lunes, 14 de noviembre de 2016

TODOS SOMOS CULPABLES

Por faaisel iglesias

Para realizar la magna obra totalitaria del Estado Socialista se hizo necesario recabar toda la experiencia de siglos de luchas de unos seres humanos contra los otros por el control económico y político. Toda la literatura, el cine, la educación estaba destinada a la construcción de un ser humano estructurado en una ideología que se creía la verdad del mundo alrededor de la cual se debía organizar la vida del país. Construir al hombre nuevo, como lo llamara el Che. Era una política, un arte y una literatura que en definitiva establecían dos tipos de seres humanos: los revolucionarios (los buenos, llamados a jugar el papel “positivo”) y los contrarrevolucionarios (los malos, a los que les correspondería jugar el papel “negativos” en el proceso.
En determinados momentos, cuando el gobierno entendía que debía considerar peligrosos a los malos de la película (porque de eso se trata también, de una gran mentira, un teatro, una película), podían ser encarcelados sin un debido proceso de ley; esto es: sin un juicio justo e imparcial. No son necesarias las pruebas de los hechos imputados, de su peligrosidad social; es suficiente la convicción moral y política del juzgador (el mismo aparato de la Seguridad del Estado) de que se trata de un contrarrevolucionario.
Los métodos de la inquisición (La ley de procedimiento penal en Cuba reconoce que los procedimientos que instrumenta son inquisitivos), el poder centralizado del conquistador español, la personalidad del dictador latinoamericano, la forma de gobierno estalinista, los métodos hitlerianos de tratar al opositor como bacteria, gusano, la utilización del aparato del Estado como instrumento intimidador, son incuestionablemente, alguno de los rasgos del Estado Socialista Cubano.

Cuentan que quien llegó a ser director de la CIA, cuando pudo constatar personalmente el holocausto hitleriano expreso: “Así que es cierto!” Es decir, el hombre que tenía toda la información en su despacho de lo que estaba sucediendo en el país fascista no podía imaginar que realmente fuera cierto. Todo estado totalitario utiliza métodos que la lógica de un demócrata no concibe.

Hoy día, cuando explico la realidad de las cárceles cubanas, el hambre del pueblo cubano, las vicisitudes de los disidentes, de la represión que sufrimos los activistas de derechos humanos, en lo más íntimo ciento que mis interlocutores no pueden concebir que sea cierto. La Seguridad del Estado llego incluso, a habilitar un apartamento en el edificio donde estaba ubicado el cine América, frente a mi casa, e instaló una guarnición permanente de agentes de la Seguridad del Estado (policía política) para vigilar mi actividad como abogado de los derechos humanos las veinte y cuatro horas del día, y tomar conocimiento de todo el que osara entrar a mi casa. Como si de un apestado se tratara, como si de un criminal. Para eso procuraban la colaboración de los vecinos “revolucionarios” y delincuentes. A los primeros los comprometían con el trabajo sucio y a los segundo los chantajeaban. A decir verdad, en mi caso,  poco se prestaron para semejante designio. Sin embargo, esa no ha sido la regla general. Hijos contra padres, esposa contra esposos, amigos contra amigos, vecinos contra vecinos ha sido la realidad.
Muchos años después en el exilio me encontré con uno de aquellos “acuartelados” en el apartamento del edificio del cine América para vigilar al “abogado contrarrevolucionario.” Se trataba de un boxeador que me contó como entraban a mi casa, sustraían documentos, intimidaban visitantes, amenazaban a mi novia. Veinte años después se compadecía del sufrimiento al que había contribuido a someterme. Y me pedía ayuda para legalizar su estatus migratorio, ahora en los Estados Unidos como un exiliado más del régimen.

Científicos e historiadores hablan de lo peligroso que es el Estrecho de la Florida. Muchos documentales narran lo mortales que son las embestidas de los tiburones en alta mar. Todos podemos imaginar lo pobre que resulta una simple lona ante un mal tiempo. Cientos, miles de cubanos se han lanzado a cruzar el Estrecho de la Florida en los más inconcebibles objetos: la goma de un auto, una palizada, una balsa hecha con objetos rústicos, un automóvil sellado, etc. Pero lo que resulta inimaginable para el ser humano es el sufrimiento, que lleva a un pueblo a echarse a un mar endemoniado en tales circunstancias. La muerte por inanición, las mordidas de los tiburones, las escoltas de delfines, el hijo que se cae de los brazos de la madre parece que no llega a la sensibilidad de aquellos que, aun hoy, muestran respeto o simpatías por la “Revolución Cubana” y el “Estado Socialista.”.
Pasa el tiempo y los recuerdos, las historias que me contaban mis clientes y algunos compañeros de detenciones no se van de mi memoria:

“Mi hermano se paró en medio de la balsa por la madrugada. Hacia una semana que no veíamos más que cielo y agua. Me dijo: Voy a la cocina a tomar agua. Y se tiró al mar, como si pudiera caminar sobre las olas. No lo vi mas.”

