martes, 28 de enero de 2014

MARTI Y SUS FRACASOS.

Todo 28 de enero se celebra un aniversario mas del nacimiento del hombre más ilustre de Cuba; Jose Marti.

 Ahora,  como nuca, es necesario bajarlo de las estatuas, hacerlo más humano; con sus virtudes y defectos, para que se logre, al fin, la Cuba que el imagino: con todos y para el bien de todos, donde se le rinda culto a la degnidad plena del hombre.

José Martí es, sin duda, el más grande escritor cubano. Un hombre de una honestidad admirable. Una cultura y sensibilidad envidiable. Pero Martí es, además, expresión del gran fracaso de Cuba.

El proyecto libertario que se propuso fracasó.  Más de cinco décadas de castrismo, cruel y extranjerizante da fe de ello.
 
Desde el punto de vista, jurídico Martí admiró el movimiento codificador del derecho francés y despreció o no valoró en sus alturas o no lo estudió lo suficiente, el  derecho norteamericano, detalle imprescindible para la obra monumental que se propuso; la construccion de un estado, donde el gobierno no fueraa el ejercicio del poder de una clase sobre otra, sino un instrumento al servicio del ciudadano.

El derecho latino, tiene como objetivo el  imperio de la ley pre -establecida (que es dogmática y expresión de los intereses dominantes)   que lo hacen sacrificar la justicia muchas veces.

 El Common Law, sin embargo, como cada caso es su ley, y su concepto de justicia no es el imperio de la ley, sino la búsqueda de la equidad, es más rápido, más dinámico, más actualizable y más justo.

Por eso tantas revoluciones y golpes de estados donde impera el derecho latino, para romper esas camisas de fuerza que son esas leyes hechas por los de arriba.

Esos fenómenos no se observan en el Common Law. Una simper sentencia, una resolucion, una orden, es suficiente para modificar el estado de derecho. Asi se evito una guerra racial.

Martí priorizo la independencia de Cuba a la liberación de los cubanos. De nada vale la independencia de Cuba sin la liberación de cada cubano. Ya lo había advertido Ignacio Agramonte ante Céspedes en Guaimaro. Pero antes los conceptos dictatoriales de Gomez y Maceo, Martí se doblegó, porque considero que "la palabra de orden es juntarse". Y lo que se discutio en La Mejorana, el propio Máximo Gómez lo borró de nuestra historia, cuando cobardemente arrancó las paginas del diario de Martí.

De modo que Martí, obsesionado con la Independencia, no supo apreciar el peligro que significaban para Cuba los Generales.

Martí llamó a la UNIDAD y fracasó. Mientras la Revolución Norteamericana, por ejemplo - el mejor ejemplo- llamó a la DIVERSIDAD y al respeto a las minorías y triunfo.
 
La UNIDAD al presuponer un mando centralizado, obediencia ciega, el sometimiento a la idea única, limita contornos, fija posiciones dogmaticas, no admite discrepancias y, a fin de cuentas, elimina la palabra libertad, el respeto a la diversidad  y a las minorías.
 La DIVERSIDAD, por el contrario jamás define bordes, no completa las ideas, para siempre volver a ellas con nuevos bríos, porque es de pensamiento abierto. El respeto a las minoría significa darle a un elemento el valor del todo, oponerse a la dictadura de la mayoría, porque el bien supremo es la persona humana, la dignidad del ser humano, su plenitud, no la el poder.

Martí, por priorizar la Guerra de independencia, obvió diseñar un modelo de estado y de derechos propios para una isla que siempre ha visto al estado como un instrumento violento de saqueo y sojuzgamiento - al que ssiempre visto como su enemigo, al que hay que lesionar, robar, irrespetar, destruir -, en vez de un aparato propio, para hacer mejor la vida publica.

Martí también fracasó en el plano familiar. No se conocen frases de amor del hijo de Martí a su padre…

Martí idealizó una Cuba que apenas vivió. Y no es lo mismo vivir en el exilio sonando a Cuba, que vivir en Cuba en carne viva.

Martí tenia un ideario. Muchas veces expresado con imagenes sensibles, propias de la literatura, pero le falto un sistema concreto de pensamiento. Es por eso que Abela, el gran pintor y caricaturista cubano, en una de sus obras dedicadas al Maestro, escribió al pie:

"Que carajo quiso decir Martí"...



 

lunes, 27 de enero de 2014

QUE BUENO BAILA USTED

I
−Muchas veces la muerte no es más que una payasada. ¡El Benny muerto! De repente, aquel que hacía música del silencio, aquella voz de voces que se volvía amor, alegría, dolor... ¿Inmóvil? ¿Bajo la tierra? ¿Aquel que nos iluminaba con sus noches? No, hombre. Por eso yo no estaba allí, como no estaba él. Yo no me presto para tanta falsedad. El Benny jamás será un muerto... Hay muertos que no están en sus entierros, decía un poeta, hablando de los héroes.  Y a mí me gustan los poetas y los héroes. Unos dicen la verdad y los otros la son.
 Oh, oh, vida, si pudieras
Nadie creía en el capricho de aquella hora sacudida por el viento del destino. El Benny se había pasado la noche dando brincos en la cama. Amaneció con un sabor a estribo de cobre en la boca. Para nosotros no era más que la lógica resaca de sus continuas borracheras. Procuró la interjección musical que siempre hacía en sus canciones para limpiar las cuerdas vocales…
“¡Eeeeeee!”
 Pero, lejos de ponerse en condiciones de dar las notas claras, sintió un punzante dolor en el estómago y escupió un buche de sangre espumosa. El blanco de los ojos lo tenía amarillo. Se tendió de nuevo sobre la cama, tomó un poco de agua y respiró profundo. Las enfermeras entraban y salían de la habitación con rapidez. Generoso, al pie de la cama, sólo las miraba. Los chiquillos del barrio, al no dejarlos entrar, se turnaban, parándose unos en hombros de los otros, para mirar por la ventana abierta al cielo y ver al Bárbaro tendido, mientras los galenos lo auscultaban y le pasaban las manos por la frente. Tenía sombras en el rostro y el hambre de la tierra en los ojos.
“¡Me voy, mi socio!”, me dijo con resignación.
 Un hombre tan terrenal, de presencia tan cotidiana, nadie podía creer que iba a emprender el largo viaje. Sabiéndose mortal, se portaba como eterno. Por eso nadie lo despedía. La vida le tiene reservados trances a sus hijos predilectos. Toda transformación es dolorosa y en ellas siempre se gana algo. Y, claro, hay que pagarlo de una u otra manera. Y el Benny lo pagaba viviendo a una distancia cada vez mayor de lo normal. Todos lo veíamos muy cerca de los inmortales, saboreando con ellos su compás de música esclarecida. Lo sentíamos latir en nuestras propias vidas...
Vivir la feliz noche
En que los dos supimos nuestro amor, mi ben
 Aquel mulato de anchos pantalones de dril cien y zapatos puntiagudos de dos tonos, como los del Benny, entonó el bolero inconfundible, moviendo su tronco al compás de un ritmo interior, con espacios silenciosos marcados por los entrechoques de corazón de palo santo, para abrazar la melodía, mientras con la cabeza marcaba aquel tiempo musical cuartado que parecía buscar en un lugar muy dentro de sí, porque cerraba los ojos y levantaba las cejas, como quedándose en suspenso.
Sentir que nuevamente
Es mío, mío
Tu cariño
Se dejó llevar por su propia voz. Me contagió el eco, su atmósfera. Nos envolvió a los dos y nos trasladó. Comencé entonces a escuchar, en la memoria, la canción que brotaba de aquella otra garganta invisible, pero que lo llenaba todo con su presencia.
Saber que eres de mí también
Por siempre
 “Acaba de morir Benny Moré”, dijo un pasajero tan pronto subió a la guagua, sin que se le preguntara, con aquella cara incierta. Nadie lo miró; lo oyeron con la resignación que produce en las conciencias una frase de tales magnitudes, pero con la íntima convicción de que semejante acontecimiento no podía ser verdad.
“Siempre hay notas que nos duelen, nos desgarran el costado como la mordida de un animal salvaje. Otras, por anunciadas, nos producen una angustia irremediable. Pero cuando aquel que traspasa el ilimitado horizonte de este plano es un alma de luz, se produce en nosotros una hondura, un registro, una ternura por esa hermandad por fin liberada de las trabas de este mundo y exaltada a su eterna dimensión”… se oía decir al Cura, por la ventanilla, con aquella voz de entonación milenaria, frente a unos fieles de pie, cuando la guagua paró frente a la iglesia de la calle Infanta.
 “Lo mataron sus amigotes”, terció otro, desde el fondo de la guagua, con cierto enfado.
Todos hubiesen querido taparse los oídos. Yo no le presté atención. Del Benny, todos los cubanos éramos una cosa o la otra. Cuando muere alguien cercano a tu corazón, tú recoges ese muerto y lo metes dentro de ti, lo llevas siempre a cuestas. Por eso su vida, como su muerte, era un asunto personal de cada uno de nosotros. Moriría cuando ya ninguno tuviese vida, pero vivirá siempre en aquellas cosas que le puso la voz o el dedo, en nuestras propias existencias.
 “Se mató él mismo”, murmuró poco después, como para sí, un anciano invidente que viajaba en el asiento delantero, detrás de un tabaco que fumaba a trancos, dejando escapar un humo que se elevaba al infinito en unas volutas que el aire hacía y deshacía a su antojo.
 “Hay veces que la gente se come su propia cara”, dijo alguien.
 Todo lo creado, hasta lo que nos parece más simple, es ya complejo y culpable. El bien y el mal nacen de la misma semilla. Aquel hombre aparentemente sencillo era un puente de los elementos que signaron su vida, de la historia, de las culturas que definieron su ser. Su vivir al día, siempre por encima de las veleidades humanas; su sonrisa, como un modo de convocar a la frescura del espíritu, a la cordialidad de los caminantes; su avidez de canto y de alegría, esa inmediatez de sus acciones, aquella abundancia de sí, la tremenda capacidad de donación, de despego a todo, hasta de sí mismo, de trascendencia, quizás fue la máscara que Dios le dio para su tránsito por esta vida.
 Este tiempo
Sin tus besos
Yo sufro

 La verdad de las cosas tiene tantas mentiras, y las mentiras encierran tantas verdades, que uno al fin y al cabo nunca sabe. Por eso a la hora cero todo el mundo se pone las manos en tortita sobre el pecho y mira para el cielo. Sólo Dios sabe. Pero nunca responde a nuestros llamados, a nuestros ruegos. Un día detrás de otro como justicia y el silencio como respuesta. A veces pienso que eso lo hace muy sabio y oportuno.
 
