Por: Pablo Silva Cabrera.
DESDE LA HABANA
El debate originado por el futuro concierto de Juanes en La Habana, parece ser uno de los más candentes en este caluroso verano. Unos, tanto en el exilio como dentro de la oposición interna, consideran que Juanes tiene todo el derecho de cantar a donde se le venga en gana y los cubanos en La Isla a disfrutar de un artista de la talla del colombiano; otros opinan que Juanes no debía compartir escenarios con figuras como Silvio Rodríguez y Amaury Pérez, conocidas por su complicidad con la dictadura cubana. Incluso en días recientes un pequeño grupo de furibundos exiliados rompían a martillazos discos y quemaban camisetas con la imagen del interprete de ¨Sólo le Pido a Dios¨ todo esto ante las cámaras.
Como nadie puede calificar a Juanes de socialista o seguidor de Chávez y Fidel; la mayor preocupación de los que se oponen al concierto es que éste ya una vez en la Plaza Cívica – rebautizada como de La Revolución – pueda se manipulado por los castristas. La preocupación es válida, porque si de algo estoy convencido es de la capacidad de los castristas para la manipulación; la mejor prueba de esto es que desde que se anunció el presunto concierto, entre los exiliados no se habla de otra cosa. Asuntos como el grave estado de salud del prisionero de conciencia Ariel Sigler Amaya o las dificultades que en estos momentos están atravesando los también prisioneros de conciencia, Alfredo Domínguez Batistas y José Daniel Ferrer García; han pasado a un segundo plano.
Cada cierto tiempo el Régimen de los Castros organiza presentaciones de artistas residentes en La Isla, en el sur de la Florida; si tenemos en cuenta que a los castristas no les interesa la cultura y mucho menos el acercamiento entre los cubanos de ambas orillas, estas embajadas ¨culturales¨ solo pueden tener como objetivo provocar al sector más duro de los exiliados para que acaparen la atención de los medios con sus actitudes agresivas e intolerantes. Conocemos que los furibundos son un sector minoritario dentro del exilio, pero son escandalosos, por lo que resultan más atractivos para una prensa y un público más gustoso de los espectáculos fuertes que de las declaraciones sosegadas.
Durante años estos desaguisados han sido utilizados para hacerle creer a medio mundo, que los opositores a la dictadura castrista son personas incapaces de respetar las más elementales normas de convivencia, por lo tanto están descalificados para edificar una sociedad democrática en Cuba.
Es lamentables que personas bienintencionadas, como pueden ser estos exiliados, no se acaben de percatar del poco favor que le están haciendo a la causa cubana con su irracional actitud. Sería bueno que reflexionaran que cuando Cuba sea libre; no podremos ni perseguir, ni encarcelar, ni enviar al exilio a los artistas castristas y mucho menos dinamitar la Plaza Cívica, porque esa Plaza es de José Martí no de Fidel Castro. La Cuba que todos soñamos no es la del odio y la intolerancia con el diferente, esa es la que padecemos desde hace cincuenta años, la Cuba que vamos a construir entre todos los cubanos, tendrá que ser la de la concordia.
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