(fragmento de novela en proceso de edición)
El arte es una
mentira y el Benny era el arte. Aquello no podía ser un entierro. ¿Dónde estaba
el muerto? La voz de El Benny se escuchaba cantándole al pueblo que lo vio
nacer como nunca antes:
Santa Isabel de
las Lajas, querida
Santa Isabel
−Ya los días no son tan largos – me había
dicho poco antes. Solo lo miré-. Se acortan- insistió -. Cuando era niño
pensaba que eran eternos. Ahora el tiempo se me esfuma.
− Con los años lo que cambia es el sentimiento, la
forma de ver las cosas – le repliqué.
− Se nos pueden quedar las cuentas
pendientes en cualquier momento, mi socio− añadió. No supe que contestarle. El
Benny te apabullaba con sus argumentos con la misma intensidad que te
maravillaba con su arte −. No sé, es una sensación de urgencia − continuó y se
mojó las manos con ron, se las llevó a la cara, cerró los ojos y olió despacio.
Después levantó trabajosamente aquellos párpados caídos, me miró con lejanía y
exclamó: − ¡Qué bueno sabe ese ron! – y pidió que le alcanzaran su billetera.
Extrajo dinero y mandó a comprar unas golosinas para la chiquillada que se
paraba por la ventana del cuarto del hospital para mirar al Bárbaro del ritmo
sobre su cama de enfermo −. Lo único que se pierde en la vida es lo que no se
da, mi socio – me dijo y me pegó aquellos focos delirantes que eran sus ojos en
el rostro y, antes que pudiera contestarle, continuó−. Hay quienes ves muy bien
vestidos, inteligentes, afables, sobre sus pies y te equivocas: andan sobre dos
patas. A veces han aprendido mucho de la gente. Pero nadie puede encontrar
suficiente gracia en otro como para sentir su amistad si no está satisfecho
consigo mismo y con su vida. Algunos ni patas tienen y se arrastran: son serpientes
– y boto los ojos grandes y redondos, como un brujo -. Quizás cuando niños sus
padres, sus amigos, se dieron cuenta y quisieron matar ese animal que anidaba
en ellos y fue lo que les hizo pensar que de verdad lo eran. Desde entonces ese
hombre comenzó andar con el animal y el animal con el hombre. Eso no es del
todo malo, porque en nosotros hay un poco de una cosa y la otra. Y podemos ser
incluso hasta felices. El problema aparece cuando somos muy inteligentes y
nuestra humanidad no quiere vivir con esa fiera que llevamos en la sangre. Y,
peor aún, cuando la fiera que tenemos dentro no quiere vivir con el hombre
inteligente, afable, y se nos quiere salir y se nos sale. Podríamos estar
hablando de esto la vida entera. Pero con ello no le vamos a resolver el
problema al hombre ni al animal. Lo que nosotros digamos o pensemos no es más
que eso. Todos tenemos más de una naturaleza. Más de una cara. No es raro. A
veces buscas un amigo y te encuentras con una ¡cara de perro! Jajajajajajaja”.
Y su risa quedó en el eco. “Así pues, siempre los hay...”, dijo, convencido,
ante mi asombro. “¡Pero nosotros somos!”. Y comenzó a cantar:
Hay que gozar
lo que puedas gozar
Porque sacando
la cuenta en total
La vida es un instante
y todo se va…
−Vivir es quemarse, consumirse y
aprovechar las cenizas –. Lo mire y sonreí −. Es arder por las dos puntas, mi
socio − concluyó con naturalidad, parafraseando al poeta. Se sabía bardo.
Lajas mi rincón
querido
Pueblo donde yo
nací
Lajas traigo para
ti
Mis saludos más
sinceros
Muchas veces
pienso que el Benny era un suicida. Hay suicidas que nunca ponen las manos
sobre sí. Nunca procuran una relación violenta con la muerte; todo lo
contrario. Algunos, como El Benny, se pasan la vida echándoles flores a los
demás. Pero es peculiar en ellos sentir en su corazón un germen comprometido,
incierto, expuesto al peligro. Como si sus propias vidas no les pertenecieran.
Procuran la perfección como un medio de disolución en los demás. Son suicidas
porque ven la redención en la muerte. Esa actitud de entrega constante es su
forma de extinguirse.
Y abro mi pecho
entero
Igual que mi
corazón
Al gritar con
emoción, orgulloso
Soy lajero…
Frente a los muros blancos de aquellas blancas
casas acostadas, cubiertas de flores, de las afueras de Santa Isabel de Las
Lajas, adonde lo llevábamos a descansar por ultimas vez, la voz de El Benny se
volvió por unos instantes cavernosa. El Bárbaro del Ritmo venía en hombros,
como la vida en andas. Allí la tierra abierta lo esperaba para abrazarlo. Volvía
al principio, al polvo.
Santa Isabel de
las Lajas, querida
Santa Isabel.
coreaban y allá en las alturas de las
mezzosopranos estallaban los metales, como relinchos de potros en la cima de
una montaña.
Siempre fuiste distinguida
Por tus actos
tan sinceros,
Lento, como deteniendo el tiempo, sin
saber realmente qué llevaban dentro de aquellos maderos clavados, sin saber a
ciencia cierta qué iban a enterrar, pasaba la multitud. Y la música de la Banda Gigante, la Tribu, como la llamaba El Benny, con su ritmo
marcado por los instrumentos melódicos y, sobre ella, El Bárbaro cantando en
versos a la manera de los glosadores medievales de la España mora. Soneando dentro del patrón de la Clave. Todos
a una sola voz y, sobre todas las voces, El Benny colocaba la suya, como
la única:
Santa Isabel de
la Lajas, querida
Santa Isabel
“Este lugar
siempre me ha resultado paradójico. Pareciera que al final el silencio se lo
traga todo, que la cima de las cosas esta en el fondo, que no hay un lugar más
alto que la tierra.”
Tus hijos son
caballeros
Y tus mujeres
activas.
“Y escucho mi voz en los altoparlantes, en las
victrolas. La siento en el corazón de la gente. Cantar desde lo innombrable.
Cantar sin voz humana, como los aparecidos.
Cantar a todo cielo, como los pájaros. Desde lo profundo como las
raíces. Desde ese fluido sutil,
invisible, elástico, que escapa a toda ponderación. Cantar y que ese movimiento
vibratorio transmita mi viva voz de muerto y llene los espacios con la canción
que procura el
beso y hace el amor. Otra cosa no supe hacer con mi vida. Otra cosa no sabré
hacer con mi muerte.”
...