Son mis horas de agonía
Sin ti
“¡Maldito sea el alcohol!”, sentenció una anciana.
 El Benny hubiese soltado una carcajada y, levantando su vaso de ron, brindando por ella, por ti, por mí, por todos, por la vida; habría abrazado la victrola en cualquier bar de malos tragos, como a una de sus mujeres de cada noche y, haciéndole la segunda voz a sus propias grabaciones, habría cantado uno de esos boleros de medio filing, como le llamaba Generoso Giménez a esa forma dramática que tenía el Bárbaro para cantar sus boleros:
Oh, oh, vida,…
No te alejes
 “Maldición de burro no llega al cielo”, concluyó alguien desde el fondo de la guagua, con vaho a ron e indignación, y se bajó. Yo no levanté la cabeza; no quería ver ni escuchar decir palabras inciertas. No podía oír lo que se comentaba, aunque ya no se hablaba de otra cosa. Para darle impulso a nuestros sueños se necesita un horizonte sin fin y El Benny era nuestra ilusión.
Con que sublime intensidad
Nos quisimos
Por las noches, su convertible blanco, lleno de músicos y amigos delirantes, pasa por las empedradas callejuelas de la ciudad dormida que evapora sus canciones, esperando siempre el retorno de aquel que se deshacía a cada instante para restituirse como una luz en la suprema generosidad del arte.
Con que sublime intensidad, mi bien
Nos quisimos
 Alto, delgado, soberano de sí mismo, sano y duro como una palma. A veces lo veo parado en las ramas de los árboles, cantando como un sinsonte. El Benny estará siempre donde se posan los oídos, donde se detiene la mirada, donde late la vida, en el corazón de cada cubano. Lo siento en los escenarios callados, en el palpitar de los enamorados. Ahora quizás no lo ves, pero lo escuchas, lo padeces, lo disfrutas, lo vives. Está aquí donde estoy yo. Está ahí donde estás tú. En todas partes, como sus sones, boleros, mambos, rumbas, guaguancós y guajiras.

Este tiempo
Sin tus besos
Domingo Ferrer, el mulato guapachoso, comprador de hojas de tabaco curadas para las capas de los puros Partagás, no hablaba como otras veces, para los demás, para hacerse oír. Con la mirada en las nubes, aislada de sus ojillos asiáticos, entre bocanadas de un humo que desaparecía en las anchas ventanas de su nariz, aspiraba profundo, como conteniendo las emociones en el pecho.
Yo sufro
 "El Benny es uno de esos cantante que Cuba siempre escucha.”, dijo como para sí y se fue.
Son mis horas
De agonía
Sin ti
 

lunes, 20 de enero de 2014

LA VIOLENTA IMPLANTACION DEL ESTADO Y EL DERECHO CUBANOS

"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace:
ganémosla de pensamiento.”


José Martí


 
Hace apenas 500 años el Verde Caimán del Caribe, la Isla Hembra- así es llamada Cuba por los poetas, quizás por verde, estrecha y larga, como si flotara siempre, siempre poseída -, estaba habitada por aborígenes a quienes la benevolencia del clima les permitía vivir sencilla y naturalmente como si todo el cuerpo fuera la cara.

La civilización, sin embargo venía de antaño. El mundo ya estaba dividido en la concepción oriental de la sociedad, el estado y el derecho, que ha seguido un desarrollo colectivo, colectivizante, de hombres que de servidores de la sociedad, en la mayoría de los casos, han devenido en servidos por los pueblos, cuyos más claros ejemplos lo han sido, a través de la historia, los regímenes despóticos de Egipto,  Mesopotamia, la India y China, en la antigüedad, y en la era moderna los gobiernos totalitarios de Europa del Este, tras la Cortina de Hierro; y  la concepción occidental,  que ha procurado el desarrollo de la propiedad privada, del individuo, haciéndolo ciudadano para erigirlo en soberano en un estado de derecho a su servicio y que tiene en el cristianismo su base espiritual. Europa, espacio vital de occidente, había disfrutado de una unidad estructural; la que le ofreció el imperio romano, que no sólo fue un hecho militar, una fuerza política, sino un movimiento civilizador, creador de humanidad, de sociabilidad, de vida en común, del derecho romano, y que llegó a tener por más de mil años la esencia de toda una cultura en un idioma común; el latín.

El desarrollo científico del siglo XV, le permitió al Viejo Continente, "buscar nuevas rutas para el comercio" por lo que en 1492, el más iluminado de los almirantes vio la tierra más fermosa que ojos humanos han visto, con la ignorancia de creer que Haití era Cipango y que Cuba era la China, y que los habitantes de Japón y China  eran los moradores del país de las vacas sagradas, y todos, aún hoy, lo nombramos el Descubridor, como si los primeros pobladores, que habían llegado saltando de isla en isla a través del Mar Caribe, no conocieran la tierra que, pisaban sus plantas de la Punta al Cabo.

