martes, 19 de agosto de 2008

QUE BUENO BAILA USTED


(fragmento de novela)

por faisel iglesias


-¡Y ahora, Pedro Vargas y Benny Moré! en el bolero "Perdón" del puertorriqueño Pedro Flores - anunció el presentador del programa de televisión.
- No, Benny Moré y Pedro Vargas - respondió El Benny.
Pedro Vargas rió con aquella sonrisa sana del hombre bueno que siempre fue, a pesar de que hasta hacía muy pocos instantes estaba inquieto, molesto por la espera. El Benny no lo hizo para humillarlo. Dijo la verdad. Amaba los riesgos de la verdad. Sabía que era el mejor. A él y a su estirpe siempre los estuvieron negando generación tras generación y él llegó para no permitirlo más. Y su llegada después de la hora prevista era expresión de su propia personalidad artística. Pero sobre todo, ellos eran amigos.
Días antes Pedro Vargas le había dado las partituras de los arreglos de los boleros Obsesión y Perdón, del autor boricua; Solamente una Vez, de Agustín Lara y la Vida es un Sueño, del Ciego Maravilloso, Arsenio Rodríguez. Pensaba que previo estudio y ensayos conjuntos podrían empastar las voces, determinar quién haría la primera y quién la segunda voz, en qué tono cantar y, en qué momento entrar y salir. Sin embargo estaban próximos a la actuación y El Benny no aparecía en el estudio y sus músicos no estaban ensayando. Hablaban unos con los otros, reían, hacían chistes. Sólo uno se observaba atareado con su instrumento. Rodeado de los niños que habían ido al programa acompañados de sus padres, Chicho Piqueros, el bongosero, encendió un reverbero y bajo la atenta mirada de los chiquillos tersaba los cueros a fuego, tentándolo con los dedos, vigilando la afinación.
- ¿Qué sucede? - preguntó Pedro Vargas.
- Es que no ha llegado El Benny para que nos diga cómo debemos de tocar - contestó Chocolate Armenteros.
- ¿¡ Cómo es posible, manito!? - dijo el Tenor desalentado.
- No se preocupe, Don Pedro, que ahora mismo empezamos - dijo El Benny entrando por el estudio, bajo su sombrero de siempre.
No traía papeles en las manos. Sobre los atriles no había nada. Los músicos comenzaron a ocupar sus respectivos lugares. Chicho sacó dos pañuelos de colorines y se los amarró a los muslos a la altura de la rodilla, para colocar entre las piernas el bongó de cueros calentados. Del bolsillo interior del gabán sacó otro pañuelo de color rojo y se lo paso por la cabeza en ritual santero.
- Tú, saxofón - llamó El Benny -. ¡Vas a tocar así! - y comenzó a tararear - ¡Los violines, lo van hacer de esta forma! ¡Fíjense bien! - y volvió a tararear -. ¡Y usted, Don Pedro, va a empezar a cantar cuando yo se lo indique! ...
- Moré, el arreglo ... - objetó Pedro Vargas.
- Lo tengo en la cabeza, Maestro - contestó El Benny riendo.
No era cantante de academias. Su voz era el eco de muchas voces. Una voz de voces. El grito de muchos preteridos. La esperanza de los pobres. La memoria de millones de desarraigados. El ansia de libertad y el espíritu de rebeldía del esclavo a través de siglos incontables. El lirismo del hombre enamorado.
Alguno de los directivos de la empresa dijo con cierta sorna:
- ¡No sabe leer música!
- Pero la invento, la bailo, la canto y la toco - contestó El Benny con cierta ironía. Todos rieron a carcajada.
Mediaba un contrato. La violación de las cláusulas caería sobre su responsabilidad. Los empresarios irresponsables que lo anunciaban sin convenio previo, su propia concepción del espectáculo, del tiempo, su vida de bohemio empedernido, sus borracheras y el exceso de trabajo ya le habían dado la mala fama de informal. Tenía que cantar. Para El Benny, sin embargo, eso no era un problema; todo lo contrario. Conocía el tono natural de Pedro Vargas. Había escuchado muchas veces sus canciones. Las había estudiado.
- ¡Es una voz central! - le dijo a su amigo y director musical Chocolate Armenteros.
El Benny tocaba tambor y era un avezado en las formas de cantar del África Occidental, propias de las liturgias religiosas de los congos y lucumíes, traídas a Cuba por los esclavos. Sus intervalos, las distancias entre voces. Teñía el tres y la guitarra española y por tantos sabía de los acordes, las armonías y el cante de los gitanos. Pero sobre todo era un mulato cubano que llevaba dentro la Clave, con su capacidad de hacer música de los silencios, bordear el ritmo y abrazar la melodía. En fin, su naturaleza era la expresión de un largo proceso de transculturación. De modo que El Benny no sólo era un sabedor de su propia voz, de la evolución artística del canto en las dos culturas que confluían en su ser, de sus personales posibilidades, sino también conocía la voz del Tenor. Incluso las ideaba juntas, acopladas. Imaginaba el universo dramático que las dos voces podrían crear en medio de la interpretación. Como creador auténtico, pensaba hacer lo nunca antes, mezclar las tres formas de cantar que conformaban su universo musical: la académica occidental, la tradicional africana y, en virtud de la Clave habanera, el soneo cubano, para crear una novedad. Estaba seguro que sorprendería a todos.
- ¿En qué tono Benny? - le preguntó El Tenor de las Américas.
- Salga en el que usted quiera, Don Pedro. Yo le voy a colocar voces.
- ¡ Por favor, Moré, tutéame!
- Don Pedro, usted es un maestro. De usted y tenga hay que tratarlo. ¡Que no se atraviese la clave! - gritó.
-¿Empiezo con el compas largo o el corto?
- La cosa de las claves no está en cómo comienzan. Eso lo resolvemos con un pase. El truco es saber cómo y cuándo terminan. ¿Listos todos? ... ¡Va!
Perdón, vida de mi vida
si sabes que te quiero
perdón cariñito amado
con todo el corazón
Ángel adorado
con todo el corazón
dame tu perdón
con todo el corazón
Si sabes que te quiero
que eres mi consuelo
con todo el corazón
mi única ilusión
La voz prodigiosa de Pedro Vargas como una manta sublime lo cubre todo. Y la voz de El Benny corriendo por entre la voz de Pedro Vargas, sencilla y naturalmente del tono más agudo al grave y a veces en el mismo tono que El Tenor. Pedro Vargas se escuchaba preocupado quizás, un poco tenso, tal vez nervioso por las atrevidas innovaciones del mulato cubano. El Benny dramatizaba según quisiera darle un significado emocional u otro a la palabra, a la frase. Hasta ciertas vocales o consonantes en su interpretación se convierten, en un universo expresivo en sí mismas. Todo le venía por los caminos invisibles de lo divino, como llega el amor, la luz, la vida. Como si de nadie aprendiera. Como si nadie le pudiera enseñar nada. Como si fuese su propia fuente.
- Debo decir que aquellas grabaciones con Benny Moré han sido las mejores que he hecho en mi vida - confesaría cincuenta años después Pedro Vargas -. Hasta se dio el lujo de dirigirme... Musicalmente hablando era eso un ¡bárbaro! y un mejor amigo.


No hay comentarios: