jueves, 23 de octubre de 2008

ETICA, ECONOMIA, IDEOLOGIA Y PODER

Jorge Hernández Fonseca
http://www.cubalibredigital.com/

22 de Octubre de 2008

Vivimos tiempos difíciles. Ya no es posible identificar campos ideológicos definidos ni principios inquebrantables en ninguno de ellos. La filosofía utilitaria ha calado hasta lo más profundo de la cultura occidental, horadándola de manera probablemente irreversible. El famoso adagio de “el fin justifica los medios” que le endilgábamos antes a los marxistas-leninistas con desprecio, descubrimos ahora que fue parte inseparable de la práctica de las grandes corporaciones empresariales --con la ENRON a la cabeza, de inicio-- y que ahora nos deja sin aire al comprobar como caló el mundo financiero de los grandes bancos de inversiones, llegando hasta el casino montado en las bolsas de valores a escala planetaria. ¡Un verdadero desastre!
Hay un grave problema financiero global. Pero más grave es el descalabro ético y moral que padecemos, sobre todo en las más altas esferas de la vida política, financiera y empresarial. ¿Cuando y como vamos a detener este descenso moral del ser humano, cada vez más ávido del lucro fácil, a costa de socavar lo más preciado de los valores creados por el hombre en siglos de lento desarrollo, separándose del mundo puramente animal: la ética y la moral?
Aprendimos desde temprano que eran los políticos los que usaban cierta moral de dudosa catadura, y por ello defendíamos la sociedad civil y la economía privada como una reserva de la ética social. ¿Qué haremos ahora, cuando los políticos son los que han tenido que ir al rescate de empresarios y banqueros devenidos tránsfugas, sin siquiera sonrojarse por haber defendido antes --como dogma de fe-- que era precisamente eso lo que no debía de hacerse si queríamos continuar generando riquezas, cuando precisamente ellos llevaban la mejor parte?
Políticos salvando empresarios codiciosos. Financistas ambiciosos usando dinero público para continuar su torvo proceder. Sociedad civil atónita por las lecciones de bandidaje procedente de las altas esferas. Ideologías no identificables, que antes se enfrentaban precisamente en el campo de la intervención del estado en la economía, ahora se dan la mano al extremo de tener que soportar que Hugo Chávez y Fidel Castro (no exentos de razón) den la bienvenida al “club socialista” a los principales mandatarios occidentales del G8, al verlos aplicar un socialismo que salva a los que se hicieron ricos usando el criticable catecismo del sub-mundo delictivo.
Si la economía capitalista mundial –empresarial primero, (ENRON y comparsas) y financiera ahora (crisis de las bolsas)-- ha sido tomada por los métodos del bajo mundo, llevando al precipicio el bienestar de toda la sociedad occidental. Si el salvavidas a vista es la intervención (siempre criticada antes, por ejemplo en la Argentina del 2001, dejada despeñarse hasta el fondo del pozo, injustamente, según deducimos ahora) usando el estado para “socializar” las pérdidas. Si precisamente este punto es el que separó siempre a Fidel Castro-Hugo Chávez de George Bush-Ángela Merkel. ¿Qué queda de ideología para los simples mortales?
Este vendaval financiero se ha llevado mucho dinero, pero sobre todo, se ha llevado una parte importante de lo que la cultura occidental tenía hasta ahora como verdad desde el punto de vista ideológico. ¿Somos capitalistas de mercado? o ¿somos socialistas oportunistas? ¿Somos capitalistas individualistas cuando los ricos ganan y socialistas solidarios cuando ellos pierden? ¿Las ganancias desmedidas y los lucros resultantes son de ellos y las pérdidas son nuestras?
No es desde luego el “egoísmo”, como lo señalara el dictador cubano, la fuerza que mueve la sociedad capitalista. Es el afán de progreso encabezado por hombres y mujeres que de manera emprendedora arriesgan capital y esfuerzos, pero siempre dentro de un marco ético y legal, aceptable por toda la sociedad. Ha sido la violación de este marco ético y legal lo que ha propiciado el desastre, lo que no puede ser considerado como la esencia del capitalismo ni la fuerza que lo mueve, sino todo lo contrario, la que pudiera destruirlo, como sucede ahora.
