de decisión, de imponer leyes sin recibirlas de otro, de donde emana y se ejerce el poder, por tanto, no está sujeto a las leyes escritas, sino que las crea.” Algo distinto a la realidad política de Puerto Rico que por virtud del Artículo 9 de la Ley de Relaciones Federales toda legislación aprobada por el Congreso de los Estados Unidos tiene entera aplicabilidad en  nuestro entorno, a menos que sea localmente inaplicable o expresamente dicho.
Faisel nos plantea que lo iguales derechos en su entera aplicabilidad y extensión son derivados de la igualdad en ciudadanía. De la inclusividad en igualdad de condiciones sin exclusión ni diferendo o clasificación sospechosa alguna. Como dijo Earl Warren, Juez Presidente del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, en su disidente del caso Pérez v. Bronwell, caso lamentable donde se le despoja de la ciudadanía americana a una persona que evadió el servicio militar en 1944: Citizenship is man's basic right for it is nothing less than the right to have rights. Remove this priceless possession and there remains a stateless person, disgraced and degraded in the eyes of his countrymen. Años más tarde, en Afroyim v Rusk, esta anómala doctrina fue corregida.

Para Faisel, “el principio de soberanía popular ha quedado vinculado históricamente al sufragio, al imperio de la ley (que no es la justicia, la equidad, sino la voluntad de los que gobiernan) a un entendimiento de la democracia donde la participación del ciudadano no puede quedar reducida a elegir a sus gobernantes a cada cierto número de años, sino a condicionar las decisiones de estos.”
Por otro lado, el autor siente dolor en su espíritu al ver que aquellos que predican la integración latinoamericana son los primeros en coartar el derecho de aquellos que desean ejercer el libre tránsito y el derecho a vivir una vida mejor sea ésta allende los mares de su patria. Sobre esto menciona el caso de los cubanos que no recibieron el elemental derecho de ser escuchados y el gobierno de Rafael Correa en Ecuador decidió devolverlos a Cuba como si se tratara de un artículo de correos, violándoles sus más elementales derechos humanos.

Faisel Iglesias sostiene que la América del Norte, donde vive el 62% de los puertorriqueños, es también nuestra. La integración política sería respeto hacia el ciudadano y la culminación en derechos y deberes de su ciudadanía americana: “Solo en la otra América, la verdaderamente ‘nuestra’, la realmente ‘integrada’, donde el soberano es el ciudadano y el estado un mero instrumento a su servicio, un floridano disfruta la plenitud en Oregón y viceversa, y todos tenemos garantizados nuestros derechos humanos, que es como decir la dignidad”. Sobre esto, debemos añadir, también se han manifestado el mejicano Carlos Fuentes en su seminal libro El Espejo Enterrado, sugiriendo que existe una hispanidad norteamericana, y Felipe Fernández Armesto en Our America, demostrando con evidencia irrefutable que los Estados Unidos también es una nación hispana desde la época colonial.
Lejos en el pasado está la costumbre de reafirmar y defender la soberanía desde las dictaduras; sean de derecha o de izquierda. En el Caribe, abundan los ejemplos; Trujillo, Batista, los Duvalier y los hermanos Castro, entre muchos. Sobre el dictador dominicano, debemos recordar aquella famosa frase “Dios y Trujillo”. Título de una tesis elaborada por Joaquín Balaguer sobre la historia de la República Dominicana pronunciada como discurso de ingreso el 14 de noviembre de 1954, día de su investidura como miembro de número de la Academia Dominicana de la Historia, planteando que la soberanía e independencia se defendía y reafirmaba gracias a la figura del caudillo.

La tesis que nos plantea Faisel Iglesias, por el contrario, es que desde la soberanía del ciudadano se puede reafirmar y defender la soberanía del Estado. El ciudadano como gestor de cambios y creador y defensor de las instituciones de gobierno puede hacer los cambios necesarios que garanticen la sana convivencia y reafirmar sus derechos desde un sistema enteramente democrático donde el voto sea un derecho fundamental en todo el sentido de la palabra. Como un todo armonioso que garantiza que, no solo el ciudadano es el protagonista principal de la historia y del quehacer político, sino que su dignidad como ser humano debe ser un axioma inviolable.
Motivo de análisis debe ser también el planteamiento de que el Derecho Comun es el compatible con la Nueva Era, la Era Posmoderna, donde se debe abandonar la aspiración del imperio de la ley (que es la voluntad de las clases dominates), y procurar la justicia que es lo armónico, lo justo,  lo bello.

