¿Mejorará la situación de los derechos humanos en Cuba durante la administración de Obama?
Casi al cumplirse medio siglo del triunfo revolucionario que respaldó con pasión desbordada en enero de 1959, la doctora Martha Frayde prefiere pensar en esta etapa histórica como "un interregno'', un espacio de tiempo en el que Cuba ha vivido congelada, sin libertades democráticas ni derechos ciudadanos.
"Hace 50 años nadie pensó que llegaría a presenciar esta desintegración nacional, este deterioro tan terrible de la vida de los cubanos'', comenta Frayde con la serenidad que le proporcionan sus 88 años. "Las personas que vayan a tener responsabilidad ejecutiva en una Cuba futura deberán hacer una radiografía de lo que ha sucedido en estos años para saber por dónde conducir al país: será una tarea extremadamente difícil''.
Reacia a las entrevistas, Frayde habló con El Nuevo Herald en la sala de su apartamento en Madrid, repleto de libros y motivos cubanos. En las paredes de la sala cuelgan cuadros de Amelia Peláez y de Wifredo Lam, su gran amigo. El pasado año entregó 49 cuadros de su valiosa colección a la Universidad de Miami y aguarda por un trámite para completar el donativo de los que aún tiene en su poder.
Está ya recuperada de una reciente cirugía ortopédica, pero camina aún con dificultad, apoyándose en andadores. Mantiene la mente lúcida y no ha pedido la sonrisa ni su capacidad de ironizar.
"Yo nací de pie, y los que veníamos de pie teníamos suerte'', dice jocosamente. "Y realmente no puedo pedirle más a la vida''.
Militante del Partido Ortodoxo y protagonista de primera fila en la revolución de Fidel Castro, impulsora del proyecto del Hospital Nacional y la Escuela de Enfermería de La Habana, representante de Cuba en la UNESCO hasta 1965, Frayde discrepó del rumbo totalitario del régimen y renunció a su puesto en París. Desoyendo las recomendaciones de sus amigos cercanos, volvió a La Habana, se reincorporó al ejercicio de la medicina y comenzó a ventilar sus discrepancias públicamente.
Decidió que quería marcharse del país, pero Fidel Castro se negó a otorgarle el permiso de salida.
"Entonces comencé a reunirme con personas que estaban inconformes con la situación del país; nos veíamos en el parque de 17 y K [barrio habanero del Vedado] para que pareciera un encuentro de amigos en un lugar público'', recuerda. "Siempre con la idea de desafiar al régimen pacíficamente, porque la violencia caracterizó la vida republicana, el propio Movimiento 26 de Julio se inició con violencia y llegó al poder con violencia, y eso no ha sido nada positivo para la nación''.
Así se gestó el movimiento de derechos humanos, que el 28 de enero de 1976 fundó su primer grupo de activismo pacifista: el Comité Cubano Pro Derechos Humanos (CCDH), establecido por Frayde y el profesor Ricardo Bofill. A ellos se sumaron el ex diplomático y asaltante del Cuartel Moncada Gustavo Arcos Bergnes, y el profesor Elizardo Sánchez Santacruz.
"Nuestro aporte quedará para la historia'', afirma "Tuvimos la determinación de enfrentarnos con valentía al régimen en momentos en que eso costaba muy caro''.
Pocos tiempo después, el 10 de julio de 1976, Frayde fue a la cárcel bajo acusaciones de reunión con contrarrevolucionarios, vínculos con agentes de la CIA e intento de salida ilegal del país. La condenaron a 29 años y cumplió tres años y cuatro meses en la prisión Nuevo Amanecer antes de salir en libertad y marchar al exilio en España, en diciembre de 1979.
"Agradezco a la vida haber estado en la cárcel'', confiesa Frayde, que pasó nueve meses en una celda preventiva de cinco por seis metros, hacinada junto a una treintena de presas comunes. "Como médico no había tratado al pueblo cubano en los estratos más bajos, y puedo decir soy un ser humano más comprensivo después de pasar por esa experiencia, más propia de un manicomio de un centro penitenciario''.
En el exilio, Frayde ha sido una incansable promotora del CCDH, denunciando las violaciones del régimen cubano y reclamando la liberación de los presos políticos: "Cuando salí de la cárcel sabía que era imposible quedarme allí y tenía la esperanza de hacer algo por Cuba desde afuera, con una causa que pudiera unir a todos los cubanos, más allá de las controversias políticas e ideológicas''.
