miércoles, 10 de diciembre de 2008

LA BEATIFICACION DEL PADRE OLALLO

El Padre de los Pobres, Fray José Olallo Valdés, fue beatificado durante una multitudinaria misa oficiada frente a la Iglesia situada en la Plaza de Libertad de la ciudad de Camagüey, el 29 de noviembre, por el Prefecto Emérito de la Congregación para la Causa de los Santos, Cardenal José Saraiva Martins, el Cardenal Jaime Ortega y el Arzobispo Juan García.
El Presidente Raúl Castro asistió a la ceremonia de tres horas de duración, que se inició con la revelación de la imagen del nuevo Beato, el tañido de las campanas de las iglesias de la ciudad y el lanzamiento al aire de palomas y globos, y concluyó con la procesión que trasladó los restos a la Iglesia de San Juan de Dios, donde se encontraban desde 2004, en un recorrido inusual de 2 kilómetros.
Los cubanos de Camagüey y los llegados de todas partes del país y la diáspora desbordaron en entusiasmo y alegría, con una espontaneidad en desuso desde hace años en nuestro país. La mayoría estaba movida por sus sentimientos religiosos, aunque no faltaría quienes asistieron por curiosidad y otros quizás movilizados, como tradicionalmente se hace acá, por la Seguridad del Estado y las organizaciones políticas y de masas. No obstante, primó seguramente el respeto y el honor de acoger al primer beato de Cuba.
Indudablemente, las enseñanzas del Papa Juan Pablo II, durante la histórica visita efectuada en enero de 1998, con su sabiduría y prestigio comenzaron la apertura para los fieles de la Iglesia Católica Cubana, y ungieron a los ciudadanos de fe, esperanzas y recuperación de la autoestima. El gran Wojtyla polaco se reunió con miles de jóvenes en esa Plaza Ignacio Agramonte, donde convocó a: “¡Qué Cuba eduque a sus jóvenes en la virtud y la libertad para que pueda tener un futuro de auténtico desarrollo humano integral en un ambiente de paz duradera!¨.
Asimismo señaló: “Queridos jóvenes católicos: este es todo un programa de vida personal y social fundado en la caridad, la humildad y el sacrificio, teniendo como razón última servir al Señor”. Eso fue la vida del Beato Olallo nacido el 12 de febrero de 1820 en La Habana, y como todos quienes entonces llevaban el apellido Valdés, abandonado un mes después en la Casa-Cuna de San Juan. Entró en la Orden de los Hermanos de San Juan de Dios por su vocación religiosa de consagrarse al cuidado de enfermos y marginados. A los 15 años comenzó su noble labor en el hospital de igual nombre en Puerto Príncipe, hoy Camagüey, y falleció el 7 de marzo de 1889 en su humilde celda del lugar.
Los honores a Fray Olallo a través de la historia se plasman en 1901, cuando el Ayuntamiento de Camagüey designó la Calle de los Pobres y la Plaza San Juan de Dios con el nombre de Padre Olallo. El 27 de noviembre de 1999, la Orden Hospitalaria de los Hermanos de San Juan de Dios fundó en la ciudad el Hospital de Ancianos Padre Olallo. El hecho más renombrado del Padre Olallo fue la recuperación del cadáver del Mayor General Ignacio Agramante, el 12 de mayo de 1873, cuando fue tirado enfangado y sangriento en la plaza frente al hospital. Hoy ambos constituyen inspiración para todos los cubanos a fin de llevar una vida honorable, laboriosa para la familia y la Patria. La ceremonia de beatificación fue retransmitida en horas de la noche de los días 29 y 30 de noviembre por el Canal Educativo 2, mientras los periódicos Granma y Juventud Rebelde, desde el 28 anunciaron su realización, así como publicaron la síntesis biográfica de Fray Olallo y artículos referidos a su persona.
Esto debería ser el antecedente de conferir espacios a la Iglesia Católica en el Trienio Preparatorio a los 400 años del hallazgo, en 1612, y la presencia de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, iniciado este año 2008 con el lema: “María de la Caridad, regalo de Dios para nuestro pueblo”. En estos momentos, cuando los cubanos vivimos la crisis más profunda de la historia de nuestro país, y los habitantes de las zonas devastadas por los huracanes Gustav, Ike y Paloma sufren grandes carencias, la Iglesia Católica Cubana, incluida la Arquidiócesis de Miami, tiene un papel fundamental en la reconstrucción moral, física e intelectual y, sobre todo, en la reconciliación de los cubanos donde quiera que se encuentren.

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