Colón, el precursor de la cristianización de América - a costa del sacrificio de los nativos y sus valores - había expresado su intención de coronarse Virrey de las nuevas tierras. “Y, en su diario escribió la palabra oro 139 veces y la palabra Dios o la frase Nuestro Señor sólo 51, y el 27 de noviembre de 1492 consignaba: tendrá la cristiandad negocio en ella".[1]

Para muchos el Descubrimiento, el Encuentro entre dos Mundos o el Nacimiento de América - hay cosas para las que no hay nombres -, fue un hecho simplemente reaccionario, y para algunos, hasta casual, como si los fenómenos sociales, complejos y simultáneos, no fueran el producto de infinitas causas, inalcanzables, la mayoría de ellas,  a la razón humana.  Cada época histórica tiene su propio discurso. Hoy no es fácil asimilar que Cristóbal Colón no sea el Descubridor de América, pues entonces Humbolt no sería el Segundo, como lo proclamamos nosotros mismos, sino el Tercero, y el sabio Don Fernando Ortiz no sería el Tercer Descubridor de Cuba, sino el Cuarto. ¡Y, que sería de nuestra historia sin el mito de las Tres Carabelas!

 Abierto el camino por Cristóbal Colón, se apareció, tras su ruta, en 1512, por el oriente del largo lagarto verde, Diego Velázquez, capitaneando a trescientos hombres, los que, por sus procederes, santos y señas reflejaban ser genízaros sin empleos que, escapados de las secas, ásperas y delirantes laderas de Castilla – roca viva y vieja angustia de España -, invadidas por los rebaños trashumantes, con la esperanza de encontrar suelo fértil y enriquecerse con el pillaje, procuraron aventuras envolviéndose en las expediciones de los conquistadores a las Indias Occidentales; y otros, no se sabe de qué gitanos de las cuevas de Sacromonte, o  presidiarios, bagarinos, galeotes, herreros o artistas de Triana –diestros en sustraer y camuflar-, que cantaban, bailaban y lloraban a la vez, viviendo un presente sin ayer ni mañana, que habían llegado del oriente a Sevilla por el Estrecho de Gibraltar,  y que después del edicto de los Reyes Católicos, por el cual los egipcianos debían abandonar su  vida itinerante y establecerse en tierra fija,  eligieron la mar, hasta llegar al verde cocodrilo con ojos de piedra y agua, tendido, como en un bostezo, en la boca abierta de Las Américas.

 A fuerza de fuego, espada, enfermedades y muerte implantaron -  y diz que en el nombre de Dios -, una sociedad, estado y derecho extraños, culminantes de una realidad foránea especialísima, que la... ¡siempre! ... isla de Cuba no vivía. Fue una sociedad con elementos sacrificados, un estado y un derecho precarios, donde se confundían las potestades políticas, militares y en algunos casos las judiciales, en los mismos funcionarios y que, quinientos años después, en los albores del siglo XXI, a pesar de las coyunturales variaciones, sobrevive con los típicos dictadores latinoamericanos.



[1] Eduardo Galeano. Cinco siglos de prohibición del arcoiris del cielo americano.  Ser como ellos y otros artículos, Siglo Veintiuno de España Editores, España, 1992

miércoles, 15 de enero de 2014

JOSE MARTI Y LA CONCEPCION DE LA SOCIEDAD, EL ESTADO Y EL DERECHO CUBANOS

por faisel Iglesias

Poco tiempo después del Pacto del Zanjón – que mas que paz fue encono, según José Martí -, cuando los cubanos debimos hacer una valoración crítica de la guerra en el propio escenario de los sacrificios supremos, el Capitán General Martínez Campos (“El Pacificador"), descubrió una transitoria válvula de escape a la crisis; el puente de plata para los adversarios políticos; el exilio.

José Martí, futuro líder de la independencia y de la espiritualidad de la nación, que en tiempos de la Guerra Grande, apenas un niño, mientras más de doscientos cincuenta mil cubanos entregaron la vida a la causa por la independencia, no había podido hacer más que tirarle una cáscara de naranja a un soldado español, por lo que había ido a la cárcel y escrito allí bellos versos y estremecedores relatos, andaba por el mundo cargado de nostalgia, soñando la patria - vivir por Cuba en cuerpo y alma no es lo mismo que sobrevivir en Cuba en carne viva. - con la fuerza de un creador divino, se lanzó, cargado de ideales a entrelazar las ramas de los pinos nuevos con los viejos robles a fin de hacer la que él llamara “la guerra necesaria”, por la independencia de Cuba.

“Juntarse es la palabra de orden”[1], dijo.  “Haremos los cubanos una revolución por el derecho, por la persona del hombre y su derecho total, que es lo único que justifica el sacrificio a que se convida a todo un pueblo”[2], expreso quien, el primer día de combate, convencido de que todo el que da luz se queda sólo - "puedo morir mañana", había escrito el día anterior al fatídico de Dos Ríos-, cayó de su caballo mortalmente herido para levantarse desde entonces un mito hasta hoy inalcanzable para los cubanos.

