Francisco Chaviano González
Jaimanitas, 20 de septiembre de 2010 /Cambio-Debate Cuba/. El destacado periodista de El Nuevo Herald, Alejandro Armengol, escribió el pasado día 30 de agosto un artículo que tituló Reclamo injusto, una severa crítica contra los grupos de la oposición, tanto del exilio como dentro de la isla, señalamientos sobre los errores cometidos, o los desaciertos en políticas de acción como el tomar las calles con protestas callejeras, que no logran establecerse porque no existen las condiciones para ello. Ese recurso, que es sin dudas válido, tendrá que esperar por el deshielo de las masas, ayer petrificadas por el terror y hoy todavía paralizadas por el miedo.
Plantea Armengol con acierto: “Es en el terreno social y económico donde se define la batalla por la calle. Además de enfrentar una fuerte represión, toda organización disidente que intente hacer llegar su mensaje a la mayoría de la población tiene que otorgarle preferencia a los temas sociales”. Luego señala que aunque los grupos más importantes en Cuba contemplan una plataforma social y económica, la cuestión política predomina. A esto se añade la censura que impide la divulgación de las ideas opositoras; hace que la gente acepte la propaganda gubernamental que sitúa a los opositores como un factor externo, vinculado a los Estados Unidos.
Y concluye con un apotegma: “En el mejor de los casos, se tienden a asociar con la defensa de los derechos humanos (en un sentido universal) y no de los derechos e inquietudes de los ciudadanos (trabajo, vivienda, salud pública, etc.).
Lo descrito por este periodista sobre la oposición cubana es una verdad que debemos asumir todos los que estamos inmersos en la lucha por democratizar nuestro país, tanto los del exilio como los que nos encontramos dentro de Cuba. Si en 20 años esos métodos no han tenido éxito, por qué empeñarnos en el fracaso. Es hora de rediseñar estrategias, de cambiar nosotros primero para poder participar en el cambio de la Patria.
La sociedad civil independiente es como una locomotora que avanza por la vía sin percatarse que ha dejado atrás a los vagones del pueblo, a los cuales supone conducir hacia la libertad. Somos líderes sin pueblo, acompañados por lo general por personas cuyo objetivo es emigrar. No es menos cierto que existe un porciento de la población que nos admira y nos aplaude con el corazón, pero no se atreve a acompañarnos.
Es menester que la locomotora pare y regrese por los vagones que ha dejado atrás. Los puntos de contacto con el pueblo pueden ser varios, pero a primera vista existen dos: los centros laborales y las asambleas del Poder Popular. En el primero para reclamar los derechos laborales. En el segundo para reclamar lo que al pueblo le apremia y preocupa, pero no se atreve a plantear.
Este tipo de lucha es mucho más difícil que la pretensión de tomar las calles, pero también más efectiva. Tendremos que enfrentar a los enviados de la policía política, quienes tratarán de impedir nuestra participación. Iremos a plantear lo que el pueblo desea, pero con mesura para no crear un shock. Insertarnos en el juego de la política establecida para combatirla, tomando el liderazgo que nos corresponde es nuestro reto y necesitamos prepararnos para ello.
miércoles, 29 de septiembre de 2010
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