martes, 17 de junio de 2008

ADMIRACION AL CHE

por Alberto Müller

Mi estimado Carlos Manuel de Céspedes: Leo con profunda preocupación tus palabras de admiración por el Che Guevara. Y con el respeto que me merece tu investidura sacerdotal católica, debo confesarte que a mi mente llegan algunos recuerdos que quiero compartir contigo.
La primera asociación a tu nota de admiración por el Che, me hizo recordar aquellas loas a Stalin, de algunos de los poetas y escritores de vanguardia de la primera mitad del siglo XX.
¿Te recuerdas de los versos de Neruda al camarada Stalin, que leídos hoy producen un estupor denigrante?
Hasta el propio Pablo Neruda, Premio Nobel de Literatura y poeta de excelencias, murió avergonzado de aquellos cantos inmerecidos al dictador ruso.
Para muchos Stalin era todavía el gran revolucionario, amigo de los pobres y un genio militar contra el nazismo. Todavía no se conocía en toda su magnitud al verdadero Stalin, siniestro y torturador, que carecía de límites para exterminar a sus aliados y enemigos, mientras se presentaba ante las masas como el salvador de los pobres y el gran aliado del proletariado.
La historia recopila una cifra escalofriante de alrededor de doce millones de víctimas del estalinismo en Rusia y los países vecinos. Inclusive Stalin superó a Hitler en la cifra de seres humanos asesinados en el siglo XX, que ya es mucho decir.
¡Qué dos asesinos, Stalin y Hitler, que se decían amantes de las masas y de los pobres!
Debo aclararte que me parece estupendo cualquier admiración por un profeta, pastor, líder político o pensador que profese amor hacia los pobres y se comprometa con la justicia social.
Nuestro Jesús puso a los pobres en el centro de su carisma y de su apostolado, pero jamás lo vimos abrigar un rasgo de violencia autoritario o discriminatorio en su corazón.
La Madre Teresa de Calcuta se arrodilló humildemente ante los pobres para crear una obra de amor universal, pero nunca escuchamos de ella un acento de dureza contra nadie.
Mi segunda asociación a tus palabras de admiración me llevan a coincidir contigo en “no eludir las motivaciones” que tuvo el Che para asumir los excesos de violencia revolucionaria que marcaron los hechos de su vida, que reconoces.
Permíteme que te ayude a revisar esa motivaciones conocidas..
Si conocieras un poco más de ese trozo de historia cubana, que confiesas desconocer porque te encontrabas en el seminario de La Habana y posteriormente en el de Roma, no dirías que en el Che y en el grupo guerrillero de la Sierra Maestra no había ambición desmesurada y violencia arbitraria:
Revisa la historia de las relaciones del Che y Fidel con Frank País, Jorge Sotus y Ramos Latour, que ya son de conocimiento público. El famoso centralismo autoritario de la Sierra contra el civilismo democrático del Llano. Lee con calma los documentos que Frank País enviaba a la Sierra y como el Che y Fidel se indignaban con ellos por la profesión democrática de los mismos.
Analiza las discrepancias del Che y Fidel con José Antonio Echeverría y el Directorio 13 de Marzo desde el Pacto de México. La acción en que muere José Antonio, todavía su cadáver insepulto, fue considerada desde la Sierra Maestra como “un acto putchista contra la revolución”. Casi una herejía inconcebible por parte del Che y de Fidel.
Evalúa los fusilamientos desde la Sierra Maestra hasta los fusilamientos a los tres cubanos de la raza de color, durante la represión del 2003, pasando por los fusilamientos en los fosos de la Fortaleza de la Cabaña, donde el Che tuvo una presencia activa y desenfrenada.
Investiga la represión brutal contra los presos políticos en el Plan de Trabajo Forzado en Isla de Pinos.
Si hubieses conocido o padecido las torturas en las gavetas, en la piscina de Villa Marista, donde te ahogan todavía con una capucha para atemorizarte, o en las zanjas de excrementos, te aseguro que no hablarías del amor a los pobres del Che Guevara ni de Fidel Castro.
Hablas en tu nota de la coherencia en las convicciones del Che y de tus simpatías con el énfasis que él hacía del socialismo, aunque inmediatamente aclaras que no eres marxista.
En fin, un enredo que pocos entienden, pero es tu enredo teórico. No discuto tu derecho a simpatizar con la revolución cubana del Che y Fidel, pero en ese camino, pienso que sin darte cuenta, te alejas de la parte más activa y sufrida del Cuerpo Místico de la Iglesia, a la que representas y a la que perteneces.
Los cristianos tenemos el carisma del amor y del perdón, incluso para amigos y enemigos. Así lo enseño Jesús en su apostolado maravilloso. Pero admirar la opresión en cualquiera de sus rasgos de autoritarismo, podría ser considerado complicidad.
No pongo en duda que el Che fuese un hombre sacrificado y de convicciones, lo que demostró en sus periplos de intentos guerrilleros en Bolivia y en otros escenarios internacionales.
Qué el Che se haya convertido en un ícono del entusiasmo fuera de Cuba es parte de una mitología de la imagen, que se explica porque esa parte del mundo desconoce que era un hombre sanguinario en busca del poder para aplicar el autoritarismo revolucionario.
Esos entusiasmos me recuerdan las loas al camarada Stalin, adorado por esa vanguardia revolucionaria del siglo XX. Pero cuando la historia revele la rudeza del autoritarismo y la imposición a cualquier precio humano, que aplicaron el Che y Fidel al pueblo cubano, no albergo dudas de que el mundo entenderá que la ambición por el poder revolucionario no justifica nunca el exterminio de los adversarios.
Jesús nos enseño amar a los pobres y a los pecadores, pero en su historia salvífica no nos dio ninguna lección de eliminar sanguinariamente a los contrarios.
Cuba necesita caminos de cambios, donde los cubanos se abracen y se reconcilien y donde todos, fíjate que enfatizo el todos, tengan la oportunidad de decir y disentir.
Entiendo perfectamente la obligación de la Iglesia a acercase a cualquier poder temporal, no importa que este sea de corte marxista, pero ese acercamiento tiene que ir matizado de solidaridad con los oprimidos y con los que sufren.
El amor a los pobres Carlos Manuel, no puede ser un canto teórico, mientras se coloca a los adversarios ante el paredón de fusilamiento.
Reza por todos, que Cuba necesita de la misericordia de Dios.
Se despide tu amigo, que no tuvo el privilegio de alejarse de la violencia por estudios en el seminario. Mis afectos



Alberto Müller

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