“O la república tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propio, el ejercicio íntegro de sí y el respeto, como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás; la pasión, en fin, por el decoro del hombre, - o la república no vale una lágrima de nuestras mujeres ni una sola gota de sangre de nuestros bravos. Para verdades trabajamos, y no para sueños”[3]“Que cada opinión esté representada en el gobierno… que no se vea obligada a ser la oposición … ni influir en el gobierno como enemiga obligada, y por residencia, sino de cerca, con su opinión diaria, y por derecho reconocido. Garantía para todos. Poder para todos.”[4]

Máximo Gómez, Generalísimo en Jefe, del Ejercito Libertador, cree en la centralización del poder, sin que tenga cabida ninguna institución civil, “acaso se puede citar una revolución en el mundo que no tenga un dictador”, exclamaba. “Martí, limítese Ud. a lo que digan las instrucciones, y lo demás, el general Maceo hará lo que debe hacerse”, le ordenó al Delegado, cuando lo comisionó, junto al Lugarteniente General, a procurar  el apoyo del Presidente de México.
Antonio Maceo, ya en campana, procuró mantener alejada la tropa del verbo elocuente del que ya reconocían como “El Presidente”, con el propósito de que no fueran convencidos por la lengua liberal del “Capitán Arana”, como despectivamente llamaban los caudillos al líder liberal.
Cuando Martí llegó a Estados Unidos se impresionó con el desarrollo económico y el sistema político existentes. “En The Hour de Nueva York, del 10 de julio de 1880, expresa: “Estoy, al fin, en un país donde cada uno parece ser su propio dueño. Se puede respirar libremente, por ser aquí la libertad fundamento, escudo, esencia de la vida [...] Nunca sentí sorpresa en ningún país del mundo que visité. Aquí quedé sorprendido [...]”[5].  Conocía la carta de los derechos del ciudadano, el discurso de respeto a las minorías y a la diversidad.  Y consiente de “que la tiranía es una misma en sus variables formas”[6] , que el Gobierno debe ser la mayor reflexión sobre la imperfecta naturaleza humana”[7], viendo el sable en el puno de los militares y las órdenes brotando, como fallos inapelables, de sus discursos políticos, le había escrito a Máximo Gómez:
“No se funda, General, un pueblos como se manda un campamento”[8]. Y más adelante escribió: “Gobierno no es, sino la dirección de las fuerzas nacionales de manera que la persona humana pueda cumplir dignamente sus fines”[9]   y el 5 de mayo de 1895, catorce días antes de caer en combate dijo en tono herido al ver cómo Gómez y Maceo hablaban a solas, bajito, a sus espaldas: “va a caer la noche sobre Cuba”[10]

JOSE MARTI APELO A LA UNIDAD Y FRACASO EN SU PROYECTO LIBERTARIO. LOS PADRES FUNDADORES DE LA CONSTITUCION NORTEAMERICANA DEFENDIERON LA DIVERSIDAD Y EL DERECHO DE LAS MINORIAS A SER TRATADOS IGUAL Y TRIUNFARON.
Martí creyó que la guerra era la paz del futuro. Desde el exilio veía la independencia de Cuba como el objetivo inmediato y los sacrificios de la guerra como un proceso de purificación, donde todas las miserias y conceptos equivocados serian sanadas. Convocó a la unidad a todos los elementos, ignorando el peligro de que cuando la UNIDAD adquiere forma de gobierno, al presuponer un mando centralizado, obediencia ciega, el sometimiento a la idea única, limita contornos, fija posiciones dogmaticas, no admite discrepancias y, a fin de cuentas, elimina la palabra libertad, el respeto a la diversidad  y a las minorías.

 La DIVERSIDAD, por el contrario jamás define bordes, no completa las ideas, para siempre volver a ellas con nuevos bríos, porque es de pensamiento abierto. El respeto a las minoría significa darle a un elemento el valor del todo, oponerse a la dictadura de la mayoría, porque el bien supremo es la persona humana, la dignidad del ser humano, su plenitud, no la el poder.
José Martí tenía un ideal – tener un ideario no significa tener un sistema de pensamiento - de una Cuba futura, pero le faltó, además, el marco apropiado – una asamblea constituyente - para delinear y consagrar una clara concepción del estado y del derecho donde se consagraran, como ley primera, los derechos fundamentales del ciudadano y se establecieran las competencia de los órganos de gobierno, como si lo pudo hacer Ignacio Agramonte en Guáimaro. Y, en su defecto, se encontró en La Mejorana con Máximo Gómez y Antonio Maceo que pretendían un mando vertical a la revolución que andando el tiempo ha devenido en sucesivos gobiernos dictatoriales.

Peor aún, los revolucionarios cubanos nunca tuvieron una concepción autóctona de lo que debe ser el estado y el derecho cubanos. En Guáimaro – constituyente de la Republica en Armas -se procuró una forma gobierno que en realidad era una copia de las instituciones Europea y Norteamericana que no se ajustaban a las necesidades de un país donde el estado no surgió como un medio para organizar mejor la cosa público, sino como instrumento de saque y dominación.
Lograda la independencia, la constituyente de 1902, se realizó bajo la ocupación Norteamericana. Solo en 1940 se procuró una concepción del estado y el derecho con instituciones autóctonas, como el Tribunal de Cuentas, para combatir la corrupción, pero que en realidad fue letra muerta, entre otras cosas, por la rigidez de un cuerpo legal que reflejaba instituciones propias de una ley orgánica, en vez de consagrar normas flexibles propias de una constitución. Se acumularon los conflictos sociales y en 1952 el dictador Fulgencio Batista rompió la institucionalidad con el golpe de estado del 10 de marzo. Por último el castrismo hizo consagrar una mal llamada constitución que en su artículo cinco abdica su condición de ley suprema a favor del Partido Comunista, lo que ha hecho que el estado, gobierno y sociedad sea dirigido por una doctrina que se ha creído la verdad del mundo.
Este déficit de originalidad en el discurso histórico cubano, no solo se observa en cuanto a la concepción del estado y el derecho. Alexis Jardines, en su obra Filosofía Cubana in nuce, nos expresa:

