Por faisel iglesias
“El régimen político se ha impregnado de un erotismo de la vida familiar, como diría Freud. Es decir, de íntimos afectos y emociones que mantienen relativamente unido al país como si fuera una familia nacional, encabezada por un padre que ejerce autoridad a la vez que inspira y recibe afecto ampliamente.”[1], Es además un férreo poder que se sostiene por la fuerza, por el miedo. Si no vas a los mítines y aplaudes al tirano, pierdes el trabajo. Pierdes la universidad, porque “la universidad es para los revolucionarios.” Descaradamente, y para justificar la anulación del individuo, la destrucción de la célula fundamental de la sociedad, la familia, la propaganda castrista expresa que al Estado Socialista… al “integrar a todos es de esperarse que se acentué algo que es común en muchos países, a saber, una confusión entre los afectos públicos y los privados, invasiones frecuentes de lo intimo en lo público y de lo público en lo intimo”[2]...
La existencia de un solo partido,
significa, por lógica, vanguardia y al
mismo tiempo la retaguardia de la sociedad. Los bolcheviques rusos, creadores
de esta concepción de sociedad, estado y derecho, insistían en destruir el
viejo Estado y construir otro que persiguiera una sociedad sin Estado y sin
derecho; la sociedad comunista. Alegaban además, que el camino para arribar a esa
nueva sociedad era la dictadura; la dictadura de la clase obrera (en un país
feudal, sin obreros, en pleno siglo XX).
Una dictadura que paradójicamente
llamaban democrática, en virtud de una logomaquia, que denominaban
“centralismo democrático”, de mando
único y vertical, de la clase obrera, en alianza con los campesinos pobres (a
quienes empobrecieron aun mas quitándoles las tierras, formando las
improductivas granjas estatales) y crear una nueva clase obrera, sin fabricas,
en los campos, dependiente del Estado y organizada en un partido único, el
Partido Comunista, que se fundamentaba en una ideología política que se consideraba la
verdad del mundo, contra el capital y su clase privilegiada; la burguesía. Un
partido único que por la ausencia de competidores, por la lógica formal de
Platón, no podía ser otra cosa que la vanguardia y al mismo tiempo, la
retaguardia de esa sociedad. Alegaban pretender la sociedad comunista, sin
estado, paradójicamente fortaleciendo el estado socialista, la dictadura socialista,
en virtud de un régimen totalitario. Como si alguna lógica pudiera justificar
el hecho de que fortaleciendo el estado, al punto de hacerlo un estado
totalitario, se pueda lograr una sociedad sin estado. Es decir, como si echando
agua a un embase no se persiguiera construir un lago, sino un cayo.
En definitiva el marxismo-leninismo no
tenía otro fin que utilizar el poder de una ideología, de las ideas para despojar
al hombre de su propia cabeza, para aniquilar al hombre. Todo el andamiaje
teórico del llamado socialismo real sucumbe ante sus propias contradicciones. Su
falta de visión, su incapacidad para comprender la historia, su idealismo, su
voluntarismo revolucionario, su perversidad, su propósito de convertirlo todo
en un instrumento del poder significó uno de los regímenes más crueles e
incapaces que ha conocido la humanidad.
El Partido, expresión de una ideología, de una
doctrina, en este caso el marxismo-leninismo, que se consideraba la verdad del
universo, la vanguardia organizada, se atribuye el derecho de aplastar “a los
enemigos de clases” deshumanizándolos, negándoles el derecho a dirigirse por
sus propias cabezas, rebajándolos a la condición de “gusanos”, “bacterias”,
como lo hizo su otro extremo ideológico: los nazis.
Tal aberración jurídica de erigir en
Soberano a un Partido Político está
consagrada hoy en Cuba, en el Artículo 5 de la mal llamada Constitución Socialista de la Republica de
Cuba. Se trata de fundir todos los
ámbitos en un solo bloque monolítico e imponer una dirección común, desde la
economía hasta la política y la cultura, mediante una sola institución, el
Partido.
El castrismo, instrumento que
institucionalizó esa forma arcaica y foránea de gobierno en la isla de Cuba, ha
reducido al individuo a una dependencia infantil, donde el padre de todos los
cubanos, como lo calificara el propio Raúl Castro, no solo es el jefe del
Estado, el líder del Partido, el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, el
líder de la Revolución, sino la inteligencia de la Nación, la dignidad de
Patria, el mejor intérprete de la historia, el infalible. Se trata de una
dependencia además, primitiva, donde todos los deberes y derechos emanan de su
personalidad (el soberano), que acaba por cercenar la capacidad de pensar del
ser humano. Ha hecho desaparecer la concepción republicana del estado, el
derecho ha sido rebajado a la condición de mero instrumento del poder político
coyuntural, donde a los seres humanos les resulta imposible el ejercicio de sí
mismo.“El régimen político se ha impregnado de un erotismo de la vida familiar, como diría Freud. Es decir, de íntimos afectos y emociones que mantienen relativamente unido al país como si fuera una familia nacional, encabezada por un padre que ejerce autoridad a la vez que inspira y recibe afecto ampliamente.”[1], Es además un férreo poder que se sostiene por la fuerza, por el miedo. Si no vas a los mítines y aplaudes al tirano, pierdes el trabajo. Pierdes la universidad, porque “la universidad es para los revolucionarios.” Descaradamente, y para justificar la anulación del individuo, la destrucción de la célula fundamental de la sociedad, la familia, la propaganda castrista expresa que al Estado Socialista… al “integrar a todos es de esperarse que se acentué algo que es común en muchos países, a saber, una confusión entre los afectos públicos y los privados, invasiones frecuentes de lo intimo en lo público y de lo público en lo intimo”[2]...
La naturaleza totalitaria,
dictatorial del régimen también la reconocen los ideólogos del castrismo, como
si de otra religión se tratara. A tales efectos expresa el citado Héctor
Meléndez: …“el sistema cubano es sui generis y complejo; es un sistema de
alianzas, solidaridades, ideología, símbolos y distribución económica (debiera decir hambre como instrumento de
control)[3]
protegido por millones de personas (debiera
decir, dirigido a millones de personas, a todo el pueblo)[4]
capacitadas militarmente en grados diversos y unas fuerzas armadas de alta
calidad.”[5]
En
su visita la Asunción, Paraguay, en julio de 2015, el Papa Francisco expreso:
“No sirve una mirada
ideológica. Las ideologías terminan mal, no sirven. Las ideologías tienen una
relación o incompleta o enferma o mala con el pueblo. Las ideologías no asumen
al pueblo”
“Fíjense en el siglo
pasado, en qué terminaron las ideologías”, se preguntó el Papa Francisco. “En
dictaduras, siempre en dictaduras, siempre”, respondió
“Piensan por el pueblo pero
no dejan pensar al pueblo”, añadió el Papa. “O como decía aquel agudo crítico
de la ideología, cuando le dijeron: “si pero esta gente tienen buena voluntad y
quiere hacer cosas por el pueblo”. Sí, sí, todo por el pueblo pero nada con el
pueblo. Estas son las ideologías”, concluyó el Papa.
[1] Héctor Meléndez. El Partido-Estado en Cuba y otros ensayos sobre
cultura y política de hoy. Ediciones Mágicas 2006. Publicaciones
Puertorriqueñas, Inc. Rio Piedras, San Juan, Puerto Rico.
[2] Héctor Meléndez. Obra citada.
[3] El subrayado es nuestro)
[4] El subrayado es nuestro.
[5] Héctor Meléndez. Obra citada.
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