lunes, 14 de noviembre de 2016

TODOS SOMOS CULPABLES

Por faaisel iglesias

Para realizar la magna obra totalitaria del Estado Socialista se hizo necesario recabar toda la experiencia de siglos de luchas de unos seres humanos contra los otros por el control económico y político. Toda la literatura, el cine, la educación estaba destinada a la construcción de un ser humano estructurado en una ideología que se creía la verdad del mundo alrededor de la cual se debía organizar la vida del país. Construir al hombre nuevo, como lo llamara el Che. Era una política, un arte y una literatura que en definitiva establecían dos tipos de seres humanos: los revolucionarios (los buenos, llamados a jugar el papel “positivo”) y los contrarrevolucionarios (los malos, a los que les correspondería jugar el papel “negativos” en el proceso.
En determinados momentos, cuando el gobierno entendía que debía considerar peligrosos a los malos de la película (porque de eso se trata también, de una gran mentira, un teatro, una película), podían ser encarcelados sin un debido proceso de ley; esto es: sin un juicio justo e imparcial. No son necesarias las pruebas de los hechos imputados, de su peligrosidad social; es suficiente la convicción moral y política del juzgador (el mismo aparato de la Seguridad del Estado) de que se trata de un contrarrevolucionario.
Los métodos de la inquisición (La ley de procedimiento penal en Cuba reconoce que los procedimientos que instrumenta son inquisitivos), el poder centralizado del conquistador español, la personalidad del dictador latinoamericano, la forma de gobierno estalinista, los métodos hitlerianos de tratar al opositor como bacteria, gusano, la utilización del aparato del Estado como instrumento intimidador, son incuestionablemente, alguno de los rasgos del Estado Socialista Cubano.

Cuentan que quien llegó a ser director de la CIA, cuando pudo constatar personalmente el holocausto hitleriano expreso: “Así que es cierto!” Es decir, el hombre que tenía toda la información en su despacho de lo que estaba sucediendo en el país fascista no podía imaginar que realmente fuera cierto. Todo estado totalitario utiliza métodos que la lógica de un demócrata no concibe.

Hoy día, cuando explico la realidad de las cárceles cubanas, el hambre del pueblo cubano, las vicisitudes de los disidentes, de la represión que sufrimos los activistas de derechos humanos, en lo más íntimo ciento que mis interlocutores no pueden concebir que sea cierto. La Seguridad del Estado llego incluso, a habilitar un apartamento en el edificio donde estaba ubicado el cine América, frente a mi casa, e instaló una guarnición permanente de agentes de la Seguridad del Estado (policía política) para vigilar mi actividad como abogado de los derechos humanos las veinte y cuatro horas del día, y tomar conocimiento de todo el que osara entrar a mi casa. Como si de un apestado se tratara, como si de un criminal. Para eso procuraban la colaboración de los vecinos “revolucionarios” y delincuentes. A los primeros los comprometían con el trabajo sucio y a los segundo los chantajeaban. A decir verdad, en mi caso,  poco se prestaron para semejante designio. Sin embargo, esa no ha sido la regla general. Hijos contra padres, esposa contra esposos, amigos contra amigos, vecinos contra vecinos ha sido la realidad.
Muchos años después en el exilio me encontré con uno de aquellos “acuartelados” en el apartamento del edificio del cine América para vigilar al “abogado contrarrevolucionario.” Se trataba de un boxeador que me contó como entraban a mi casa, sustraían documentos, intimidaban visitantes, amenazaban a mi novia. Veinte años después se compadecía del sufrimiento al que había contribuido a someterme. Y me pedía ayuda para legalizar su estatus migratorio, ahora en los Estados Unidos como un exiliado más del régimen.

Científicos e historiadores hablan de lo peligroso que es el Estrecho de la Florida. Muchos documentales narran lo mortales que son las embestidas de los tiburones en alta mar. Todos podemos imaginar lo pobre que resulta una simple lona ante un mal tiempo. Cientos, miles de cubanos se han lanzado a cruzar el Estrecho de la Florida en los más inconcebibles objetos: la goma de un auto, una palizada, una balsa hecha con objetos rústicos, un automóvil sellado, etc. Pero lo que resulta inimaginable para el ser humano es el sufrimiento, que lleva a un pueblo a echarse a un mar endemoniado en tales circunstancias. La muerte por inanición, las mordidas de los tiburones, las escoltas de delfines, el hijo que se cae de los brazos de la madre parece que no llega a la sensibilidad de aquellos que, aun hoy, muestran respeto o simpatías por la “Revolución Cubana” y el “Estado Socialista.”.
Pasa el tiempo y los recuerdos, las historias que me contaban mis clientes y algunos compañeros de detenciones no se van de mi memoria:

“Mi hermano se paró en medio de la balsa por la madrugada. Hacia una semana que no veíamos más que cielo y agua. Me dijo: Voy a la cocina a tomar agua. Y se tiró al mar, como si pudiera caminar sobre las olas. No lo vi mas.”

“Mi mujer cogió a mi hijo y me dijo que iba a la cocina a freír unos huevos. Sentí los zarpazos, la pelea de los tiburones por mi mujer y mi hijo.”

