jueves, 27 de agosto de 2015

SINDROME DE LA SOSPECHA

Por Jose Alberto Olazabal

La auto-censura es la integración psicológica de la censura. Nada más (i)real en un país dominado por el autoritarismo más crudo, ese que si no amenaza, golpea; que es el método más drástico, pero no el único. Y existen escalas que se aplican según la naturaleza del infractor; una metodología de amplia ascendencia histórica, se sabe que aquí fuimos asesorados por los soviéticos, con amplia experiencia en esos dominios; adaptada y aplicada en este lado del mundo para corroborar sus resultados por los especialistas en la censura, es decir, por los que reprimen. Primero es una conversación amistosa ―con veladas amenazas―, luego las presiones continúas en el trabajo, en la escuela o en la comunidad, luego medidas disciplinarias intentando que el trasgresor se arrepienta y entre por el aro.
Existen muchos y variados métodos de control. Los medios de difusión masivos han creado por años estrategias para descalificar a aquellos que han dicho lo que no debían decir y de algún modo han sido por sus actividades públicas conocidos por la gente;también existe una continua propaganda para realzar la imagen del régimen político; está la desinformación, una vieja estrategia que manipula el caudal de noticias de las agencias extranjeras con sus variados enfoques y la adecua a las necesidades del momento, de manera que la gente de a pié, sin otro asidero que la radio, la prensa o la televisión, nunca se llega a enterar de lo que está pasando, no solo allá afuera, sino en su propio país. Aunque ya en estos tiempos y con tanta gente viajando, viviendo y regresando, maslos medios alternativos de comunicación que a pesar del intento de control del Gobierno, circulan, ese método ha perdido efectividad. Solo muy pocos, apegados a la costumbre, por conveniencia, o por alejarse del conflicto que significa saber, siguen creyendo todo lo que les dicen.
Los periodistas, son una fauna variada e interesante, ya que, si no ejercen la censura directamente, son sus ejecutores indirectos. En sentido general, trabajar en los medios en Cuba supone una adhesión total a la ideología y sus mandatos, aunque sabemos que cada cual en su fuero interno piensa lo que le da la gana. Entonces se da un fenómeno interesante y hasta cierto punto previsible, y es que muchos bordean elegantemente los temas candentes, tocan, pero solo tangencial-mente el asunto; dicen mucho para no decir nada. Si no recuerde la sensación después de haber visto un noticiero o escuchado un informativo, las noticias cambian, pero parecen dichas o escritas por la misma persona, incluso, en el lenguaje informativo se han creado una serie de expresiones o ticks, recurridos constantemente, así que en general no importa el reportero, podemos prescindir de los nombres, siempre parece la misma noticia.  Ya sabemos qué pasaría si alguien se atreviera decir lo que realmente piensa.
Con el paso de los años, esa maquinaria está completamente engrasada y funcionando, y el cuerpo social está entrenado y en condiciones de responder prestamente a cualquier sugerencia.  Un ejemplo de la realidad: a una pregunta de un periodista en las calle, las personas se cuidan muy bien de lo que van a decir, uno ve que pesan sus palabras y se esfuerzan por no rebasar el límite de lo permitido, o si sienten que su declaración se hace demasiado fina y que sus palabras podrían mal interpretarse, acuden a la socorrida frase salvadora, yo soy revolucionario…pero.
En el plano personal, esa integración llegó, a fuerza de repetirse, a ser completa en los individuos, no importaba su estatus social, nivel de cultura, profesión o tendencias ideológicas o experiencias vitales; hay un límite que no podía ser rebasado, hay cosas de las que no se pueden hablar; el policía, como dijo alguien, está en la mente. Otras manifestaciones del control tienen que ver con la vigilancia que se ejerce a todos los niveles de la sociedad, ya sabemos la utilidad de las organizaciones de masas;una mitad vigila a la otra; aunque por estos tiempos que ya corren, es imposible parar las manifestaciones de descontento y las críticas abiertas al sistema. Muchos años antes, cuando el control era absoluto, se le conocía con la típica expresión de salirle al paso.
Mas todo aquello que supone un descentramiento de la proclama oficial, y me refiero específicamente a los contenidos del arte y al trabajo de los artistas que en todas las épocas se ha nutrido de la censura; crítico, desbarrador, irónico y lúdico, pues esa es su función, es tratado en estos tiempos con mucho cuidado por los sensores designados en esta esfera, una censura que no trasciende los límites de un silencio aparente, que trata de no ser visible. Conozco en caso de un escritor cubano, con importantes premios y publicaciones, cuyo último libro fue presentado formalmente en un espacio público y en un evento de connotaciones nacionales, La Feria del Libro de La Habana, y luego de la presentación y venta, sus libros fueron retirados de las librerías y desaparecidos de la circulación, nadie sabe ahora donde descansan o si fueron hechos pulpa esencial, materia prima para otros libros por venir. Un claro indicio del miedo que un sistema siente por todo aquello que pueda contradecir su discurso y sus verdades, aun cuando estas operen en el espacio no muy extenso de los consumidores del arte.
De eso se trata, de mostrarnos una realidad ideal, compacta, total y sin fisuras, siempre en transformación creciente, triunfante en su progreso y que a todos debe complacer, pues se nos dice que todos estamos de acuerdo con ella, pues esa es la Verdad. Cosa que nunca ha existido en una sociedad de por sí diversa, complicada, conflictiva e integradora de las más disimiles visiones e interpretaciones, como cualquier colectividad en cualquier lugar del mundo.
Mucho de nuestro acontecer ha quedado sepultado al conocimiento y la divulgación, solo aquellos que tienen los medios para investigarla, saben cómo se ha ido construyendo una historia de cartón, sin contradicciones ni conflictos, sin afirmaciones concluyentes y con pruebas documentales, que de salir a la luz pública dejarían muy mal parado al Gobierno, que terminarían con la aparente solidez de un sistema, al que en silencio, una gran mayoría, cansada de la misma perorata, ha dado la espalda.
De lo que se trata es de esperar, no sé cuánto aún, ojalá ese día no esté muy lejano por los vientos que baten en el horizonte político de la actualidad cubana, no obstante se irá conociendo todo, los archivos de la Seguridad del Estado serán abiertos al escrutinio público como pasó en muchas naciones de Europa, los libros y estudios prohibidos y no publicados se conocerán cuando el muro de poder al fin se derrumbe por su propio peso. Entonces sabremos los detalles de este sueño de más de medio siglo que se nos ha ido convirtiendo en una extraña pesadilla, y podremos ir integrando poco a poco, eso que siempre llamamos de forma singular, la Historia; y saltar el muro hacia otros destinos.