ANTONIO ELORZA 20/07/2010
Disfrutamos en España de la presencia de un curioso progresismo afecto a las dictaduras, por lo menos tan curioso como un conservadurismo ultra que se considera democrático, se llena la boca de la palabra liberal y sin embargo a la menor ocasión pone de manifiesto su verdadera naturaleza. Tampoco faltan exponentes de una singular tercera vía que, desde una mezcla de espíritu libertario y fondo de reacción, claman contra la prohibición del burka, muestran su orgullo por desconocer el significado del hiyab y, por supuesto, renuncian a establecer vínculo alguno entre la concepción de la mujer como ser invisible y las lapidaciones en curso. La opinión está bien servida.
La excarcelación de un grupo de opositores cubanos y su envío al exilio en España ha sido la ocasión para una explosión de júbilo de los primeros, y de paso para una verdadera exaltación de la línea Moratinos, consistente en dejar fuera a la disidencia -hasta el punto de no visitar a Fariñas durante su huelga de hambre-, insistiendo en una acción de apoyo a los supuestos reformadores del Gobierno de Castro. Todo culminaría en la supresión por la Unión Europea de la Posición Común de 1996, que exige el respeto de los derechos humanos en la isla. Es una actitud juzgada "agresiva": mejor fraternizar con la dictadura al modo del canciller español y conseguir ventajas para "los mercenarios de Estados Unidos" en prisión (según la terminología de la televisión de Chávez).
Hasta ahora, los frutos de tal colaboracionismo habían sido mínimos, y siempre subordinados a la política de imagen castrista. Sin embargo, parece llegado el momento de una cierta apertura, en la que el papel esencial ha correspondido a la Iglesia. Moratinos lo secunda, ofrece España como refugio y hace llegar a los primeros excarcelados. Hasta aquí, nada que objetar: abiertamente elogiable. Otra cosa es la lectura política sobre los cambios en curso dentro del régimen, y la consiguiente necesidad de que la Unión Europea suprima urgentemente la Posición Común.
Para empezar, el destierro de opositores excarcelados es parte de la tradición comunista, como forma de limpieza política del interior del país, donde realmente aquellos podrían representar una amenaza. En La guerra privada de Lenin, Lesley Chamberlain cuenta cómo este adoptó a partir de 1917, y sobre todo en 1922, medidas de deportación a efectos de "liberar al país de insectos nocivos", con especial atención a mencheviques e intelectuales (Sorokin, Berdiaev, Jakobson). "Purgaremos a Rusia durante mucho tiempo", advirtió. Medio siglo más tarde, en 1974, por iniciativa de Andropov, un auténtico leninista, tuvo lugar la deportación a Alemania de Solyenitsin, "ese vándalo de Solyenitsin" (Brezhnev dixit), siendo autorizada en la misma década la salida de otros "perturbadores de la paz". Vale la pena leer El coro mágico, de Solomon Volkov. Así que destierro no es liberalismo, ni respeto de los derechos humanos. Lo han explicado con toda claridad Osvaldo Payá y Elizardo Sánchez, opositores que han consagrado su vida a la lucha por la democracia y por la reconciliación entre los cubanos.
Dispersos por España y en condiciones de vida de estricta supervivencia, el peligro para el régimen que ofrecen los recién llegados es mínimo. Las expectativas de Moratinos consisten en que la liberación sea general. Si eso sucede y los todavía presos pueden permanecer en la isla como ciudadanos de pleno derecho -esto es, sometidos al mismo nivel de represión que cualquier otro cubano-, entonces sí cabrá hablar de un viraje. Eso sí, sin triunfalismo, ya que se tratará en todo caso de recuperar la situación de mínima permisividad truncada por la oleada de detenciones en la primavera negra de 2003. Además, la resurrección de Fidel no es buena noticia de cara a la puesta en práctica del supuesto realismo de Raúl.
Una vez más, la ponderación es de rigor. Lo ocurrido es un indicio al que debe prestársele máxima atención, en espera de próximos desarrollos. En modo alguno supone una desautorización de la política de denuncia de la dictadura y de su recurrente violación de los derechos humanos, compatible con otro rechazo, el del embargo impuesto por Estados Unidos al pueblo cubano. De retirar la UE su Posición Común como concesión previa, según insiste Moratinos, Raúl no habría tenido el menor incentivo para entreabrir la puerta del diálogo con la Iglesia y de una cierta tolerancia, gesto acompañado por la sensación de que se da un debate interno ante el dramático anquilosamiento de un socialismo de la penuria. En resumen: sensibilidad sí; cheques en blanco no.
sábado, 24 de julio de 2010
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