Cada pueblo tiene el gobierno que se merece, se dice y se repite por generaciones. Creo que los niños del Remolcador 13 de Marzo, hundido a ojos vistas del Malecón Habanero por las Fuerzas Guardafronteras del Gobierno Cubano, no merecían esa muerte. El ser humano parece ser la especie que mas tropieza con la misma piedra. El empuje, la creatividad, la amplitud del Estado Socialista no puede ser desarrollado solo por un grupo de hombres pervertidos encaramados en el poder. Todo el pueblo, desde los primeros vigilantes del CDR, hasta el ideólogo del Partido, unidos al aparato del Estado Socialista es responsable de la anulación de la individualidad, de la represión, del sufrimiento de generaciones tras generaciones. Se trata de una culpa común. De un dolor dilatado.  Y esa responsabilidad histórica el pueblo cubano la está pagando de una u otra manera. Ya los hijos de los revolucionarios son los primeros contrarrevolucionarios, viven en el exilio. La Patria ha perdido a millones de sus hijos científicos, artistas, deportistas, obreros calificados. Los jóvenes se van del país por los medios más insospechados. La sociedad cubana esta envejecida. La solución es la evasión. Han perdido la fe en su tierra y se van al Norte, en busca del Sueño Americano.

martes, 8 de noviembre de 2016

EL PARTIDO COMUNISTA: VANGUARDIA Y RETAGUARDIA DE LA SOCIEDAD

Por faisel iglesias

La existencia de un solo partido, significa, por lógica,  vanguardia y al mismo tiempo la retaguardia de la sociedad. Los bolcheviques rusos, creadores de esta concepción de sociedad, estado y derecho, insistían en destruir el viejo Estado y construir otro que persiguiera una sociedad sin Estado y sin derecho; la sociedad comunista. Alegaban además, que el camino para arribar a esa nueva sociedad era la dictadura; la dictadura de la clase obrera (en un país feudal, sin obreros, en pleno siglo XX).
Una dictadura que paradójicamente llamaban democrática, en virtud de una logomaquia, que denominaban “centralismo  democrático”, de mando único y vertical, de la clase obrera, en alianza con los campesinos pobres (a quienes empobrecieron aun mas quitándoles las tierras, formando las improductivas granjas estatales) y crear una nueva clase obrera, sin fabricas, en los campos, dependiente del Estado y organizada en un partido único, el Partido Comunista, que se  fundamentaba  en una ideología política que se consideraba la verdad del mundo, contra el capital y su clase privilegiada; la burguesía. Un partido único que por la ausencia de competidores, por la lógica formal de Platón, no podía ser otra cosa que la vanguardia y al mismo tiempo, la retaguardia de esa sociedad. Alegaban pretender la sociedad comunista, sin estado, paradójicamente fortaleciendo el estado socialista, la dictadura socialista, en virtud de un régimen totalitario. Como si alguna lógica pudiera justificar el hecho de que fortaleciendo el estado, al punto de hacerlo un estado totalitario, se pueda lograr una sociedad sin estado. Es decir, como si echando agua a un embase no se persiguiera construir un lago, sino un cayo.
En definitiva el marxismo-leninismo no tenía otro fin que utilizar el poder de una ideología, de las ideas para despojar al hombre de su propia cabeza, para aniquilar al hombre. Todo el andamiaje teórico del llamado socialismo real sucumbe ante sus propias contradicciones. Su falta de visión, su incapacidad para comprender la historia, su idealismo, su voluntarismo revolucionario, su perversidad, su propósito de convertirlo todo en un instrumento del poder significó uno de los regímenes más crueles e incapaces que ha conocido la humanidad.
 El Partido, expresión de una ideología, de una doctrina, en este caso el marxismo-leninismo, que se consideraba la verdad del universo, la vanguardia organizada, se atribuye el derecho de aplastar “a los enemigos de clases” deshumanizándolos, negándoles el derecho a dirigirse por sus propias cabezas, rebajándolos a la condición de “gusanos”, “bacterias”, como lo hizo su otro extremo ideológico: los nazis.
Tal aberración jurídica de erigir en Soberano a un Partido Político  está consagrada hoy en Cuba, en el Artículo 5 de la mal llamada  Constitución Socialista de la Republica de Cuba.  Se trata de fundir todos los ámbitos en un solo bloque monolítico e imponer una dirección común, desde la economía hasta la política y la cultura, mediante una sola institución, el Partido.
El castrismo, instrumento que institucionalizó esa forma arcaica y foránea de gobierno en la isla de Cuba, ha reducido al individuo a una dependencia infantil, donde el padre de todos los cubanos, como lo calificara el propio Raúl Castro, no solo es el jefe del Estado, el líder del Partido, el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, el líder de la Revolución, sino la inteligencia de la Nación, la dignidad de Patria, el mejor intérprete de la historia, el infalible. Se trata de una dependencia además, primitiva, donde todos los deberes y derechos emanan de su personalidad (el soberano), que acaba por cercenar la capacidad de pensar del ser humano. Ha hecho desaparecer la concepción republicana del estado, el derecho ha sido rebajado a la condición de mero instrumento del poder político coyuntural, donde a los seres humanos les resulta imposible el ejercicio de sí mismo.