“Mi mujer cogió a mi hijo y me dijo que iba a la cocina a freír unos huevos. Sentí los zarpazos, la pelea de los tiburones por mi mujer y mi hijo.”

Cada pueblo tiene el gobierno que se merece, se dice y se repite por generaciones. Creo que los niños del Remolcador 13 de Marzo, hundido a ojos vistas del Malecón Habanero por las Fuerzas Guardafronteras del Gobierno Cubano, no merecían esa muerte. El ser humano parece ser la especie que mas tropieza con la misma piedra. El empuje, la creatividad, la amplitud del Estado Socialista no puede ser desarrollado solo por un grupo de hombres pervertidos encaramados en el poder. Todo el pueblo, desde los primeros vigilantes del CDR, hasta el ideólogo del Partido, unidos al aparato del Estado Socialista es responsable de la anulación de la individualidad, de la represión, del sufrimiento de generaciones tras generaciones. Se trata de una culpa común. De un dolor dilatado.  Y esa responsabilidad histórica el pueblo cubano la está pagando de una u otra manera. Ya los hijos de los revolucionarios son los primeros contrarrevolucionarios, viven en el exilio. La Patria ha perdido a millones de sus hijos científicos, artistas, deportistas, obreros calificados. Los jóvenes se van del país por los medios más insospechados. La sociedad cubana esta envejecida. La solución es la evasión. Han perdido la fe en su tierra y se van al Norte, en busca del Sueño Americano.

martes, 8 de noviembre de 2016

EL PARTIDO COMUNISTA: VANGUARDIA Y RETAGUARDIA DE LA SOCIEDAD

Por faisel iglesias

La existencia de un solo partido, significa, por lógica,  vanguardia y al mismo tiempo la retaguardia de la sociedad. Los bolcheviques rusos, creadores de esta concepción de sociedad, estado y derecho, insistían en destruir el viejo Estado y construir otro que persiguiera una sociedad sin Estado y sin derecho; la sociedad comunista. Alegaban además, que el camino para arribar a esa nueva sociedad era la dictadura; la dictadura de la clase obrera (en un país feudal, sin obreros, en pleno siglo XX).
Una dictadura que paradójicamente llamaban democrática, en virtud de una logomaquia, que denominaban “centralismo  democrático”, de mando único y vertical, de la clase obrera, en alianza con los campesinos pobres (a quienes empobrecieron aun mas quitándoles las tierras, formando las improductivas granjas estatales) y crear una nueva clase obrera, sin fabricas, en los campos, dependiente del Estado y organizada en un partido único, el Partido Comunista, que se  fundamentaba  en una ideología política que se consideraba la verdad del mundo, contra el capital y su clase privilegiada; la burguesía. Un partido único que por la ausencia de competidores, por la lógica formal de Platón, no podía ser otra cosa que la vanguardia y al mismo tiempo, la retaguardia de esa sociedad. Alegaban pretender la sociedad comunista, sin estado, paradójicamente fortaleciendo el estado socialista, la dictadura socialista, en virtud de un régimen totalitario. Como si alguna lógica pudiera justificar el hecho de que fortaleciendo el estado, al punto de hacerlo un estado totalitario, se pueda lograr una sociedad sin estado. Es decir, como si echando agua a un embase no se persiguiera construir un lago, sino un cayo.
En definitiva el marxismo-leninismo no tenía otro fin que utilizar el poder de una ideología, de las ideas para despojar al hombre de su propia cabeza, para aniquilar al hombre. Todo el andamiaje teórico del llamado socialismo real sucumbe ante sus propias contradicciones. Su falta de visión, su incapacidad para comprender la historia, su idealismo, su voluntarismo revolucionario, su perversidad, su propósito de convertirlo todo en un instrumento del poder significó uno de los regímenes más crueles e incapaces que ha conocido la humanidad.
 El Partido, expresión de una ideología, de una doctrina, en este caso el marxismo-leninismo, que se consideraba la verdad del universo, la vanguardia organizada, se atribuye el derecho de aplastar “a los enemigos de clases” deshumanizándolos, negándoles el derecho a dirigirse por sus propias cabezas, rebajándolos a la condición de “gusanos”, “bacterias”, como lo hizo su otro extremo ideológico: los nazis.
Tal aberración jurídica de erigir en Soberano a un Partido Político  está consagrada hoy en Cuba, en el Artículo 5 de la mal llamada  Constitución Socialista de la Republica de Cuba.  Se trata de fundir todos los ámbitos en un solo bloque monolítico e imponer una dirección común, desde la economía hasta la política y la cultura, mediante una sola institución, el Partido.
El castrismo, instrumento que institucionalizó esa forma arcaica y foránea de gobierno en la isla de Cuba, ha reducido al individuo a una dependencia infantil, donde el padre de todos los cubanos, como lo calificara el propio Raúl Castro, no solo es el jefe del Estado, el líder del Partido, el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, el líder de la Revolución, sino la inteligencia de la Nación, la dignidad de Patria, el mejor intérprete de la historia, el infalible. Se trata de una dependencia además, primitiva, donde todos los deberes y derechos emanan de su personalidad (el soberano), que acaba por cercenar la capacidad de pensar del ser humano. Ha hecho desaparecer la concepción republicana del estado, el derecho ha sido rebajado a la condición de mero instrumento del poder político coyuntural, donde a los seres humanos les resulta imposible el ejercicio de sí mismo.

