lunes, 5 de agosto de 2013

DESDE EL POTREERO

Diario de Cubanet. Lunes 5 de agosto de 2013

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ARTÍCULOS / NOTICIAS

Mercado negro rentable para médicos

Julio César Álvarez

LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org -Gran parte del personal de la red de farmacias de La Habana, en complicidad con doctores de los consultorios médicos, policlínicos y hospitales, venden a sobre precio muchos de los medicamentos de esos establecimientos, como si de una empresa por cuenta propia se tratara.

Las colas en los consultorios médicos, o consultas externas de hospitales, sumadas a la falta de galenos, que cumplen “misiones” en otros países, contribuyen a convertir un dolor cualquiera en un problema difícil de resolver. Conseguir una prescripción médica para un analgésico le puede costar a cualquiera medio día de trabajo.

Para resolver ese problema, muchos de los dependientes de las farmacias ofrecen un servicio alternativo pero ilegal: vender medicamentos sin la debida prescripción médica. De esa manera, los pacientes evitan tener que pasar por la consulta del doctor. Todo lo que tienen que hacer es comprar el medicamento a sobre precio.

El cliente José Manuel, cuentapropista del municipio 10 de Octubre, se despertó hace unos días con dolor en la cervical. No tenía analgésicos, ni su vecino tampoco. Fue al consultorio de la familia, pero el doctor estaba “de misión” en Venezuela. La enfermera le comunicó que el nuevo doctor no había ido a trabajar. En otro consultorio le dijeron que ese día solamente atendían a embarazadas. Entonces fue a la farmacia para tratar de negociar algún analgésico. El dependiente expresó que sin receta no le podía despachar; no obstante, como sabía que era cliente habitual, dijo que le iba a dar la solución.

Refiere José Manuel que la solución consistió en un aumento de cuatro veces el precio del medicamento. El blíster de 10 pastillas de Duralgina, que con receta médica le costaba 0.70 centavos en moneda nacional, ahora sin receta le costaba 5 pesos.

El dependiente. Según una fuente que trabaja en una farmacia habanera (no quiso ser identificada), ella puede ganar más de 150 pesos, moneda nacional, en un día, vendiendo medicamentos sin recetas médicas. “La cosa no es tan complicada. Tenemos doctores que nos abastecen de recetas médicas. Ellos nos cobran 1 peso, moneda nacional, por cada receta. De esa manera podemos vender “por la izquierda” todo el medicamento que queramos, pues están respaldados por una prescripción médica”.

Afirma además que la mayoría de las veces los dependientes se llevan las recetas para sus casas, para que amigos y familiares las llenen. De esta forma evitan que en dichos documentos aparezca la letra de los trabajadores de la farmacia. También tratan de buscar diferentes doctores que les vendan recetas. De esa forma, buscan no repetir demasiado un cuño del mismo doctor. Aunque entre los galenos que se dedican a esa actividad se intercambian el recetario, para que su identidad no aparezca con demasiada frecuencia en una misma farmacia.

Añade la fuente que para evitar que los atrapen, cada dependiente trata de hacerse de una clientela conocida. La otra parte del medicamento se la llevan para sus casas, y las dan a vender a terceros. Un paquete de algodón de 150 gramos puede costar 2 dólares en el mercado negro. Un tubo de Micocilén en polvo, 1 dólar. Las cremas y ungüentos, a 10 pesos cada tubo. El blíster de Meprobamato, con diez pastillas, 10 pesos.

Otra opinión

La doctora Silvia reconoce que existen pacientes que necesitan el medicamento, y se les hace difícil acceder a la receta, por una razón u otra, pero considera que los mayores consumidores que acceden al medicamento por esta vía son los que se auto medican: “Hay personas que necesitan tener un botiquín con toda la gama de medicamentos posibles, y no solamente porque crean que les va a faltar, sino porque hoy toman Duralgina para un dolor, y mañana Ibuprofeno o Paracetamol, porque creen que la Duralgina ya no les hace efecto. Hay quienes consumen Meprobamato, pues afirman que no pueden dormir, y así un sin número de ejemplos”.

Pero sea cual sea la razón por la que los pacientes consumen el medicamento, lo cierto es que este mercado en Cuba sigue siendo rentable para las batas blancas.


Mujica, el mejor de los animales de feria

Luis Cino (PD)

LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org -El limosnear de los periodistas oficialistas por ropa y acceso a Internet, las súplicas para que cualquier funcionario no les tire las puertas en las narices, el regaño del vicepresidente Díaz- Canel y la astracanada de presentar un esperpéntico impersonator de José Martí, hicieron del IX Congreso de la UPEC un espectáculo grotesco.