“El régimen político se ha impregnado de un erotismo de la vida familiar, como diría Freud. Es decir, de íntimos afectos y emociones que mantienen relativamente unido al país como si fuera una familia nacional, encabezada por un padre que ejerce autoridad a la vez que inspira y recibe afecto ampliamente.”[1],  Es además un férreo poder que se sostiene por la fuerza, por el miedo. Si no vas a los mítines y aplaudes al tirano, pierdes el trabajo. Pierdes la universidad, porque “la universidad es para los revolucionarios.” Descaradamente, y para justificar la anulación del individuo, la destrucción de la célula fundamental de la sociedad, la familia, la propaganda castrista expresa que al Estado Socialista… al “integrar a todos es de esperarse que se acentué algo que es común en muchos países, a saber, una confusión entre los afectos públicos y los privados, invasiones frecuentes de lo intimo en lo público y de lo público en lo intimo”[2]...

La naturaleza totalitaria, dictatorial del régimen también la reconocen los ideólogos del castrismo, como si de otra religión se tratara. A tales efectos expresa el citado Héctor Meléndez: …“el sistema cubano es sui generis y complejo; es un sistema de alianzas, solidaridades, ideología, símbolos y distribución económica (debiera decir hambre como instrumento de control)[3] protegido por millones de personas (debiera decir, dirigido a millones de personas, a todo el pueblo)[4] capacitadas militarmente en grados diversos y unas fuerzas armadas de alta calidad.”[5]
En su visita la Asunción, Paraguay, en julio de 2015, el Papa Francisco expreso:
“No sirve una mirada ideológica. Las ideologías terminan mal, no sirven. Las ideologías tienen una relación o incompleta o enferma o mala con el pueblo. Las ideologías no asumen al pueblo”
“Fíjense en el siglo pasado, en qué terminaron las ideologías”, se preguntó el Papa Francisco. “En dictaduras, siempre en dictaduras, siempre”, respondió
“Piensan por el pueblo pero no dejan pensar al pueblo”, añadió el Papa. “O como decía aquel agudo crítico de la ideología, cuando le dijeron: “si pero esta gente tienen buena voluntad y quiere hacer cosas por el pueblo”. Sí, sí, todo por el pueblo pero nada con el pueblo. Estas son las ideologías”, concluyó el Papa.



[1] Héctor Meléndez. El Partido-Estado en Cuba y otros ensayos sobre cultura y política de hoy. Ediciones Mágicas 2006. Publicaciones Puertorriqueñas, Inc. Rio Piedras, San Juan, Puerto Rico.
[2] Héctor Meléndez. Obra citada.
[3] El subrayado es nuestro)
[4] El subrayado es nuestro.
[5] Héctor Meléndez. Obra citada.

sábado, 15 de octubre de 2016

EL HABEAS CORPUS

CORPUS

El concepto de Hábeas corpus identifica al derecho que posee todo ciudadano que se encuentra detenido y a la espera de comparecer de manera inmediata y pública ante un tribunal o una autoridad. Los jueces, al oír el testimonio del detenido, determinan si el arresto es legal o ilegal y, por lo tanto, pueden decretar que finalice.
Hábeas Corpus
El Hábeas Corpus, por lo tanto, constituye una institución de orden jurídico que busca evitar los arrestos arbitrarios y que garantiza la libertad personal del individuo. El recurso suele emplearse para impedir abusos por parte de las autoridades ya que obliga a dar a conocer la situación deldetenido ante un juez.
Cuentan los expertos que el Hábeas corpus se remonta a la época de los romanos, cuando su objetivo era exhibir al hombre libre que era detenido por otra persona. Esta herramienta jurídica, por lo tanto, estaba enfocada a los casos en los cuales se violaba la libertad entre ciudadanos y no frente a decisiones de los gobernantes.
La utilización del recurso contra las autoridades comenzó a aplicarse en 1305, cuando se le exigió al rey Eduardo I de Inglaterra que informara de la situación de un sujeto conlibertad restringida.
Los especialistas destacan que el Hábeas Corpus defiende y abarca dos derechos importantes: la libertad individual (que supone que el individuo no puede ser detenido de manera arbitraria) y la integridad personal (el sujeto no debe ser víctima de daños contra su persona, como lesiones generadas por torturas, por ejemplo).
Organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch defienden la instauración del derecho de Hábeas Corpus a nivel mundial para evitar cualquier tipo de violación.
La libertad y los fines del Hábeas Corpus
En lo que se refiere al ámbito social, político y jurídico, posiblemente uno de los términos más nombrados y a la vez con un mayor número de acepciones es el de libertad. En el concepto de Hábeas Corpus, también es uno de los vocablos más presentes y se trata de una facultad o quizás capacidad humana de actuar de una u otra forma siendo fiel a aquello que la persona crea conveniente.
Esto significa que la libertad es un espacio donde no existen las coacciones o impedimentos externos para el desarrollo completo de un individuo; un acto que es ejecutado con el dominio absoluto de las facultades por parte de un individuo, es un hecho concebido en libertad.
Pero no es un concepto que deba entenderse sólo en un sentido individual; se trata también de un asunto social y político. De este modo, las acciones de una persona son juzgadas de acuerdo a las leyes y al contexto legal en el que se las realice.
El Hábeas Corpus es una de las garantías que regula los derechos fundamentales de un individuo y depende de un mandato constitucional. Es decir que toda persona que se viera privada de su libertad o que sintiera amenazada su seguridad individual, puede solicitar a un juez con jurisdicción en la zona en cuestión un mandamiento de Hábeas Corpus a través del cual se le restituya su libertad.
Es importante, antes de terminar, dejar claro que el Hábeas Corpus no es un procedimiento, sino un proceso. Su finalidad es velar por la libertad de una persona y las resoluciones tomadas a partir de él responden a esta exigencia.
Los fines del Hábeas Corpus son:
* Fin preventivo: toda persona que pueda ver amenazada su libertad de forma ilegal, tiene derecho a solicitarlo a fin de que se examine aquel factor que la intimida;
* Fin reparador: la persona que se vea ilegalmente privada de su libertad puede solicitar la rectificación del caso en el que se encuentra vinculada y el juez deberá restituirle su libertad;
* Fin genérico: responde a aquellas circunstancias que no se hallen contempladas en los fines anteriores y la persona afectada podrá solicitar la rectificación de su caso si ha sido privada de su libertad o seguridad de formas ilegales.