 “A pesar de que la versión oficial, presupone sin más, la existencia de un pensamiento filosófico bien definido, con su tradición, su historia y su originalidad, los historiadores de las ideas  son muy cuidadosos a la hora de hablar de “filosofía cubana”. Siguiendo a Medardo Vitier, la expresión habitual en estos casos es “la filosofía en Cuba.” Lo cual denota la estancia de la Filosofía entre nosotros. Si exceptuamos algún que otro artículo menor, como el de Waldo Ross – y puede verificarse el dato – todas las obras de historia de las ideas en Cuba que se centran en el tema de la filosofía cubana evitan, en sus títulos, el reconocimiento tácito de una filosofía cubana (a pesar de que no dudan en admitir su existencia toda vez que pasan al desenvolvimiento del contenido). La utilización del giro “la filosofía en Cuba” en vez de la “la filosofía cubana” hace patente  que de lo que se trata en realidad es de la recepción de la filosofía en Cuba y  nunca de una filosofía autóctona” … “de una filosofía cubana, en rigor, solo puede hablarse hacia la década de los 40 – 50 del siglo XX, justo el periodo más olvidado y subvalorado por nuestra historia filosófica”.[11]


[1] Obras Completas, tomo 6, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1975, páginas 15-23.
[2]  Roberto Agramonte. Martí y su concepción de la sociedad. Centro de Investigaciones Sociales-UPR 1979.
[3] José Martí. Discurso pronunciado en la ciudad de Tampa, el día 26 de noviembre de 1891.
[4] José Martí. Fragmentos de apuntes. Nueva York (entre 1885 y 1895). Tomo 22. Páginas 108 a 109
[5] José Martí, Obras completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t. 19, p. 106 – 107
[6]  Carlos Ripoll. José Martí, Letras y huellas desconocidas. Pag. 97, Eliseo Torres & Sons. New York. 1976.
[7] Madison. Ensato 51. El Federalista.
[8] José Martí. Carta al General Máximo Gómez de fecha 20 de octubre de 1884.
[9] José Martí. Artículo "La próxima exposición de New Orleans." La América. Nueva York, mayo de 1884. Tomo 8. Página 369.
[10]  Roberto D Agramonte. Martí y su concepción de la sociedad. Editorial de la Universidad de Puerto Rico. 1984. Tomo 2, Pág. 97.
[11] Alexis Jardines. Filosofia cubana in nuce. ensayo de historia intelectual. editorial colibri. madrid, espana. pag. 11-12.

domingo, 12 de enero de 2014

LAS AMERICAS Y SUS DOS SISTERMAS JURIDICOS

por faisel Iglesias

El derecho colonial español – de origen celtibero, romano, germánico y musulmán – no había logrado unificarse a pesar de los esfuerzos de Fernando el Sabio y los Reyes Católicos. Gracias al influjo de la Revolución Francesa que lo impregnó de un tecnicismo admirable con la codificación napoleónica, logró una sistematización con coloración dogmatica  - cuya trascendencia es necesario estudiar para entender esa vocación latinoamericana de una revolución tras otra, capaz de cambiarlo todo para que todo siga igual -, donde se impone la norma preestablecida que hace reinar a la ley – incluso,  en desmerito de la justicia -. Concepción que vive en Latinoamérica por momentos con nuevos bríos, ignorando que el derecho moderno no debe ser mas el imperio de la ley preestablecida por los que ostentan el poder, el sostén del status quo, sino un valor de acceso a la justicia al servicio del ciudadano, porque el soberano el hombre.

 No fue hasta el año 1812, en que al darle las Cortes de Cádiz una “constitución” a la península  - que reconocía que la soberanía recaía en la “nación” y que España no era patrimonio de una familia o persona particular - que se extendió a la Isla, Cuba no contó con “una Ley Fundamental”, en el sentido moderno de la palabra, creadora de superiores instituciones. Sin embargo dicho documento seguía llamando “Soberano” al Rey (por tanto no era ley suprema) y súbditos a los nacidos en sus predios (en consecuencias no eran ciudadanos), y los nacidos en este lado del océano eran tratados con menos derechos que los peninsulares (por tanto sin el principio de igualdad ante la ley)[1], por lo que La Pepa[2] no pudo, ni puede ni podrá considerarse una constitución[3] en el sentido jurídico de la palabra. continuando - ¡Oh, destino! - la Perla de las Antillas, sometida a arbitrarias imposiciones foráneas.

