sábado, 25 de abril de 2009

LA BATALLA EQUIVOCADA

Jorge Hernández Fonseca
www.cubalibredigital.com
25 de Abril de 2009

Tal y como se anunciaba, y antes de completarse los primeros 100 días de la administración de Barack Obama frente de los destinos Norteamérica, se ha producido el esperado encontronazo entre el flamante presidente y la dictadura más antigua del Continente, mientras los cubanos observamos (sin participar) el desarrollo de una lucha que debería haber sido nuestra.
Después de un inicio favorable a Obama, quien antes de la Cumbre de las Américas dio un golpe de efecto que paralizó al contrario --liberando viajes y envíos de dinero de los cubano-americanos-- la disputa ha comenzado a emparejarse. De hecho, Castro tiene numerosos aliados (entre los incondicionales y los condicionales) en toda América Latina, que le ayudaron a asimilar este primer golpe y a convencer a Obama --y a la opinión pública-- de que no era “justo” que Estados Unidos esperase un gesto de reciprocidad de parte del dictador cubano.
En realidad, Castro respondió casi de inmediato al gesto de Obama, pero como de costumbre, de manera retórica, con tres reflexiones en menos de 24 horas. Fue un Castro inconexo y lamentable, que no había hallado todavía el camino de la riposta efectiva. En su primer escrito habló del embargo; en su segundo artículo habló de la ley del ajuste cubano y ya en la tercera reflexión, contra la OEA, halló por fin el camino más conveniente, haciendo el papel de víctima que lo ha caracterizado contra Estados Unidos y que tan buen resultado le ha dado.
En medio del enfrentamiento virtual apareció Raúl visiblemente descompuesto (no se sabe bien por qué) y expresó de manera enérgica (y casi convincente) que Cuba estaba dispuesta a discutir “de todo”, como acostumbra la propaganda castrista a decir que hay en Cuba, es decir, ‘de nada’. En respuesta salió a la palestra Hillary Clinton a congratularse por la oferta raulista y casi a sentar las bases de lo que sería el inicio de la distensión entre Cuba y EUA. Craso error.
La retorica castrista fue derivando hacia temas que separaban (en vez de aproximar) a los contendientes, desmintiendo lo dicho por Raúl (“donde dijo digo, tenía que haberse interpretado Diego”). Castro aprovechó para alfiletear a Hugo Chávez, cuando describió las “posiciones abyectas” de “algunos” de los “dirigentes” en el trato con Obama en la Cumbre. El dictador no soportó el espíritu genuflexo de Chávez, que literalmente se derritió cuando Obama se dirigió personalmente a él para estrechar su mano. Este momento, y el regalito que Chávez le ofreció adicionalmente en público a Obama, deben haber sido tragos amargos para el dictador cubano.
Para dar una señal inequívoca, Castro ensalzó en una de sus reflexiones nada menos que a Daniel Ortega, el jefe de estado más gris que tomó asiento en la Cumbre, el que, justificando el tiempo adicional que tomó de otros jefes de estado hablando, argumentó que “había tenido que esperar mucho tiempo en su avión antes de desembarcar, pasando un calor insoportable”. Ortega fue posteriormente recibido por los hermanos Castro como ‘la estrella de la Cumbre’ y habló hasta por los codos en la TV cubana donde criticó duramente a Chávez sin mencionarlo.
La dictadura también hizo circular rumores de comentarios de Rafael Correa diciéndole a uno de sus colega del ALBA que Chávez “lo iba a dejar sólo”, “como lo había dejado a él en el grupo de Río reunido en República Dominicana cuando ambos enfrentaban a Uribe, con el cual había corrido Chávez a abrazarse”.
La pusilanimidad de Chávez pudiera causar un cisma en el ALBA, en momentos que su chequera no soporta más compensar con dinero su total incompetencia. Lo que para Castro significa un drama, para Obama se constituye en un triunfo resonante frente a sus enemigos jurados en la región, que tendrán que recomponer sus relaciones internas ahora afectadas.
Castro por su parte, desmintiendo a Raúl, criticando a Obama y alfileteando a Chávez, se ha erigido en una torre inaccesible en el área, solamente avalado por Daniel Ortega. Peligroso papel está jugando el dictador cubano en momentos que EUA pudiera acercarse adicionalmente a Venezuela, de la cual depende económicamente la dictadura cubana, a pesar de los pesares y del derretimiento del gorila de Barinas con el presidente norteamericano.
Obama por su parte, retornando de la Cumbre ha pasado a dedicar su tiempo a asuntos más importantes para EUA, al igual que su Secretaria de Estado, dejando ambos un poco de lado el drama interno del ALBA con el surto pasional de Chávez hacia Obama. Castro ha continuado tocando la misma tecla (después que la encontró) de manera retórica, dejando a Raúl en posición incómoda al decirle en otras palabras “cada vez que te dejo solo, la haces”.