Lee todo en: Definición de habeas corpus - Qué es, Significado y Concepto http://definicion.de/habeas-corpus/#ixzz4N8b8yXWm

lunes, 3 de octubre de 2016

LA POSMODERNIDAD: ERA DEL DERECHO COMUN

 por faisel iglesias

“Yo quiero que la Ley primera de la república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”[1], José Martí.
Todo cambio comienza con el discernimiento, con la revolución pacífica de los valores de la conciencia propia, clarificando los fines de nuestra conducta, sometiéndonos al escrutinio de la autenticidad.
Es necesario un profundo cambio de mentalidad de parte de los hombres del derecho latino, acerca del rol del juez, del jurista: ayer empeñado en el imperio de la ley y hoy convocado a hacerle justicia al hombre, que es el soberano.

En la era primaria el hombre se sometía sencilla y naturalmente a la voluntad divina. Eran inexplicables los fenómenos naturales y sociales. Con el tiempo inventó el derecho a fin de regular las relaciones sociales que nacían con el desarrollo, llegando los romanos a idealizarlo como “aquel que la razón natural establece entre los hombres”, “el arte de lo bueno y lo equitativo”, “la ciencia de lo justo y de lo injusto”, “la voluntad constante y perpetua de dar a cada uno lo suyo.”[2] Con el surgimiento de los estados modernos, la corriente liberal lo conceptuó como el conjunto de normas que regulan las relaciones sociales. Pero el ser humano lleva en su naturaleza el pecado original. Conociendo las virtudes del derecho y sabiéndose poderoso sobre la tierra,  el hombre lo utilizó para sus intereses más diversos, tanto legítimos como ilegítimos. En pleno siglo XX, ese fin utilitario del derecho se reflejó en todas las corrientes ideológicas. Los positivistas de derecha como de izquierda lo utilizaron como mero instrumento de su transitoria voluntad, imponiéndose siempre, por supuesto, los sectores dominantes. Ya en la antigüedad, Solón, el Legislador Ateniense (640-658 a. C.),  había expresado que “las leyes son semejantes a las telarañas, contienen a lo débil y ligero, y son deshechas y traspasadas por los fuertes y poderosos.”[3] Y más recientemente Carlos Marx, expresó que “el derecho es la voluntad de la clase económicamente dominante erigida en ley”, negándole, por tanto, su categoría de ciencia social autónoma, y por tanto sus valores propios, capaz de ejercer su imperio al servicio de la pluralidad política y social. Carlos Marx ignoraba así que dos mil años atrás ya San Pablo en Romanos 2, versículo 20 había expresado “que tienes en la ley la forma de la ciencia y de la verdad.”  De modo que derecho debe ser valorado como una ciencia social autónoma, no un mero conjunto de normas impuestas por el poder constituido, poder que muchas veces es ilegitimo..

Cuando el derecho comienza a responder a los fines inmediatos y particulares, a ser utilitario, se despoja de los valores de ciencia y se convierte en un instrumento que no necesariamente vela por la armonía de todos los valores y las cosas que componen el cosmos, sino más bien por la teoría del orden social que se fundamenta en la relación derecho-poder. El legislador comenzó a crear conforme a criterios temporeros, prácticos, esenciales para la protección de intereses dominantes. Los sistemas de educación, las escuelas de derecho siguen mostrando aun hoy día, una filosofía educativa inclinada casi totalmente a satisfacer las exigencias políticas de los sectores en el poder. Resulta indignante como la universidad de Harvard se prestó para crear doctrinas sin valores de ciencia, para justificar la expansión territorial y las ansias imperiales de los Estados Unidos, consagrando, entre otras, la doctrinas de los territorios no incorporado para mantener colonias habitada por ciudadanos discriminados, de segunda clase, como sucede con Puerto Rico y los puertorriqueños. Los juristas soviéticos, por el otro extremo, le negaron al derecho los valores de ciencia social autónoma, para convertirlo en un mero instrumento al servicio de la burocracia del Partido y someter naciones vecinas a su poder, a su ideología y pretensiones geopolíticas.

