lunes, 2 de abril de 2012

QUE DIRA LENNON

A NADA SE PARECE TANTO GORDON SQUARE COMO AL ALBERGUE DE LOS LEONES EN EL ZOO.
UNO VA DE JAULA EN JAULA.
TODOS LOS ANIMALES SON PELIGROSOS,
BASTANTE RECELOSOS ENTRE SÍ
Y LLENOS DE FASCINACIÓN Y DE MISTERIO.
-VIRGINIA WOOLF-

Otra vez Lennon y yo compartimos los mismos sentimientos. Creemos eternamente en Virginia Woolf. En la idiosincrasia de su carácter y en el ajetreo de su pluma. Pero de pronto también nos sucede otra cosa extraña de por sí: El ritmo literario cubano en el cual hoy vivimos es tan tremendo, que nuestros compases se han unido y nos sale lo mismo una asombrosa mezcla de hermosura que de vilezas.
Es muy lógico que como aquí gobierna la cafetera y no el fogón, Lennon desde su luz bendita nos invita a abrir cierta puerta clara para encontrarnos con unos libros vagabundos que no hablan a viva voz. Son almas torturadas, infelices, obligadas a pecados agrios, que no son más que los libros que pertenecen imperativamente a las famosas Comisiones de Lectura Cubana. Una vieja asociación compuesta por villanos y santos (muy pocos), hechos bellos y hechos despreciables que como otra asombrosa mezcla también se muestran con hermosura y con vileza.
Pero ¿dónde estamos en estos momentos Lennon y yo? De seguro me corresponde a mí sumergirme dentro de esta pregunta con la mayor de las fuerzas vibratorias que tengo para responderla: ¡Estamos en Cuba, en el mal llamado proceso editorial para la aprobación de un libro, que es necesariamente obligatorio de un escritor cubano, o de una escritora cubana!
Los autores entramos impulsados a esta cresta de ola, sin conocer (los que no tienen la experiencia) que podemos ser impelidos contra las rocas del fondo de cualquier precipicio.
Hombres y mujeres, tan cubanos como yo o cualquier otro autor, se nombran hermanos dentro de la tan afamada Comisión de Lectura, que no es más que una hermandad de pobres anticristos escogidos entre ellos mismos dentro de cualquier editorial. Y que aturdidos por el climaterio ya extendido de tantos años de padecimiento de la isla hacen y dicen cosas duras, cosas ásperas, cosas desagradables, cosas difíciles, cosas grandemente engañadoras que aplican tanto al cuerpo de la literatura cubana postmoderna que se presenta ante ellos como al propio libro o a su propia autoría.
Que muy bien puede ser de un escritor genio el libro, y que es deliberadamente desaprobado en ese largo camino de cartero que tiene la imperfectamente dichosa Comisión de Lectura. Que viaja con su gran carta de desaprobación durante todo su largo camino de espera (meses y meses) para después –y desafortunadamente- regresar por el mismo camino. Y así caer en la torpeza y en la conciencia de negarse ante todo un público cubano y no cubano, su propia desafectación de bondad e inteligencia literaria de sus buenas y de sus malas noticias, cuando la tan autentificada carta de desaprobación le llegue sin cuños ni firmas al genio, en este caso, cuando ellos gusten y quieran desde su real y divina gana.
Se ve entonces que una actitud tal no es humanamente sencilla, sino lo bastante compleja en sumo grado. Pues de inmediato todo se vuelve forzado y afectado como un equivalente de respuesta a los autores de estos libros que hacen (hacemos) un esfuerzo enorme con un gusto exquisitamente original y a su vez quisquilloso. Cuando no encontramos hojas para imprimirlo, ni impresoras, ni computadoras para digitalizarlo por ese precio tan descomunal con que se lucen en sus ventas de vidrieras gubernamentales, y no en la compra de sus propietarios estas mismas computadoras que son tan necesarias para el escritor.