Obama desde luego que calculó mal a Castro. Ahora comienza a aprender lo que ya saben los anteriores 10 presidentes de los Estados Unidos. De haber tenido Castro similar espíritu que Chávez, ya se hubiera rendido a los pies de Obama, pero es otro el caso. No obstante, y a pesar del apoyo que la posición castrista tiene en América Latina, no hay argumentos nuevos contra EUA en las frenéticas y sucesivas (diarias) ‘reflexiones’ de Castro. El dictador cubano no hará el próximo gesto como sería lógico esperar, y Obama lo permitirá a instancias de Lula da Silva y comparsa, pero no hay argumentos adicionales en sus ‘reflexiones’ para el inmovilismo castrista después del primer paso unilateral dado por Obama, ni siquiera actuar sobre la leonina tasa de cambio del dólar en Cuba, que le hacer perder 20% de su valor de manera arbitraria.
Aparentemente, la meta de la dictadura ahora es conseguir en EUA la autorización de viajes de los norteamericanos a la isla, aspecto parcialmente encaminado en el Congreso. De esa manera la dictadura conseguiría su verdadero objetivo, que representa una inyección económica importante en momentos difíciles y le permite a Obama no polemizar directamente con los hermanos Castro, dejando los mecanismos congresionales actuar a favor del dictador cubano. Así las cosas, los artículos diarios del dictador han derivado hacia otros asuntos.
Ha terminado el primer gran encontronazo de la administración Obama con la dictadura castrista. Tres grandes preguntas quedan sin embargo en el aire: ¿hará Cuba por su parte un gesto, aunque sea mínimo --no retórico-- que demuestre a los ojos de Latinoamérica que realmente desea mejorar sus relaciones con Estados Unidos?; ¿habrá gestos unilaterales adicionales por parte de Obama y sus hombres, fuera del esperado acuerdo congresional respecto a los viajes de ciudadanos norteamericanos a la isla?; ¿hasta cuando Latinoamérica continuará dando crédito gratuito a la dictadura, olvidando la opresión adicional que este crédito implica en la yugular del sufrido pueblo cubano?
Comenzaré por la pregunta final. Para la Latinoamérica actual, el problema cubano se reduce al diferendo Cuba-Estados Unidos, lo cual fue confirmado en Trinidad Tobago con la posición asumida por Obama. Aparentemente no hay problemas en Cuba fuera del diferendo con Norteamérica y este punto solamente Obama puede colocarlo de nuevo en el contexto correcto. Estados Unidos, en lugar de situar la problemática que sufre la población de la isla como siendo la causa principal de todos los problemas, se ha limitado a discutir sobre los temas conflictivos de las relaciones comunes, como si la dictadura implantada en la isla, seguida de la confiscación sin compensaciones de todos los bienes y servicios cubanos y norteamericanos hace 50 años no fuera la causa real del embargo, del exilio cubano, sus viajes, sus remesas, la inmigración ilegal, sin llegar a tocar aspectos subyacentes más profundos (y reales) como el apoyo y financiamiento a la subversión regional que costó tantas vidas en los “años de plomo”.
Respecto a las otras dos preguntas. Cuba no hará (no se lo exige nadie, ni siquiera EUA) gestos que no estén enmarcados nítidamente dentro de sus intereses dictatoriales. De nuevo tendrá que ser Obama el hombre de los gestos hacia la isla que lo critica y condena, animado por sectores de su partido comprometidos con Castro por un lado y por la Latinoamérica de Lula da Silva por otro, que ha dejado a los cubanos solos a su suerte ante una tiranía que los desprecia, y que no han sabido recomponer su lucha a través de una institución representativa.
El actor principal del drama que acabamos de analizar es el pueblo de dentro y fuera de la isla y ha sido el único que no ha sido tenido en cuenta por ninguno de los contendientes. Por un lado, Obama no tiene porqué representar el pueblo de un país que no es el suyo; por otro lado, los intereses que cuida el dictador cubano son los asociados a su esquema de opresión, de manera que lo único que pudiera balancear este contrapunto dual ajeno a los cubanos, sería la aparición de una institución representativa de la oposición cubana de dentro y fuera de la isla.
La batalla analizada sin embargo está en sus inicios, pero cualquiera de ambos contendientes que la gane, no representará necesariamente la victoria del pueblo cubano contra la dictadura. Por eso, es importante comprender que estamos ante la batalla equivocada. La batalla real de los cubanos de dentro y fuera de la isla es en contra la dictadura que lo oprime, tenga o no diferencias con los EUA, piense Lula da Silva como piense, se derrita Chávez o no con Obama.

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