No es la eliminación de las libertades individuales ni la estatización forzada de los negocios --como pregonen los socialistas-- lo que pudiera resolver la crisis financiera mundial. El socialismo estilo soviético demostró (no en una crisis financiera, sino en una crisis económica, social y moral) que no era un sistema viable (vean el ejemplo de Cuba). La solución está en el retorno a la legalidad institucional; en el uso responsable de la libertad individual; en el regreso al convencimiento de que las violaciones éticas, si bien pudieran representar un lucro inmediato para quienes la cometen, a la larga representan un retroceso social global que afectará también al violador y es el único camino para que una sociedad libre continúe progresando.
Desde las altas esferas del poder nos convidan a olvidar conceptos y principios, viciados por la falta de ética y moral de los dueños de las decisiones que llevaron al cataclismo actual. Con sospechosa unanimidad, países que hicieron riqueza siguiendo esos principios, ahora nos piden que los obviemos. ¿Será que la ideología válida es la del poder, sea capitalista de mercado o socialista estatizante? ¿Será que el leninismo se confirma, con su filosofía de hacerse del poder a toda costa (y a todo costo) porque después todo se justifica desde “el trono”, lanzando a la basura la ideología económica (como ya hizo China) o con las estatizaciones en marcha en el occidente desarrollado, como hacen Europa y Estados Unidos?
Como nunca antes precisamos de inteligencia creadora. Creadora de principios que sustituyan los inservibles controles económicos que nos han llevado al desastre. Hay insatisfechos procurando re-fundar el capitalismo, como si el capitalismo lo hubiera fundado alguien. No es el capitalismo lo que hay que re-fundar, es el proceder humano al hacer uso de su libertad. Desde que el mundo es mundo ya había mandamientos escritos de manera sobrenatural en piedra, (“No Robar”) que lo único que habría que hacer es revivirlos como la manera más evidente de no quedarnos sepultado en el marasmo del retorno a la ley de la selva de nuestros orígenes.
Sabemos de sobra que el sistema económico capitalista se basa en la libertad individual, en la capacidad de trabajo y liderazgo, en el establecimiento de un sistema jurídico inviolable y en arriesgar tiempo y dinero para conseguir progreso individual y social. La solución estatizante nos pone de inmediato en la situación --ya sucesivas veces demostrada-- de un proceder burocrático, de la jerarquización de los valores políticos sobre los económicos, de la promoción de personeros “del partido” pisoteando la meritocracia, entre otros males conocidos, donde el uso de la libertad individual se distorsiona de manera más directa, oportunista y amañada.
Siempre fue reconocida la llamada “ética protestante”, intransigente ante los desvíos, presente en prácticamente todas las religiones, como un pilar del desarrollo del capitalismo en los países ricos, porque la misma implica una responsabilidad individual ante la defensa de los valores superiores, lo que forma el espíritu y cincela la voluntad ética de la sociedad ante lo mal hecho.
Vivimos tiempos difíciles. Sin autocontrol ético personal no hay salida a la crisis. Sin el retorno al mecanismo de la responsabilidad individual ante las decisiones económicas, viviendo en democracia, sancionando con rigor los desvíos mediante leyes duras, pero justas; sin ello no habrá desarrollo en libertad. La alternativa a la ética es el marxismo autoritario, la sociedad oprimida por una dictadura totalitaria (como propone el leninismo) y la estatización forzosa (como propone el marxismo). Cualquier plan intermedio que no contemple como punto principal el retorno a la responsabilidad individual y el apago a la legalidad perdida, llevará la sociedad actual de regreso a la ley de la selva, o las manos de otro (uno más) “salvador de la patria”.

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