Una muestra del periodismo oficial “renovado” que puede esperarse después de semejante circo fue la entrevista al presidente uruguayo José Mujica que exhibió hace unos días el programa Mesa Redonda y su versión internacional para Telesur.

Realizada por Arleen Rodríguez y otra periodista , poco antes de la partida del mandatario, estaba más que editada. Para que no hubiese casualidad, la dulcísima y fidelísima Arleen Rodríguez Delivet se limitaba a enunciar el tema de qué versaba su pregunta al presidente de la República Oriental del Uruguay y luego mostraba breves y puntuales fragmentos de su respuesta.

Sospecho que no fue por la extensión de la entrevista. Más largas y tediosas las ha habido. Y si alguien no aburre, con sus ocurrencias entre pestañazos de yacaré que finge dormir, es José Mujica. Evidentemente, los jefes de las periodistas de Mesa Redonda no estaban seguros de que Don Pepe, siempre imprevisible, no soltara -en tiempo de milonga- una de las suyas. Por ejemplo, acerca del estado de salud del Comandante. ¡Imagínense! Por suerte, al señor, solidario en la ancianidad, le dio por celebrar que al compañero Fidel, para entretenerse y encontrar un contenido a su retiro, le haya dado por sus experimentos con la morera y la moringa y hasta le sugirió que se ocupe también de la alfalfa, a ver si hay modo de cultivarla en el trópico.

Por muy ex tupamaro que sea, es sabido que Mujica, entre sus homólogos de la izquierda populista continental, no clasifica como lo suficientemente borbónico y carnívoro. Si casi que extrañó su devota presencia entre el piquete de amigotes gobernantes que estuvieron en Santiago de Cuba el pasado 26 de julio para conmemorar el aniversario 60 del ataque al cuartel Moncada y competir en los elogios y ditirambos al castrismo.

A propósito, la carta del Comandante a los presidentes que asistieron a la conmemoración, que fue escrita días antes del 26 de julio, no fue publicada por la prensa oficial hasta más de 48 horas después del acto en Santiago de Cuba. ¡Vaya usted a saber por qué!

En dicha misiva, luego de repasar asuntos de su memoria, el Comandante alude vagamente al incidente del Chong Chong Gang. Pese a las graves implicaciones que pudiese tener el caso del armamento procedente de Cuba que iba oculto en el buque norcoreano, la prensa oficial se ha limitado a publicar la nota del Ministerio de Relaciones Exteriores del pasado 16 de julio. Nada más que eso.

Tampoco alude la prensa oficial a los casos de cólera que según varios periodistas independientes y otras fuentes siguen detectándose en varias regiones del país.

¿Hay alguna razón para creer que algo ha cambiado en la prensa oficialista luego del IX Congreso de la UPEC?

luicino2012@gmail.com


El “General Pamela” y el Moncada

Miriam Celaya

LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org -Por estos días decidí indagar en los alrededores de mi barrio, Centro Habana, acerca de la opinión popular sobre el discurso de la víspera, del general-presidente con motivo del aniversario 60 del asalto al Cuartel Moncada.

Vecinos, parqueadores, taxistas, carretilleros, cuentapropistas de bisutería, borrachines de portales (que también sus votos cuentan) y conocidos del barrio, individuos todos de varias generaciones, fueron la muestra elegida para pulsar los criterios “desde abajo”. Ellos, los “beneficiarios” de la violencia de hace seis décadas, devenida fuente de legitimación del poder, debían haber sido los más interesados en el dicto oficial.

En vano. Ninguno de los preguntados había visto el acto, ni escuchado el discurso. Tampoco habían presenciado la gala artística, y los más guasones solo me dijeron que habían encendido el televisor en mudo en espera de que se acabara la ceremonia completa, por eso habían visto en la pantalla a “Raúl con uniforme y una pamela”. “No me preguntes nada, dime qué te pareció a ti el General Pamela”, me ripostó muy risueño uno de los interpelados. Es admirable el tino que tiene la gente común para descubrir siempre lo más notorio de cualquier evento.

Muchos de los miembros de la oposición y del periodismo independiente, en cambio, sí solemos escuchar los discursos oficiales. Es un ejercicio de disciplina o de autoflagelación, según como se vea, en el cual nos entrenamos para leer señales o para interpretar los lenguajes cifrados de los druidas de verde olivo. Ante el secretismo y lo errático de la política oficial no nos quedan muchas otras opciones para al menos especular sobre las intenciones de la cúpula. Sin embargo, esta vez nos quedamos con las ganas: el discurso del “General Pamela” no aportó absolutamente nada.