 La mal llamada “Constitución” se aprobó el 19 de marzo de 1812, festividad de San José, en el marco de la Guerra de la Independencia (1808 a 1814), conocida por eso como la Pepa.  Es considerada el primer intento español de dotarse de un estado moderno, ya que el Estatuto de Bayona de 1808 no dejó de ser una “Carta otorgada” marcada por el sello napoleónico.  Fue la respuesta del pueblo español a las intenciones invasoras de Napoleón Bonaparte que, aprovechando los problemas dinásticos entre Carlos IV y Fernando VII, aspiraba a constituir en España una monarquía satélite del Imperio,  como ya había hecho con Holanda, Alemania e Italia, destronando a los Borbones y coronando a su hermano José Bonaparte. Pero la respuesta de los ciudadanos, jalonada por sucesos como el Motín de Aranjuez, las Renuncias de Bayona y el levantamiento de los madrileños el 2 de mayo, encerró un segundo significado para una pequeña parte del pueblo español. La España patriota, disgregada en un movimiento acéfalo de Juntas, entre levantamientos, sitios y guerrillas se unió finalmente en una Junta Central Suprema, y después en una Regencia de cinco miembros, cuyos cometidos principales fueron la dirección de la guerra y la reconstrucción del Estado. En este punto los pareceres se encontraban divididos: había quienes deseaban seguir anclados en el Antiguo  Régimen, quienes deseaban una reforma templada a la inglesa y aquellos que, influidos por las doctrinas y ejemplo de Francia, consideraban que la reconstrucción había de ser más radical. Éste fue el criterio que finalmente se impuso, y la Regencia convocó reunión a Cortes en la isla de León el día 24 de septiembre de 1810.

 La designación de los Diputados – no una libre elección por el pueblo – a las mismas se realizo de manera anómala dada por la situación del país, cuya aportación fundamental fue la creación de La Pepa. La obra de las Cortes de Cádiz combinó las tendencias constitucionales netamente españolas y la afrancesada. La constitución de 1812 enlazaba con las Leyes tradicionales de la Monarquía española pero, al mismo tiempo, incorporaba principios del liberalismo democrático tales como a soberanía nacional y la separación de poderes. La soberanía, como poder pleno y supremo del Estado, que hasta entonces había correspondido al Rey pasaba a la Nación, como ente supremo y distinto a los individuos que la integran, representado por los diputados, sin estamentos ni mandato imperativo.

 La separación de poderes, la más rígida de la historia española, siguió el modelo de la constitución francesa de 1791 y la de los Estados Unidos, lo cual impidió el nacimiento del régimen parlamentario en España. La “Constitución” no incorporó una tabla de derechos y libertades del ciudadano, que en definitiva debe ser el depositario de todos los poderes, aunque sí recogió algunos derechos dispersos en su articulado, como la libertad personal o el derecho de propiedad. Sin embargo, el texto proclama a España como Estado confesional, no reconociendo la libertad religiosa.

 En lo que a los órganos constitucionales se refiere, la Constitución de Cádiz dedicaba atención especial a las Cortes, al Rey y a sus Secretarios de despacho o Ministros. Las Cortes se organizaban en una Cámara única, pues se temía que el clero y la nobleza consiguieran apoderarse de una Asamblea de Próceres, obstaculizando la renovación política, social y económica que se pretendía operar. Los diputados a Cortes eran elegidos mediante sufragio indirecto, siendo necesario para ser candidato poseer una renta anual procedente de bienes propios, con lo cual, el Parlamento quedaba en manos de las clases acomodadas.

 En lo que a los poderes del Rey se refiere, se introdujeron modificaciones sustanciales. Si en el Antiguo Régimen el Rey había ostentado su condición en virtud de un título divino, ahora lo hacía por la gracia de Dios y la Constitución. Su poder se vio limitado, conservando una participación en el Poder legislativo, con una tímida iniciativa y un veto suspensivo así como la titularidad del Poder ejecutivo, aunque sus actos debían ser refrendados por los Secretarios de despacho.

La Constitución de 1812 tuvo una vigencia efímera. Fernando VII la derogo a su vuelta a España en 1814, implantando el mas férreo absolutismo durante seis años. Tras el pronunciamiento de Riego en 1820, precisamente con las tropas que debían viajar a América para detener la emancipación, el Rey se vio obligado a jurar la Constitución de 1812, iniciándose así el Trienio liberal.

Con ello terminó la vigencia de la Constitución de Cádiz, pero no su influjo, que gravitó sobre la política nacional, directamente hasta 1868, e indirectamente, durante el resto del ciclo liberal. Tuvo además una gran influencia fuera de España, tanto en América, en las constituciones de las viejas colonias españolas al independizarse, como en Europa, en la que durante años operó como un auténtico mito, influyendo en las ideas constitucionales portuguesas, en el surgimiento del Estado italiano e incluso en la Rusia zarista.

 España era pues, “Las Españas”.  “Ni el imperio de la ley” – propio del derecho latino -, ni la búsqueda de la justicia – propio del Common Law -, ni plenamente europea ni plenamente occidental aunque su espacio territorial, la península ibérica, quede dentro de lo que conocemos como Europa, espacio vital del mundo occidental. En consecuencia, Federico García Lorca,  en pleno siglo XX, pudo afirmar que… “Pese a la Reconquista, siguen vivas la Granada judía y la morisca, nunca del todo extirpada por la cristiana, que ambos palacios, “muertos los dos”, que coronan la Colina Roja – la Alhambra y el palacio de Carlos V – sostienen el duelo a muerte que late en la conciencia del granadino actual”[4]

 El mundo anglosajón, sin embargo, había tomado otros derroteros. En Inglaterra, los terratenientes, ya desde el siglo XII le habían arrancado la Carta Magna a Juan sin Tierra, consagrando cierta independencia del sistema judicial y derechos ciudadanos ante el Soberano. La Declaración de Independencia de las antiguas Trece Colonias, fundadas principalmente por “Peregrinos”, verdaderos exiliados políticos, cuyas tradiciones y espíritu libertarios consagraron en la Constitución de 1887, calificada por el Papa Juan Pablo II, como documento providencial, elevó al  ciudadano a soberano y al estado en un instrumento a su servicio.

