lunes, 19 de marzo de 2012

CUENTO ENVIADO AL CERTAMEN "NUEVO PENSAMIENTO CUBANO"

X- Manuel, el ciudadano.

Lo primero que expresó el primer presidente de esta república en su primer discurso en la toma de posesión del cargo en 1902 fue: “Ya tenemos república. Ahora hacen falta ciudadanos.”
Manuel escuchó esto en una película muy vieja y se preguntaba si en verdad habríamos llegado a formar verdaderos ciudadanos en esta isla al borde del Caribe. Manuel lo duda.
Un ciudadano es una persona quien pertenece a un colectivo de otros muchos seres humanos distinguidos por cierto número de particularidades como el origen geográfico, el uso del mismo idioma, costumbres reconocidas y leyes aceptadas por casi todos que regirán una nación cualquiera. También existen derechos que son más o menos iguales en todo el mundo. Derechos y deberes universalmente reconocidos y aceptados que deben ser respetados o reclamados incluso con fuerza cuando sea necesario.
Entonces en Cuba nunca hemos tenido ciudadanos, pues ¿por qué permitimos a nuestro gobierno limitarnos en nuestros propios derechos y no se escucha ni una sola voz de reclamo?
Estrada Palma debe de estar aún sobre el estrado esperando alguna respuesta que no le acaba de llegar. ¿Dónde están los ciudadanos de Cuba? ¿Dónde sus derechos, el valor para reclamarlos, pues solo conocemos los deberes?
Manolo es un tipo que ha nacido un poco antes que la Revolución de los hermanos Castro y ha podido vivir en primera línea todos los acontecimientos que se han sucedido. Sus padres le habían llevado a ver los sucesos de Bahía de Cochinos cuando apenas los combates se habían apagado. En su mente permanecen grabados claramente como en un disco duro las imágenes del destrozo clásico de la guerra, los pedazos de camiones, tanques destruidos y abandonados, aviones derribados, muchísimos muertos de ambos lados. ¡Qué ferocidad entre cubanos! ¡Nos matamos cerca de cuatrocientos muertos en apenas sesenta y ocho horas! ¿De qué estamos orgullosos? Manolo no entiende.
Después llegó la Crisis de Octubre y tan solo ahora ha comenzado a comprender toda la extensión del inminente desastre que pendía sobre todos nosotros en términos de humanidad. Menos mal que los misiles estaban manejados por soldados y oficiales soviéticos y no en las manos de Fidel. De haber sido esto último no estuviéramos haciendo el cuento ahora entre montañas de escombros y cenizas calcinadas.
Después murió el ché. Noticia que arribó primero a manera de chisme increíble. Ya se había ido Camilo dentro de una historia que casi nadie cree. El país fue creciendo de susto en susto, de desastre en desastre, de descalabro en descalabro.
Manuel es uno más de los cubanos que no ha podido irse de Cuba, pero tampoco cree que lo vaya a hacer en cualquier momento cercano ahora cuando peor estamos. Considera que nos acercamos al final del camino y el tiempo que la historia nos encomendó para probar que el Sistema Socialista funciona y ¿qué hemos hecho?
Manolo ve como ahora Raúl intenta salvar en tres o cuatro meses lo que no pudimos lograr en 53 años cuando gastamos la mayor fortuna de la historia y el noventa por ciento de la población apoyaba al sistema naciente. Ya perdió su encanto por aburrimiento e improbabilidad manifiesta.
Manolo camina por las calles de la ciudad y tiene que tener cuidado de que no le caiga un balcón en la cabeza o se meta hasta la cintura en algún hueco pestilente de la acera.
La Cuba que tanto ama ya está literalmente destrozada e irrescatable por dentro y por fuera. Tal vez cuando lleguen los gringos en esta zona de Centro Habana se construyan los rasgacielos que necesitamos y vuelvan los concesionarios de autos como los Chevis, los Ford, los Cadillacs.
Manolo sueña como buen comunista que es, o eso cree él porque ya ni se sabe bien, con lo que hubiera podido hacer nuestro pueblo si Fidel no se hubiera dedicado a guerrear por todo el tercer mundo con el dinero que nos regalaron los soviéticos, con todos los incalculables recursos que nos enviaban, tal vez no, condicionados a servir como soldados universales, como cuando los misiles que nadie pidió.
Que orgullo si este pequeño país hubiera logrado un alto desarrollo de la sociedad, un avanzado estado de todas las esferas productivas, científicas, artísticas e intelectuales. El planeta estaría pendiente de los nuevos logros de los cubanos inmersos en perfeccionarnos y alcanzar el bello y tan ansiado Comunismo.
Pero ¿qué falló? ¿Fueron nuestros ineptos dirigentes, la clase media burguesa burocrática en su papel de muro opositor de los cambios por lo mucho que tienen que perder, los altos burócratas octogenarios status quo, o es que sencillamente el sistema socialista-comunista no funciona?
Quizás sea todo el conjunto o este sistema esté destinado para un poco más adelante cuando el desarrollo humano y sicológico así lo permita. Ahora tenemos un ejemplo muy claro de qué sucede.
Manolo medita y observa por enésima vez a su hijo adolescente mientras revisa la cocina por enésima vez en busca de algo que ingerir. Para él Fidel y la revolución deben ser algo muy alejados en la historia y muy por debajo en el nivel de prioridad frente al PlayStation o la computadora.
Cuál peso enorme le hemos colgado al izquierdismo cuando ya incluso asusta la palabra socialismo y se yuxtaponen las imágenes de ineficiencia, ineficacia, errores consecutivos y persistentes, apoyados por una férrea represión contra esa gran creciente parte de la sociedad que aún no acaba de entender o que nunca entendió.
Manolo, como Raúl Castro, sabe que esto se acabó. Ya no se podrá revertir medio siglo de fracasos en tan solo unos meses ahora transitando por un terreno social mucho más hostil.
¡Qué tristeza de ocaso para la generación del centenario, o ya casi centenaria, que generó este experimento social! Manuel está triste y lo siente por todas las generaciones que nos hemos perdido en el intento, por todos los muertos que al final no van a ver que la utopía no es más que eso mismo, inalcanzable e huidiza como un arcoíris a media tarde.
Es una lástima que los políticos no respondan por toda la humanidad que han dilapidado, por toda la existencia que han gastado en un experimento el cual ni siquiera sabían iba a funcionar y al final ustedes ven.
Nuestros enemigos siempre han estado en lo cierto y resulta que sus consejos y preocupaciones siempre fueron genuinos.
Ahora nos llega el capitalismo por asalto como un merecido castigo por tontos, pero resulta que parece que, según Raúl, se van a resolver la mayoría de los problemas. El gobierno pide a la población que realice lo que hasta hace tan solo unos días estaba prohibido o censurado. Lástima que no podamos traer de regreso a todos aquellos que fueron expropiados en el invierno del 68 para que nos muestren cómo se vuelve atrás y construimos un pueblo próspero.
A Manuel, el ciudadano, le llegó el capitalismo nuevamente sin permiso, aunque estaba avisado desde hacía mucho, pero no lo queríamos notar.
Ahora Manolo no sabe bien si está en un país de izquierda con una economía neocapitalista, o tan solo vive en una nación burguesa con rezagos comunistas ¿Quién le ayudará a pensar? ¿Carlos Marx o Jesús Cristo?
Por lo pronto la pregunta más inmediata de los últimos cincuenta años le salta a los oídos mientras observa la conocida silueta de la veterana esposa que le habla:
“¿Qué ponemos a la mesa hoy, cariño?”

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