Obviamente, solo los asistentes –invitados o comprometidos–, castigados bajo el fuerte sol santiaguero, y los disidentes acomodados en casa frente a nuestros televisores, tuvimos la infinita paciencia de escuchar otra vez la machacona fábula de lo que en realidad fue el torpe ataque a un cuartel de la República cubana, que volvió a glorificarse como un acto de heroísmo sin par en la ceremonia más deslucida y pobre que se haya organizado para la ocasión.

Los discursos de los “amigos” que asistieron al acto, algunos presidentes y otras personalidades representantes de países del área, estuvieron también a la altura de la cita: en el subsuelo. Saltaba a la vista la ignorancia sobre la historia de este país, sobre la realidad que vivimos hoy y sobre las huellas más dolorosas que sufren los cubanos. Por eso no fue de extrañar, por ejemplo, que el Presidente de Santa Lucía tuviese la desafortunada idea de recordarnos la participación (injerencia) del gobierno de Cuba en África durante la guerra de Angola, según él un “ejemplo de solidaridad y de sentimiento de equidad racial” por parte del pueblo cubano. Algunos líderes políticos de la región no entienden que a veces resulta más decente permanecer discretamente callados.

En cuanto al discurso de clausura, destacó por lo chato. Sin ningún logro que celebrar, planes que anunciar ni ideas que proponer por parte del gobierno, éste fue, sin dudas, el más anodino de todos los pronunciados en la historia del ritual que consagra la liturgia revolucionaria, celebrado esta vez en un Santiago destruido tras el paso de esos otros ciclones sin uniforme, los naturales, que lo han asolado en los últimos cuatro años, y en medio de la embarazosa crisis diplomática no declarada que se ha suscitado a partir de la retención en Panamá del barco norcoreano que transportaba a dudoso destino armas procedentes de Cuba.

Tal vez hubiese sido más propicio delegar nuevamente la incómoda tarea en el delfín Díaz-Canel, en su función de emergente de turno, para disimular con la “frescura” del relevo la decadencia que destiló la conmemoración, pero seguramente la presión de un aniversario cerrado forzó la presencia obligada de uno de los protagonistas de la gesta. “Todavía quedamos algunos…” dijo el propio general-presidente, con cierta justificada melancolía. Y esos “algunos” la tienen difícil, en medio de la perenne oscuridad nacional, para seguir vendiendo el Moncada como alborada luminosa.

Así, ante el ocaso que supone la falta de proyectos políticos o económicos, la improductividad crónica del sistema, el fracaso de las reformas y la apatía generalizada, quizás Castro II quiso desviar la atención de la opinión pública estrenando para la ocasión una pamela de sol que contrastaba fuertemente con sus planchadas charreteras de general en uniforme de gala. Un toque de desenfado en medio de tanta memoria estéril, que algo había de hacer para que los allí presentes no se durmieran con el discurso. Lástima que, a juzgar por los comentarios callejeros, el resultado no estuvo a la altura de su esfuerzo.

Pero no hay que ser suspicaces. Más allá del ridículo, agradezcámoslo: esa inusitada pamela fue el único toque novedoso de toda la ceremonia de consagración del pasado en una nación cada vez más urgida de un futuro.

Los carnavales y la crisis

Camilo Ernesto Olivera

LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org -Entre el 9 y el 18 de agosto, tendrán lugar los carnavales en la capital cubana. Cada año, las autoridades policiales informan que no ha habido incidentes de gravedad durante el transcurso de este evento. Sin embargo, a nivel de calle, la situación dista mucho de ser idílica.

Hay carnaval pero escasea el dinero. Es sabido que La Habana se vuelve más insegura durante los días cercanos al fin de año y en el periodo previo a la celebración de la mencionada festividad.

En fecha reciente, estalló una reyerta de grandes dimensiones, que se ramificó a las calles aledañas, durante un concierto de la popular agrupación bailable Charanga Habanera, en el área del Malecón conocida como La Piragua.

Los cubanos de mayor edad recuerdan todavía aquellos carnavales de su época juvenil. Las vistosas comparsas, el ambiente mezclado de los comercios, los bares y los clubes abiertos hasta el amanecer. El lado oculto y oscuro de aquella Habana carnavalesca pareció transformarse hasta casi desaparecer bajo el paso arrollador de la revolución. Todavía a mediados de los años sesenta, se conservaba la tradición de elegir a la Reina del carnaval.