Su sistema jurídico, The Common Law Americano sigue la senda del Peregrino, evitando los accidentes del camino, procura, en cada caso (cada caso tiene su ley)[5], la solución más sensata. Su concepción de anteponer la justicia a la ley, donde el derecho no es el valor, sino la justicia, dentro del marco del estado de derecho, con sus garantías constitucionales a la persona humana,  la teoría de la inconstitucionalidad, el debido proceso de ley sustancial y procesal y los remedios legales extraordinarios (habeas corpus, injuntion, mandamus,  coran nobis, quo Warranto ) para impedir que el peso lento y aplastante de la norma se imponga a la necesaria inmediatez de la justicia[6] lo dotan de un dinamismo evolutivo que han hecho innecesarias las repetidas revoluciones y golpes de estados.

 El Common Law, con el tiempo, ha sufrido transformaciones de conformidad con el desarrollo histórico. De modo que se habla de tres expresiones que se pudieran clasificar en: a) Common Law Clásico. Es el caso de Canadá y, Guayanas, Bermudas, Jamaica, Bahamas, Barbados, Belice, Trinidad, Tobago, Santa Lucia, La Antigua y las posesiones del Atlántico Sur. Rige aquí un sistema jurídico tal como se entiende en la Comunidad Británica; b) El Common Law Angloamericano. Sistema que, dado acontecimientos históricos y sociales, ha sufrido significativas transformaciones. Se desarrollo aquí la doctrina del Pacto Social, la Constitución, como ley suprema, donde se consagran los derechos fundamentales de los ciudadanos y se establecen las competencias de los órganos de gobierno y se fija la orientación política del estado; c) El Sistema Mixto, donde The Common Law se ha mezclado con el sistema jurídico de la Codificación. Es el caso de ciertas regiones del Canadá (Queber), o de Estados Unidos (Lussiana), donde las aproximaciones del Common Law y el derecho Francés son evidentes, y, en Estados del Oeste de Estados Unidos, como California, Nuevo México, Colorado y, Filipinas y Puerto Rico donde se mezcla con el derecho de origen Español.

 Puerto Rico, para los hispanos parlantes, para los latinoamericanos, merece un estudio histórico. La forma de citar la jurisprudencia es Norteamericana. El lenguaje es una curiosa mezcla de Ingles y Español, de traducción literal de de acepciones jurídicas Anglo-Americanas. El razonamiento jurídico cada vez es más norteamericano. Pero donde los juristas puertorriqueños han logrado un aporte trascendente es en esa capacidad de utilizar el derecho Anglo-Americano a la hora de regular sus relaciones con el estado, lo que le permite al ciudadano más garantía a sus derechos y más dinamismo a la sociedad, mientras, en las relaciones jurídicas entre particulares mantiene el sistema latino, la codificación, que le garantiza mas sistematicidad, mas garantías a los negocios jurídicos entre particulares. Realidad que, por una lado, le permite a los puertorriqueños ser los hombres más libres de Latinoamérica – a pesar de vivir en una colonia posmoderna -  y por otro lado, le garantiza estabilidad y seguridad jurídica, al inversionista, al empresario, al propietario, logrando una estabilidad económica a la población que aun no alcanzan los ciudadanos de estados libres y soberanos.
En consecuencia, The Common Law y la Codificación, más que dos sistemas jurídico, son dos maneras diferentes de pensar, dos conciencias del estado y del derecho antagónicas: una en función de la equidad, la justicia a la persona humana, al ciudadano y, la otra, como instrumento utilitario del poder constituido para mantener el orden existente.



[1] Las ciencias jurídicas modernas consideran que constitución es la ley suprema, donde se consagran los derechos fundamentales de los ciudadanos frente al estado, se establecen las competencias de los órganos de gobierno y se fija la orientación política del estado.
[2] . Asi se le llamo a la Constitucion de Cadiz de 19 de marzo de 1812, por ser  aprobada el dia de San Jose.
[3]  Una constitucion es, segun las ciencias juridicas modernas, la ley suprema de un estado, donde se consagran los derfechos fundamentals de los ciudadanos y las competencias de los organos de gobierno.
[4]  Ian Gibson. Vida, Pasión y Muerte de Federico García Lorca. Cuarta Edición, Debolsillo. Marzo 2010. Litografía Roses, S. A. Progres, 54-60. Gava. Barcelona. Pág. 636.
[5] La concepción de la justicia de arreglar el asunto antes de aplicar la ley, en oposición a la idea romana de aplicar la norma pre-establecida se encuentra también en la concepción  primitiva de la cultura germánica anterior a la influencia del derecho romano. Engelmana. The Germanie Procedure, traducido en el volumen de Millar, “A History of Continental Civil Procedure. Boston 1927, pág. 93.
[6] Justicia lenta no es justicia.