Tanto la derecha, como la izquierda totalitaria, como sus respectivos intelectuales, han  ido creando su propia personalidad fundamentalista, en la cual rige el principio que el derecho puede ser válido sin tener que ser justo. Es decir, vasta que la lay sea promulgada con las formalidades requeridas por el poder constituido, sin que necesariamente tenga valores de ciencia, virtudes de arte ni la armonía con el discurso de la naturaleza. Siempre que sea legal no necesita ser legítima. Como  las leyes de Hitler o las directrices de Stalin. Y más reciente, la mal llamada Constitución Socialista de la Republica de Cuba de 1976, que legalmente priva al hombre de la capacidad del libre albedrio, cuando en su artículo cinco establece que quien dirige, orienta y controla a la sociedad, estado y gobierno es el Partido Comunista. Descabeza al individuo. Un cuerpo legal, por tanto, ilegitimo, lesa humanidad.

La raíz de este viciado concepto viene de antaño. Desde las primeras necesidades del poder. El imperio romano lo extendió a todos los lugares donde ejerció sus dominios, sus influencias. Se observa en la doctrina del imperio de la ley del civil law. En esa interpretación de la norma siguiendo siempre la intención del legislador. Es decir, siguiendo la voluntad del político encumbrado que representa los intereses de las elites dominantes. Este principio ha sido consagrado como inmutable por el Civil Law; un sistema derecho vertical.   Es imposible liberarse de la dictadura del imperio de la ley sin liberarse antes de cómo se concebía el Derecho y del lenguaje que lo oculta y lo garantiza. El Civil Law ha hecho de su lenguaje su garantía permanente. El lenguaje jurídico de la modernidad ha cuidado o guardado el orden opresor y dominante, que no le han permitido al hombre defender lo que en primera instancia es motivación de las experiencias y fines del hombre: la soberanía de sí mismo.

Esa función utilitaria del derecho es una penosa realidad aún en los estados más desarrollados de Occidente, que tienen su base en la cultura Judea cristiana, en el derecho romano y en la Revolución Francesa. El clásico contrapeso institucional, la concepción tripartita de los poderes, donde el derecho es reconocido en lo que debiera ser (un poder independiente) pero, que cae paradójicamente, bajo la sombra del poder. Las judicaturas aunque proclamadas “independientes”, están sujetas a la voluntad de las elites política, que a su vez se subordinan a los poderes económicos.

Para mas pesar, los órganos de administración de justicia, en todas partes del mundo, de una u otra manera, en menor o mayor grado están subordinados al poder político, el cual, como sabemos, se deriva del poder económico. Incluso, en los países occidentales donde constitucionalmente son instituidos como un poder independiente. En Francia la rama judicial está subordinada al Consejo de Estado. En España al Consejo General de la Judicatura, un órgano compuesto por personalidades que representa los intereses del Estado.

En Estados Unidos, sin dejar de estar sometida al poder político, como en el resto del mundo, sucede un fenómeno singular. Los poderes del estado están frenados por los derechos del ciudadano.  Los jueces, en los niveles inferiores, en muchas jurisdicciones son elegidos por el pueblo. Con ello hay un mayor acercamiento al principio de judicialización de ser juzgado por los pares. La búsqueda de la equidad, la justicia, más que el imperio de la ley es un principio fundamental del Common Law Norteamericano En consecuencia, la solución de problemas sociales, económicos y políticos por parte de la administración de justicia es una aspiración no alcanzada por ningún otro estado moderno.[4] Sin embargo, los jueces superiores son nominados por el poder ejecutivo y confirmados por el poder legislativo por largos periodos. Los jueces del Tribunal Supremo, sin embargo, son nombrados por toda la vida. En consecuencia, ciertos fallos judiciales parecen ser la expresión de una necesidad o voluntad política en un momento histórico determinado, más que la justicia necesaria que merece la ciudadanía. También es cierto que, como veremos más adelante, la elección por los ciudadanos de jueces en ciertos niveles de la administración de justicia en algunos estados que conforman la Federación de Norteamérica, han permitido la resolución más justa posible, en ciertos contextos históricos y sociales que han logrado armonizar conflictos sociales y políticos que no se resuelven en otros países si no son con guerras civiles y golpes de estados.

Por tanto, una de las características del Common Law Norteamericano es la judicialización de muchos problemas sociales y políticos, con la salvedad de que dichos procesos, así como sus resoluciones son aplicables al caso concreto y sujeto siempre a revisiones posteriores. De modo que lo que establece hoy una sentencia en un caso no tiene el carácter de inmutable que caracteriza a las leyes del civil law, pues en otra realidad, en otro caso, con otras constancias el derecho puede y debe ser interpretado de manera diferente. Es decir, no se trata de una ley para todos los casos, sino la búsqueda de ciencias, leyes y doctrinas para la solución justa de cada caso.

La subordinación del sistema judicial a los poderes políticos hace que las decisiones de los tribunales sean, de una u otra manera, expresión de la voluntad política de los estados, en vez de una justa resolución  de los conflictos de la ciudadanía, lo que hace discutible predecir si sus fallos obedecerán a los valores de las ciencias jurídicas, a los propósitos de justicia o a la voluntad política de las elites en el poder.

