jueves, 9 de mayo de 2013

CHAVEZ, EL CHAVISMO, MADURO Y CAPRILES


Por Faisel Iglesias
Abogado y escritor
Fundador del Movimiento de Abogados Disidentes Cubanos

José Martí, primero, y Alejo Carpentier después, nos alertaron del peligro que significa que los líderes de las revoluciones las sobrevivan. El caudillismo pos independencia le hizo decir con angustia: “sigue la colonia en las republicas”

Claro, el voluntarismo, la conducta intransigente, el liderazgo individual, el esfuerzo heroico, tan necesario en épocas convulsas, en tiempo de paz es un peligro.

Hugo Chávez tuvo la visión y la capacidad de poner la pobreza sobre la mesa y darle protagonismo a los que por más de 500 años no fueron más que parias, en virtud del que quizás siga siendo el método más adecuado en América Latina; el liderazgo personal.

El Nuestra América, como la llamaba José Martí, el estado, no surgió como un instrumento creado por el propio pueblo para organizar debidamente la vida pública. Fue implantado violentamente por saqueadores foráneos como instrumento de coacción y fuerza. Por eso no vemos a los gobernantes como servidores públicos, sino como oportunistas en el ejercicio del poder.

Agotada la primera etapa de la revolución, el proceso debe ir a un nuevo estadio cualitativo. Ya las capacidades de un solo hombre no pueden ser suficientes para echar a andar a millones de seres humanos. Seguir así seria privarlos del libre albedrio, castrarles sus potencialidades individuales; una contrarrevolución.

Es necesario apoderar al pueblo de su dignidad, del ejercicio pleno de cada individuo del sí mismo. En fin hacerlos soberanos, porque Dios nos hizo a su imagen y semejanza; creadores de instituciones capaces de canalizar las fuerzas creadoras de cada uno en particular y de la sociedad en general. Y Chávez, el venezolano más culto de su tiempo (si por ello entendemos, a un ser capaz de conocer a su medio y actuar en consecuencia), supo que tenía que morirse, porque ya el Chavismo no podía seguir siendo Chávez y el no podía dejar de ser quien era.

“Chávez, eres tú, niño. “Chaves eres tú, soldado”. ”Chaves eres tu obrero” “Chávez eres tú, mujer”. – Lo grito cuando ya sabía de su partida y tenía conciencia que se iba a quedar de otra manera :

“uno se va, pero no se va, pues”.

Y el pueblo chavista le respondió:

“Yo soy Chávez”

Sin embargo, como concepto de sociedad, estado y derecho, eso significaría que el pueblo se erija en ciudadano y el estado un mero instrumento a su servicio. Y América Latina no conoce esa dimensión del hombre, de la sociedad, del estado y del derecho. El otro no es un simple adversario que con otra visión, otro proyecto procura, un mejor país, sino, un enemigo mortal al que hay que aplastar.

Conquistados por la España invadida por los moros por ocho siglos, la España que a la Revolución Francesa opuso los déspotas ilustrados, pero déspotas al fin, la España que implantó en este lado del mar un estado de cosas, como instrumento de dominio y saqueo, donde todos los poderes estaban concentrados en una sóla persona, nuestros gobernantes han sido, unos tras otros, un sucessivo Capitán General. Por eso hoy los disidentes cubanos, recelosos unos de los otros, decimos con mucha razón histórica: “es que cada cubano lleva un dictador dentro”.

De España, más que sudaditos, fuimos esclavos. Y luego de las independencias, lejos de ciudadanos (de donde emanan todos los poderes), hemos sido los nacionales del proyecto del caudillo o líder (meros instrumentos, pues), que es en sí mismo, más que el gobernante, es el estado, la patria.

Muerto Chávez, agotada la etapa de la revolución bolivariana, donde la figura del Líder era imprescindible, se avoca Venezuela al desafío histórico de si Maduro o Capriles son capaces de elevar a Venezuela a la nueva dimensión histórica que exige el siglo XXI.

CAPRILES Y/O MADURO

Maduro, un líder sindical, acostumbrado a la dirección gremial, con oportunidades para hacer un gobierno desde las bases, procurando que los poderes del estado legitimen los reclamos populares en esas asamblea masivas del llamado “gobierno de la calle”, comenzó equivocadamente: primero Chávez, como caudillo al fin, lo designó su sustituto, apoderándose de un derecho que sólo le corresponde al pueblo; y segundo, Maduro cometió la inmadurez de creerse que era Chávez y vino con los cuentos de los pajaritos, y perdió en solo un mes un millón de seguidores.

Capriles, fue más astuto. En su campana habló a favor de todo aquello que siempre había rechazado, pero que fue el factor del éxito de Chávez: las misiones, los pobres, darle la ciudadania a los medicos cubanos, e incluso, quiso acercarse ideológicamente al Chavismo, proclamándose “lulista” y habló de los derechos ciudadanos, solo que, su candidatura está apoyada por un sector que fue la causa de la revolución y no cuenta con el favor de la historia.

De modo que el futuro de Venezuela depende de si Maduro es capaz de despojarse de la imagen de Chávez y con brillo propio, apoderar al pueblo de sus derechos soberanos, y hacer que los órganos de gobierno, viabilicen sus justas aspiraciones. O, por otro lado, dada la incapacidad personal de Maduro de llevar a cabo su misión histórica, Capriles emerja con un proyecto que se aleje cada día mas de los poderes que empobrecieron al pueblo, y dentro de un proyecto incluyente, reconciliador, haga al venezolano un verdadero ciudadano, con capacidad de, a partir de su plenitud, donarse y trascenderse, en una a Venezuela con todos y para el bien de todos.

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