jueves, 24 de septiembre de 2015

EL DANO ANTROPLOGICO DEL CASTRISMO A LA SOCIEDAD CUBANA

Veinte años después que la Seguridad del Estado Cubana (Policía Política) me dijera una madrugada, en medio de un interrogatorio, en una de sus sedes: “Te vas o te desaparecemos”, mi hijo puertorriqueño de seis años de edad y yo, nos encontramos en España con mi hija y mi ex esposa cubanas.

Mi pequeño hijo boricua estudia música y mi hija cubana, además de haber estudiado en el conservatorio habanero,  es cantante profesional. Yo he escrito un libro sobre la música cubana y su más alto exponente, Benny More, pero mi talento, si alguno,  es ese, escribir. Sin embargo, siempre me ha gustado cantar, sin lograr más que, tanto mi hija cubana,  como en estos tiempos, mi hijo en mi casa puertorriqueña me manden a callar.

“Yo necesito silencio, yo no quiero oír cantar”, me humillaba mi hijita con su voz de mesosoprano infantil.  Mi hijito, con su porte varonil es más resuelto:

Papá, cállate!”

Sin embargo, alguna fuerza interior siempre me impulsa a cantar y a cantar, porque, ya se ha dicho, el hombre es el único animal que no mira las piedras del camino. Y así sucedió en España. Tenia una ternura de nunca antes. La de tener a mis dos criaturas al alcance de mi abrazo, por primera vez en la vida. Dos seres que Dios había traído para ponerlos encima de mi pecho y emocionalmente crecer al ritmo de mi corazón y nunca había podido ser, porque un hombre resuelto siempre ha dicho: "Cuba es para los revolucionarios."

Pero el hombre, ay!  Y comencé a cantar un bolero de Benny More:  

Oh, oh, vida 
si pudiera 
vivir la felicidad

Ni mi hija cantante, quizás porque hacia veinte años que no me veía, ni mi hijito puertorriqueno, porque seguramente sentía que estaba en casa ajena, me mandaron a callar, a pesar de mi segura desafinación. 

añosPor primera vez creía que abanicaba el bastón del Bárbaro, que dominaba el escenario. Incluso, llegue a mover todo mi cuerpo, como si estuviera dentro de aquellos anchos pantalones, sobre aquellos zapatos de dos tonos, al ritmo de aquella otra voz ausente que llenaba todo mi pecho. Era la danza de mis hijos, la canción de mi vida prolongada. Y quizás con las ternura y plenitud de nunca antes. Estaba en España, por primera vez en mi vida, ante mi hija, cantante cubana y mi pequeño hijo estudiante de música, puertorriqueño.

Pero allí estaba la madre de mi hija cubana y no iba a desperdiciar la oportunidad que durante veinte anos no se le daba.

"¿Te gusta como canta tu padre?", le pregunto mi ex esposa a mi hijito puertorriqueño.
"Si"
"¿Y quien canta mejor, tu padre o tu hermana?", pregunto esta vez frunciendo el seno.
"Mi Papa"

"¿Y quien canta mejor, tu Papá o Benny More?”
“Mi Papá”, volvió a repetir mi hijito boricua.
“Pero como vas a decir que tu Padre  canta mejor que tu hermana y Benny More!”
“Esa es mi opinión”, contestó mi hijito resueltamente."
"Igualito a su padre!"

Para la madre de mi hija, una profesional formada en el castrismo, solo hay una verdad, y la defenderá hasta la muerte, con pasión, con intransigencia revolucionaria. Para mi hijito puertorriqueño, nacido en una sociedad democráticas, de ciudadanos libres, aunque su gobierno no lo sea, sabe que todas las verdades son relativas, que cada ser humano tiene sus propias verdades y que se les deben respetar, como se debe respetar a los demás, como se debe respetar la dignidad humana.  

1 comentario:

Anónimo dijo...

ignorante tirano