Una de sus contribuciones fundamentales ha sido la confección del boletín del CCDH, que desde 1989 se distribuye trimestralmente, con documentos, informaciones y denuncias de la situación de Cuba. Lo realiza desde su apartamento en Madrid, ‘‘sin computadora y sin internet, porque en cuanto a las nuevas tecnologías me quedé en el fax, soy de la era de la carreta''.
"Cuba vive un momento de parálisis política total'', señala la activista. ‘‘Los ciclones han acabado de remachar la situación económica y uno se pregunta con incredulidad hasta dónde puede llegar la capacidad de resistencia del pueblo cubano''.
Frayde se remonta a los días de la eclosión revolucionaria y la llegada de Fidel Castro al poder. Su grado de confianza con el líder cubano llegó al punto de que Castro le entregó una nota de puño y letra para el acceso de manera permanente a su presencia física, en enero de 1959, y le comisionó personalmente la construcción del Hospital Nacional "Enrique Cabrera''. El cheque de $5 millones entregado por la firma Gravi para la edificación fue incluso ordenado a nombre de Frayde.
"Los cubanos nos dejamos pisotear por enamorarnos de su personalidad: fue una especie de anestesia colectiva que nos invadió a todos'', rememora. "Yo quería hacer algo grande por mi país, modernizar las estructuras de los hospitales, extender la salud pública a los lugares más remotos, crear la carrera de auxiliares de enfermeras... Creo que logré cosas importantes, pero estaba muy inmersa en el trabajo y vine a darme cuenta de la deformación del proceso con posterioridad. Fidel Castro nos engañó a todos, empezando por mí. Los visionarios del primer momento fueron la minoría''.
--¿Cuál fue el momento que marcó su ruptura?
--‘‘Mis discrepancias empezaron con el Ministerio de Salud Pública, pero el conflicto espiritual que me llevó a romper con el régimen fue la Crisis de los Misiles en 1962, cuando vi la posibilidad de una destrucción del mundo a merced de las ambiciones políticas y totalitarias de Fidel''.Casi al cumplirse medio siglo del triunfo revolucionario que respaldó con pasión desbordada en enero de 1959, la doctora Martha Frayde prefiere pensar en esta etapa histórica como "un interregno'', un espacio de tiempo en el que Cuba ha vivido congelada, sin libertades democráticas ni derechos ciudadanos.
"Hace 50 años nadie pensó que llegaría a presenciar esta desintegración nacional, este deterioro tan terrible de la vida de los cubanos'', comenta Frayde con la serenidad que le proporcionan sus 88 años. "Las personas que vayan a tener responsabilidad ejecutiva en una Cuba futura deberán hacer una radiografía de lo que ha sucedido en estos años para saber por dónde conducir al país: será una tarea extremadamente difícil''.
Reacia a las entrevistas, Frayde habló con El Nuevo Herald en la sala de su apartamento en Madrid, repleto de libros y motivos cubanos. En las paredes de la sala cuelgan cuadros de Amelia Peláez y de Wifredo Lam, su gran amigo. El pasado año entregó 49 cuadros de su valiosa colección a la Universidad de Miami y aguarda por un trámite para completar el donativo de los que aún tiene en su poder.
Está ya recuperada de una reciente cirugía ortopédica, pero camina aún con dificultad, apoyándose en andadores. Mantiene la mente lúcida y no ha pedido la sonrisa ni su capacidad de ironizar.
"Yo nací de pie, y los que veníamos de pie teníamos suerte'', dice jocosamente. "Y realmente no puedo pedirle más a la vida''.
Militante del Partido Ortodoxo y protagonista de primera fila en la revolución de Fidel Castro, impulsora del proyecto del Hospital Nacional y la Escuela de Enfermería de La Habana, representante de Cuba en la UNESCO hasta 1965, Frayde discrepó del rumbo totalitario del régimen y renunció a su puesto en París. Desoyendo las recomendaciones de sus amigos cercanos, volvió a La Habana, se reincorporó al ejercicio de la medicina y comenzó a ventilar sus discrepancias públicamente.
Decidió que quería marcharse del país, pero Fidel Castro se negó a otorgarle el permiso de salida.
"Entonces comencé a reunirme con personas que estaban inconformes con la situación del país; nos veíamos en el parque de 17 y K [barrio habanero del Vedado] para que pareciera un encuentro de amigos en un lugar público'', recuerda. "Siempre con la idea de desafiar al régimen pacíficamente, porque la violencia caracterizó la vida republicana, el propio Movimiento 26 de Julio se inició con violencia y llegó al poder con violencia, y eso no ha sido nada positivo para la nación''.