Entonces necesitamos de un sentido de la literatura muy atrevido para soportar el resultado de esta Comisión chillona, deslumbrante y superficial. Un atrevimiento muy feroz al escuchar (soportar) las conclusiones empleadas en las respuestas editoriales que se desvanecen en el aire, para los que con infinito volumen de dirigentes literarios se disparan desaprobando a todos los libros que son incapaces de someterse a la relación ligera (así sea) de las fiebres violentas que padece el país, donde acosan con la gran preocupación de hacerle al libro en proceso un aseo general a su modus operandi, en busca de lo que ellos llaman comúnmente –para sus asuntos enmascarados- ditirambos, afonías, hojarascas, cacofonías, inesperados finales, versos con desentonos, sin dramas en el texto, falta de influencias literarias… Tormentas de arenas giratorias que se han inventado estos también inventados eruditos cuando rocían las páginas de nuestros libros –tan pervertidamente- que nos vemos y nos sentimos (nosotros mismos) como los escritores más pésimos de la legendaria historia cubana.
Así y todo estos impropios letrados duermen profundamente. Están tan conscientes de los males y de las injusticias que cometen en dichas evaluaciones literarias que no solo se limitan a la desaprobación, sino también al sueño de sus ángeles perversos y al hurto de este mismo libro, que escrito con un gusto exquisitamente original y fino, el autor se erige con atrevimiento, soltura y dinamismo literario, logrando un escalafón altísimo dentro de los integrantes (pero a ocultas) de la bien/mal llamada Comisión de Lectura Cubana. Y que es la propia señal de luz y claridad que más enmarca el señor de los espejuelos robados en una de sus más grandes curas del alma: Imágenes.
Entonces nos percatamos una vez más que el ritmo en el cual vivimos es tan tremendo, que esa misma vasija literaria de ese líquido perplejo, materia nubosa, almas torturadas no está relacionada con material del alma alguna. Sino con lo que diga y ejecute las tribus de estos desalmados, que cobrando a veces lo mismo por la izquierda que por la derecha sí hacen y aprueban su libro y el del socio. O el de la hembra que le abre las piernas.
Casos estos que son la más sencilla historia que sabe presentar el libro que se hace en la editorial como luto y tonga dentro de las también llamadas Bibliotecas/Librerías exquisitas cubanas. Libros que no tienen voz ni autoría de ser eminentes discípulos de Chejov, La Gertrudis, Yourcenar, Cortazar, o Martí…
Libros que se hacen a negocio, pescando soliloquios en otros autores cubanos o no cubanos para decir, escribir o expresarse muy malamente de casas rentadas por jineteras a su gusto, y no por las verdaderas hijas de la Magdalena cuando dan leche de sus senos sobre el mismo muro del malecón habanero al hijo que esconde durante las noches. Del ladrón que se roba la vaca para pagar casi una condenada de cadena perpetua su hambre e ingenuidad (para el autor) falseada. Del cornudo que estalla de risa (pero que lo soporta) cuando encuentra a su esposa con el Jefe de la Pesca Cubana. O de ese gran eminente niño que nace revolucionario porque desde su cuna pide la pañoleta de pionero. O de esa mujer que en su fuero sacrificio hace de Mariana Grajales (ridículamente comparada con eminente y real recuerdo de la historia cubana) en su puesto de trabajo sin faltar un día, pero que llega vestida con traje rojo entallado, tacones puntiagudos y diversos colores en el cabello según la semana del mes en el auto del jefe…
El “cubaneo” entonces es indefinido, tanto para Lennon como para mí o como para usted, que es ahora cuando quizás conozcas que Cuba es el único país donde libremente puedes ser un noble o un sencillo, un harapiento vagabundo que una gran dama virginal, un agitado que un pacifista, un pecador, que un abyecto… Pero lo que sí no puedes ser para ganarse la edición de un libro (y así “rimbombarse” en el club de las mentes obligadas) es un contrario.
Tú no puedes ser un Escritor Robado (según los administrativos sobre los periodistas independientes) para editar un libro en Cuba. Tú tienes que ser simplemente un tipo, un socio, un controlado gubernamental… Y sobre todo que no tenga mente propia. Que su poder lo regale como fueran sus últimos años de vida y lo deseara pasar lleno de lujo y con una debida suma de dinero. Que por supuesto, no obtendrá ni remotamente con la edición del mal nombrado Libro que se ha ganado sin dejarse robar por la contra.
No sé si Lennon los hubiera llamado como los llamo yo: villanos derrotados desde sus propias mentiras. Sé que son estos propios villanos quienes ahora Lennon mira desde arriba y desde su parque del Vedado, y yo que siempre los he mirado desde acá abajo para saber y dictaminar que también para abajo va la verdadera literatura cubana si continúan estos “hermanos” tan forzados (dicen según ellos que como todos) a destruir el verdadero buen libro que sí tiene sentido y sonido en el peso, acento y verdad de cordura en todas sus palabras, y que no puedo mencionarlos a todos, porque sobre todas las miles de cuartillas del mundo se aguantaría tanto título de autor desperdiciado. Que por seguro doy que entonces sí sería comprado, leído y prestado dentro y fuera del país, porque fuera el único texto y la única obra literaria que dijera –sin ángulo de visión ni borrosa ni aguda- la verdadera verdad de un cubano.
Creo que así Lennon se sentiría más conforme, porque ahora ya se sentaría con Virginia en su banco del Vedado para decirle que yo también puedo ser un soñador… Pero que no soy el único…

Rancho Veloz, Marzo 31/2012.
CUBA
idania@cenit.cult.cu

No hay comentarios: