Por Juan Juan Almeida
El discurso del General Raúl Castro Ruz en la sesión ordinaria de la Asamblea Nacional, fue oportunista y autoritario. Desestatizar la sociedad cubana, como decisión de Estado, no significa gran cosa, máxime cuando el discurso político no refleja la necesidad real de la esfera no estatal, ni limita los ilimitados poderes del Partido y el Estado; por el contrario, mitiga y libera al Estado de un estorbo que lo consume. Fingir y ganar tiempo, un rejuego para recuperarse y fortificar. Lo dejó bien claro al decir “No descuidaremos, ni un instante, la unidad de la mayoría de los cubanos en torno al Partido y la Revolución, esa unidad que nos ha servido para llegar hasta aquí y seguir adelante en la construcción de nuestro Socialismo”.
¿Por qué Raúl culpa de la endémica corrupción a los dirigentes cubanos, y no encabezan la lista él y su hermano Fidel? ¿Qué significa la carta leída, previa al comienzo de la tan esperada sesión ordinaria de la asamblea? Dice así: “Usted nos trajo la libertad, nos entregó tierra y trabajo”. Manipulación es la palabra, una manera directa de monopolizar la opinión. Condicionar al auditorio es igual que censurar.
El bacanal parlamentario sólo informa. No hubo confrontación de ideas ni debate libre y plural. Como siempre, fue una pobre simulación, una adulación laxante entre personas que comparten idéntica postura ideológica, similares principios éticos, un único partido y las mismas aspiraciones. ¿Qué podemos esperar?
El señor Presidente, sin dudas necesita restablecer la confianza perdida ante la población. Las medidas o maniobras, como le quieran llamar, para reformular la política migratoria, subsidiar la venta de algunos materiales de construcción, flexibilizar la política de alojamiento, autorizar la compra y traspaso de teléfonos celulares, autos y casas, el reordenamiento de zonas cañeras, la venta de productos agrícolas a los complejos de industria turística, y la ampliación del área de las tierras en usufructo; sirve exclusivamente para dar crédito y reconocer una joven y nueva clase social, que puede asistirlo como soporte y apoyo.
Hablar del futuro del socialismo cubano como algo novedoso, olvidando el presente, mueve a risa y decepción. Desmedido, por definición, es el irrespeto al pueblo cubano.
El General Presidente, maquiavélico e hipócrita, haciendo gala de una benevolencia que no profesa y necesita representar, anuncia como encomiable decisión indultar a más de 2900 sancionados. Y dice además que se ha tenido en cuenta la anunciada visita a Cuba del Papa Benedicto XVI, y la celebración del 400 aniversario del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre.
Tamaña desvergüenza, como mínimo debe ser castigada; la liberación de esos sancionados, entre otras tantas intervenciones y presiones, nacionales e internacionales; es resultado esencial a la proeza sin igual de las DAMAS DE BLANCO (con mayúsculas). Raúl Castro es deshonesto en demasía, y en exceso despreciable para mi gusto.
miércoles, 28 de diciembre de 2011
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