En consecuencia, y a través de todo el tiempo de la historia, el Derecho y fundamentalmente el civil law, una ciencia social autónoma, con sus propios valores, capaz de procurar la justicia, el equilibrio, lo bello, en fin, capaz de crear más naturaleza, ha venido siendo degenerado en un instrumento de las voluntades dominantes. Por tanto hay que insistir en el empeño de declarar que incluso la educación social y jurídica ha de servir para “transformarnos”, no para seguir la norma preestablecida, o para uniformizar los criterios, y las actitudes mentales.

 Las críticas de los movimientos revolucionarios de izquierdas de los siglos XIX y XX a “las clases dominantes y explotadoras” lograron desenmascarar la naturaleza oportunista, y en consecuencia muchas veces corrupta, de los sistemas jurídicos del mundo entero. Sin embargo no pudieron trascenderlo. Todo lo contrario, el movimiento revolucionario se amparó en el marxismo el cual carece de una completa doctrina en filosofía. No ha sido posible a partir de la metodología elaborada por Marx, establecer una línea de investigación y reconstrucción histórico-teórica en torno al Derecho, que sea siquiera, en cierto modo comparable, por su valor crítico, a la seguida por Marx en la economía política de El Capital. Para más gravedad, la izquierda[5] internacional del siglo XX cometió el error histórico de someterse al liderazgo de la extinta Unión Soviética (quizás primero por las influencias de la Revolución de Octubre, devenida después, con el estalinismo, en una pesadilla y, también por lógica consecuencia de la Guerra Fría)  la que como todos los demás países socialistas, pecó siempre de revisionismo, de esquematismo, de formalismo, dogmatismo y, sobre todo, de una perversa arbitrariedad justificada en la “dictadura del proletariado” (En un país sin proletarios. Rusia era feudal en pleno siglo XX) que heredaba el cruel y autocrático sistema institucional ruso, que le impide al hombre el derecho natural a pensar, al consagrar constitucionalmente que el Partido Comunista es quien dirige y orienta a la sociedad, estado y gobierno. Tras el triunfo de la Revolución de Octubre, Lenin implantó la “dictadura del proletariado”, sin proletarios  y rápidamente degeneró en la dictadura de la burocracia del Partido Comunista. La tripartición de poderes de Montesquieu, fue considerada un aporte dañino de la revolución burguesa, que había no solo que ignorar, sino que aplastar.

Este es el drama de la revolución devenida en marxista-leninista. Los hombres que pretendieron dominar la historia caen víctimas de ella. Sepulta al hombre en sus circunstancias. Y es que para el estalinismo, método de gobierno de todos los países donde se desarrolló el mal llamado “socialismo real”, la meta y aspiración liberadora y desalineadora cedió ante el avasallador movimiento inmediato. La necesidad del momento se convirtió en virtud de validez general, cercenando las posibles perspectivas humanistas.




[1] José Martí. Obras Completas, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1972
[2] Cfr. Ulpiano, Digesto 1.1.1, 1.1.10. En este mismo sentido se expresaron Aristóteles, Cicerón, Tomas de Aquino (Cfr. Summa Theologiae, 2-2, q, 58, art. 1), etc.
[3] Solón. Legislador Ateniense. 640 -658 aC.
[4] El sistema judicial de Estados Unidos aunque reconoce la supremacía de la ley, los tribunales tienen la capacidad de interpretarla procurando la equidad, la justicia. La ley, como expresión de la política pública es uno más de los elementos a tener en cuenta. Ello explica como en Juez de nivel inferior, fue capaz de decretar la inconstitucionalidad de una ley racista, en el conocido caso de la señora Paker, y evitar así una guerra racial fratricida de incalculable consecuencia, restaurando así la justicia, el equilibrio social.
[5] El concepto de izquierdas y derecha debiera ser revisado a tenor con la historia y las ciencias políticas. El concepto parece venir de la época de la Revolución Francesa. A la derecha del Rey, en la Asamblea Nacional estaba la aristocracia, el clero, los terratenientes. Todos aquellos sectores que procuraban de una manera u otra mantener sus prebendas, sus privilegios de castas y de clases. A la izquierda estaban las masas irredentas.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

La Revoucion Cubana ante un mundo bipolar.

Por Faisel Iglesias

(Fragmento de la obra "El soberano es el ciudadano", disponible en www.amazon.com)

El triunfo de la Revolución de 1959, en medio de la Tercera Guerra Mundial, conocida como la Guerra Fría, época en que la humanidad vivía en la asfixiante atmosfera de la paz del miedo nuclear, condicionó el alineamiento de Cuba al campo socialista, el cual tenía una concepción monista del estado y consideraba al derecho un instrumento y por tanto sin valores propios.