“El régimen político se ha impregnado de un erotismo de la vida familiar, como diría Freud. Es decir, de íntimos afectos y emociones que mantienen relativamente unido al país como si fuera una familia nacional, encabezada por un padre que ejerce autoridad a la vez que inspira y recibe afecto ampliamente.”[1],  Es además un férreo poder que se sostiene por la fuerza, por el miedo. Si no vas a los mítines y aplaudes al tirano, pierdes el trabajo. Pierdes la universidad, porque “la universidad es para los revolucionarios.” Descaradamente, y para justificar la anulación del individuo, la destrucción de la célula fundamental de la sociedad, la familia, la propaganda castrista expresa que al Estado Socialista… al “integrar a todos es de esperarse que se acentué algo que es común en muchos países, a saber, una confusión entre los afectos públicos y los privados, invasiones frecuentes de lo intimo en lo público y de lo público en lo intimo”[2]...

La naturaleza totalitaria, dictatorial del régimen también la reconocen los ideólogos del castrismo, como si de otra religión se tratara. A tales efectos expresa el citado Héctor Meléndez: …“el sistema cubano es sui generis y complejo; es un sistema de alianzas, solidaridades, ideología, símbolos y distribución económica (debiera decir hambre como instrumento de control)[3] protegido por millones de personas (debiera decir, dirigido a millones de personas, a todo el pueblo)[4] capacitadas militarmente en grados diversos y unas fuerzas armadas de alta calidad.”[5]
En su visita la Asunción, Paraguay, en julio de 2015, el Papa Francisco expreso:
“No sirve una mirada ideológica. Las ideologías terminan mal, no sirven. Las ideologías tienen una relación o incompleta o enferma o mala con el pueblo. Las ideologías no asumen al pueblo”
“Fíjense en el siglo pasado, en qué terminaron las ideologías”, se preguntó el Papa Francisco. “En dictaduras, siempre en dictaduras, siempre”, respondió
“Piensan por el pueblo pero no dejan pensar al pueblo”, añadió el Papa. “O como decía aquel agudo crítico de la ideología, cuando le dijeron: “si pero esta gente tienen buena voluntad y quiere hacer cosas por el pueblo”. Sí, sí, todo por el pueblo pero nada con el pueblo. Estas son las ideologías”, concluyó el Papa.



[1] Héctor Meléndez. El Partido-Estado en Cuba y otros ensayos sobre cultura y política de hoy. Ediciones Mágicas 2006. Publicaciones Puertorriqueñas, Inc. Rio Piedras, San Juan, Puerto Rico.
[2] Héctor Meléndez. Obra citada.
[3] El subrayado es nuestro)
[4] El subrayado es nuestro.
[5] Héctor Meléndez. Obra citada.