Así se gestó el movimiento de derechos humanos, que el 28 de enero de 1976 fundó su primer grupo de activismo pacifista: el Comité Cubano Pro Derechos Humanos (CCDH), establecido por Frayde y el profesor Ricardo Bofill. A ellos se sumaron el ex diplomático y asaltante del Cuartel Moncada Gustavo Arcos Bergnes, y el profesor Elizardo Sánchez Santacruz.
"Nuestro aporte quedará para la historia'', afirma "Tuvimos la determinación de enfrentarnos con valentía al régimen en momentos en que eso costaba muy caro''.
Pocos tiempo después, el 10 de julio de 1976, Frayde fue a la cárcel bajo acusaciones de reunión con contrarrevolucionarios, vínculos con agentes de la CIA e intento de salida ilegal del país. La condenaron a 29 años y cumplió tres años y cuatro meses en la prisión Nuevo Amanecer antes de salir en libertad y marchar al exilio en España, en diciembre de 1979.
"Agradezco a la vida haber estado en la cárcel'', confiesa Frayde, que pasó nueve meses en una celda preventiva de cinco por seis metros, hacinada junto a una treintena de presas comunes. "Como médico no había tratado al pueblo cubano en los estratos más bajos, y puedo decir soy un ser humano más comprensivo después de pasar por esa experiencia, más propia de un manicomio de un centro penitenciario''.
En el exilio, Frayde ha sido una incansable promotora del CCDH, denunciando las violaciones del régimen cubano y reclamando la liberación de los presos políticos: "Cuando salí de la cárcel sabía que era imposible quedarme allí y tenía la esperanza de hacer algo por Cuba desde afuera, con una causa que pudiera unir a todos los cubanos, más allá de las controversias políticas e ideológicas''.
Una de sus contribuciones fundamentales ha sido la confección del boletín del CCDH, que desde 1989 se distribuye trimestralmente, con documentos, informaciones y denuncias de la situación de Cuba. Lo realiza desde su apartamento en Madrid, ‘‘sin computadora y sin internet, porque en cuanto a las nuevas tecnologías me quedé en el fax, soy de la era de la carreta''.
"Cuba vive un momento de parálisis política total'', señala la activista. ‘‘Los ciclones han acabado de remachar la situación económica y uno se pregunta con incredulidad hasta dónde puede llegar la capacidad de resistencia del pueblo cubano''.
Frayde se remonta a los días de la eclosión revolucionaria y la llegada de Fidel Castro al poder. Su grado de confianza con el líder cubano llegó al punto de que Castro le entregó una nota de puño y letra para el acceso de manera permanente a su presencia física, en enero de 1959, y le comisionó personalmente la construcción del Hospital Nacional "Enrique Cabrera''. El cheque de $5 millones entregado por la firma Gravi para la edificación fue incluso ordenado a nombre de Frayde.
"Los cubanos nos dejamos pisotear por enamorarnos de su personalidad: fue una especie de anestesia colectiva que nos invadió a todos'', rememora. "Yo quería hacer algo grande por mi país, modernizar las estructuras de los hospitales, extender la salud pública a los lugares más remotos, crear la carrera de auxiliares de enfermeras... Creo que logré cosas importantes, pero estaba muy inmersa en el trabajo y vine a darme cuenta de la deformación del proceso con posterioridad. Fidel Castro nos engañó a todos, empezando por mí. Los visionarios del primer momento fueron la minoría''.
--¿Cuál fue el momento que marcó su ruptura?
--¿Cuál es su visión personal sobre Castro desde los días del Partido Ortodoxo?
--‘‘Es un hombre a quien le gustó siempre rodearse de gente inferior a su capacidad intelectual y que siempre estuviera dispuesta a asumir lo que él proyectaba, sin análisis crítico. Desde los días de la lucha armada, su movimiento no dudó en liquidar a todo el que se le enfrentaba. Los libros que leía siempre fueron para sacar ejemplos aplicables a sus objetivos de lucha. Era un hombre bien ortodoxo en sus lecturas''.
Frayde se opone a un Nüremberg cubano para aplicar justicia por los desmanes cometidos durante el régimen comunista.
"A largo plazo lo que necesita un país es algo más que un proceso de Nüremberg. Hay que darle esperanzas al pueblo y habrá que actuar con mucha paciencia, tolerancia e inteligencia, poniendo por encima los deseos de hacer avanzar al país. Pero aunque anhelo volver a una Cuba democrática, no se si mis años me lo permitirán''.
--¿Y Fulgencio Batista? ¿Cuál será el juicio definitivo de la historia?
--‘‘Como figura histórica se va a favorecer de los errores de Fidel Castro por estos 50 años. Fidel Castro lo ha dejado chiquito como dictador''.
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