El campo socialista fue fundado y liderado por la entonces Unión Soviética, que tenía su base en la Rusia de la Revolución de Octubre. La Rusia feudal en pleno siglo XX, que comenzaba a abrirse al modernismo cuando ya Occidente se despedía de él. La Rusia que no había recibido aún, de manera eficaz, las influencias del derecho romano, del renacimiento, del iluminismo, del movimiento enciclopédico, de la Revolución industrial inglesa, de la constitución y el pragmatismo de los políticos norteamericanos, y mucho menos de la Revolución francesa y de la concepción tripartita de los poderes del estado, que le legó al mundo en las ideas de Montesquieu, a no ser la creación de la Duma, especie de parlamento sometido, legalizador por unanimidad viciada de la muchas veces ilegítima voluntad del zar, antecedente histórico de las mal llamadas asambleas populares de los países socialistas totalitarios.

Rusia no había conocido una constitución, esa ley suprema que establece la competencia de los órganos del estado y consagra los derechos fundamentales de los ciudadanos. "Solo una vez, en noviembre de 1917, hubo un parlamento votado libremente, pero sin llegar a reunirse"[1], nos recuerda Michael Morozow, en su obra, "El caso Solzhenitsyn" El pueblo ruso carecía de una tradición de opinión pública. Sus pensadores estaban en la literatura, y sus vidas eran trágicas: Pushckin fue asesinado por una camarilla de cortesanos aliados a Nicolás I; Lermontov murió en un duelo; Gogol quedó medio loco luego de una huelga de hambre; Ryleyev fue ahorcado. Incluso, después de la Revolución de Octubre de 1917; Blok murió de inanición en Petrogrado; Esinin se ahorcó en una habitación de un hotel de Leningrado después de escribir su último poema con sangre en la pared de la habitación; Maiakowki se suicidó de un balazo en la cabeza; Gumilov fue fusilado; Máximo Gorki elige el exilio voluntario por diez años, y más recientemente Boris Pasternak y el propio Solzhenitsyn reflejan en sus propias vidas el drama de todo un pueblo.

El arte, la cultura, expresión real de los valores de una sociedad, se vieron aniquilados por un Estado que no permitía crear sino a favor de sus intereses políticos coyunturales. La tierra de la otrora extraordinaria cultura rusa, una de las más importantes de principios del siglo XX, venida la Unión Soviética, no creó una arquitectura trascendente, a no ser la de "tipo pastel" de la era estalinista, y reprimió a los músicos y a los escritores. A tal frustrante realidad se le rindió culto, dentro de una corriente ideoestética denominada Realismo Socialista, que ha constituido uno de los legados culturales más pobres de la humanidad.

La Edad  Moderna, cuya obertura fue el Renacimiento, vivió desde la época de la palabra impresa hasta la era del lenguaje digital, desde el Siglo de las Luces hasta el socialismo, desde el positivismo hasta el cientificismo, desde la Revolución industrial hasta la revolución informática, bajo el signo del hombre que, en tanto cumbre de todo lo existente, era capaz de descubrir, definir, explicar y dominarlo todo y de convertirse en el único propietario de la verdad respecto al mundo. El bloque socialista, la última expresión del modernismo como era, donde se creía que el universo y el ser representaban un sistema capaz de ser explorado por completo, era además dirigido por una suma de reglas, directrices o sistemas que, se pensaba, el hombre iría dominando y orientando a su beneficio. Eran los tiempos del propósito de la sociedad ideal: el comunismo, en virtud de una doctrina (el marxismo-leninismo) que se consideraba la verdad científica, según la cual se debía organizar la vida.

 “Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras - había advertido ya José Martí desde el siglo XIX -: el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados." Ya en 1887, John Rae, en su libro Contemporary Socialism (obra de consulta de José Martí) expresaba "El comunismo lleva a todo lo contrario de lo que pretende alcanzar; busca igualdad y concluye en la desigualdad, busca la supresión de los monopolios y crea un nuevo monopolio, busca aumentar la felicidad humana y en realidad la reduce. Es una utopía, y ¿por qué es una utopía? ... Porque la mayor igualdad y la mayor libertad posible solo pueden lograrse juntas"[2]

Cuba salía así de su hábitat natural, su espacio histórico-cultural, el hemisferio occidental y asimilaba una concepción orientalista, inquisitiva, semifeudal, autocrática, zarista, fundamentada en un positivismo de izquierda, de filosofía alemana, con un poco de socialismo utópico y, por supuesto, con mucho de capitán general de la colonia y del clásico dictador latinoamericano, cometiendo el error histórico, del que nos había advertido José Martí hace más de cien años, de copiar doctrinas y formas foráneas de gobierno.

De esta manera la caída del muro de Berlín significa  no solo la derrota del campo socialista en la Guerra Fría, sino además, el agotamiento de la era moderna, la era de los mitos, las ideologías, los partidos de políticas doctrinarias, aspirantes a la toma del poder, y el inicio de una era de circulación de ideas, información, concertaciones, una era sin fronteras, sin distancias, de internacionalización de los procesos productivos y de la soberanía de los individuos. En fin, la posmodernidad, donde el derecho, como ciencia social autónoma debe ejercer su imperio al servicio de la pluralidad político-social de la humanidad toda.



[1] Michael Morozov. Contra Soljenitsin. Cuatro ensayos sobre la relación entre el socialismo y libertad a propósito del Gulag. Barcelona. Icaria. 1977.
[2] José Martí. Obras completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t.3, p.