Con los cambios políticos acaecidos, la elección se hacía, por parte del jurado del evento, entre bellas jóvenes seleccionadas en las nuevas empresas estatales. En cierta ocasión, una de las elegidas se negó a bailar el ritmo Mozambique, de Pello El Afrokán. Al otro día, uno de los titulares periodísticos cuestionaba incisivo el exabrupto.

La última vez que fue favorecida una muchacha para este título, le tocó a Consuelito Vidal anunciar el veredicto del jurado, frente a un auditorio adverso. Las cámaras de la televisión nacional captaron el creciente descontento del público. Desde entonces no se ha vuelto a elegir a la reina del carnaval de La Habana.

En 1969, llamado oficialmente “Año del esfuerzo decisivo”, y renombrado por la población como “El año del esfuerzo "de si vivo", no hubo carnavales. Todos los recursos del país fueron puestos en función de la fracasada "Zafra de los Diez Millones". Cientos de centros laborales cerraron para que los trabajadores participaran, a golpe de mocha, en aquel disparate voluntarista que terminó en el ridículo.

Entre mayo y junio de 1970, se realizaron unos supuestos carnavales a ritmo de cerveza y sin comparsas. El gobierno necesitaba que la población olvidara el fiasco y la carestía.

Desde entonces, los carnavales han sido un termómetro de la crisis espiritual y material. En la década de los ochenta adquirieron un esplendor aupado por la supuesta bonanza de una economía subvencionada. En esa época ya existía la denominada Empresa Provincial de Carnavales. Sin embargo, el foco de atención era la cerveza fría, y generalmente el espectáculo de las carrozas pasaba a un segundo plano.

En los noventa, las festividades hicieron mutis, pero reaparecieron a fines de la década, con unas carrozas empobrecidas y un diseño de desfiles carente de imaginación. Así ha sido desde entonces.

Últimamente, los organizadores han traído carrozas y comparsas prestadas de otros eventos similares, como las Parrandas de Remedios o del poblado de Bejucal. En el actual verano, lleno de incertidumbres y malos augurios para los cubanos, retornan en la zona del Malecón . La cerveza aguada y el ron adulterado se dan la mano con la amenaza de enfermedades como el cólera. También la violencia social amenaza con su signo de marginalidad y muerte.

NOTICIAS

”Servicios secretos cubanos asesinaron a Oswaldo Payá”

"Nos dirigíamos a Santiago y ya nos habían seguido tres veces durante el trayecto. En Bayamo, un vehículo azul comienza a perseguirnos. Viene hostigándonos muy cerca, tanto que pude ver los ojos del conductor por el retrovisor. Al ver el coche, Oswaldo me dice: 'Son de la comunista por el color de la placa. Ángel, sigue como si nada'".

Con esas palabras, el español Ángel Carromero describe al periódico español El Mundo qué es lo que sucedió aquel 22 de julio de 2012, día en que se dirigía con los disidentes Oswaldo Payá y Harold Cepero, a Santiago de Cuba, cuando advirtió que era seguido por un vehículo azul antes de que se produjera el accidente.

En su relato, Carromero detalla que el coche les embistió por detrás y los sacó de la calzada y que entonces perdió el conocimiento. "Lo siguiente que recuerdo es cómounos hombres me meten en una furgoneta con puertas correderas, como las que usa la seguridad del Estado cubano y les grito: 'Joder, quiénes sois y qué cojones nos habéis hecho'. Luego vuelvo a perder el conocimiento", relata.

Asimismo, expresa su convencimiento de que Payá y Cepero salieron vivos del accidente. "Las enfermeras y un párroco me aseguran que en el hospital habíamos ingresado los cuatro", remarca.

"Decir que fue un accidente e inculparme fue una coartada perfecta para ocultar la muerte del único opositor que podía liderar la transición en Cuba", agrega en la entrevista el vicesecretario de Nuevas Generaciones del Partido Popular.

Carromero considera también que no tuvo un juicio justo. "La Fiscalía cubana fue fabricando las pruebas conforme avanzaba el proceso y la defensa no tuvo acceso ni al coche ni a ningún testigo. Fue una pantomima, los testigos llevaban las declaraciones escritas en la palma de la mano", afirma.

El 15 de octubre de 2012 fue condenado a 4 años de prisión y el 14 de diciembre del mismo año el Gobierno español anunció que había alcanzado un acuerdo con el cubano para que Carromero regresará y cumpliera la condena en España, en aplicación del convenio bilateral al efecto de 1998.

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