HABANA, Cuba. -Me cuentan que unos 300 cubanos afines o adscritos formalmente al aparato de gobierno optaron por plazas para la delegación oficial al Congreso LASA 2015 en San Juan, Puerto Rico. Al final asistieron unos 150, entre delegados e invitados, cifra que posiblemente supere la suma conjunta de todas las demás representaciones de Latinoamérica.
No es el único dato que evidencia el interés del gobierno por convertir en tribuna propia y plataforma para su promoción a la prestigiosa Asociación de Estudios sobre América Latina (LASA, por sus siglas en inglés), pero puede dar una idea del afán que se gasta. Tampoco es un afán gratuito, porque LASA es la asociación profesional más grande del mundo, con casi 10,000 miembros, expertos en todas las disciplinas del conocimiento sobre Latinoamérica, dedicados a fomentar la investigación, el debate intelectual y la enseñanza, así como a incentivar el compromiso cívico, tanto a través de la redes de comunicación como del foro en vivo.
Está por ver hasta qué punto va resultando exitosa la estrategia de penetración ideológica que, a todas luces, desarrolla el gobierno cubano en LASA. Es un asunto sobre el cual ni siquiera se han detenido a reparar con suficiencia los analistas, entre otras razones porque tal penetración cuenta hoy (y cada vez menos) con pocas posibilidades de influir efectivamente en el destino del continente.
Ser moderno implica también darse cuenta a tiempo de lo que ya no es posible. Por lo que la mayoría de los estudiosos de las ciencias sociales en la región reconocerá la improcedencia de un modelo que supone la dictadura totalitarista como sistema para hacer valer ciertos postulados, aun en los casos de simpatía. Sin embargo, si bien parecen limitadas las posibilidades de ascendencia del régimen cubano sobre el pensamiento y la acción de la nueva avanzada política en Latinoamérica, no debe resultarle para nada inútil su propósito de gravitar en el seno de LASA. El enorme poder de influencia y el bien ganado respeto de que goza este organismo entre la intelectualidad latinoamericana y, en especial entre sus nuevas hornadas, debió ser asumido como inmejorable vehículo de legitimación por la dictadura más antigua del hemisferio.
Cuba en LASA
Al hojear las extensas listas de los títulos de ponencias sobre Cuba que fueron presentadas tanto en el Congreso LASA-2015 como en los anteriores, salta a la vista la superioridad numérica de aquellos que aluden a su sistema de gobierno como soporte para la conquista de altos índices de desarrollo humano, que se dice representan hoy un ejemplo a nivel continental y para todo el tercer mundo. Escasos son los textos dedicados a hurgar en la dramática realidad que sufren, desde hace decenios, los millones de pobladores de la Cuba profunda. Si acaso es posible encontrar (en las últimas ediciones) alguna que otra ponencia sobre problemas puntuales, esencialmente son valorados como consecuencia de la desintegración del campo socialista europeo y/o como reflejo de la crisis general que enfrenta el mundo.
La devastación por el régimen de nuestras estructuras económicas y socio-culturales, incluidas muy viejas tradiciones como el apego al trabajo, el respeto al derecho ajeno, a la ley y al orden, así como a la convivencia armónica, ha sido sepultada casi mágicamente bajo datos y números fríos con las que el régimen satura sistemáticamente las instituciones internacionales, tales como las infladas conquistas en materia de educación, salud pública, atención a la niñez y hasta en la lucha contra la discriminación racial y de géneros.
Llevando por delante mañosas estadísticas, que de seguro servirían de herramienta a los investigadores, estudiosos, académicos, ya que no disponen de otros indicadores “científicos” que no sean oficiales (algunos tal vez ni siquiera desean consultar otros), el régimen cubano debe haber planeado su aterrizaje en LASA. Del resto se ocuparía después la Sección Cuba, que cada año engorda más, como sapo bajo el sol, dirigida desde la Isla por personeros de la nomenclatura oficial, cuya misión es cumplir con los afanes legitimadores del régimen, pero aparentando representar una alternativa de intelectuales y estudiosos que, a título individual, defienden sus postulados, a la vez que descalifican y se esfuerzan por que no se conozcan o sean ninguneados los exámenes auténticamente alternativos sobre la realidad del país.
Tribulaciones de un panel
En el recién finalizado Congreso LASA 2015 tuve el honor de formar parte del panel de análisis Racismo y Raciocinio: Movimiento, Medios, Debate y Legalidad, junto a los destacados líderes antirracistas y miembros del movimiento de la oposición interna en Cuba Manuel Cuesta Morúa y Juan Antonio Madrazo Luna, además del doctor Juan Antonio Alvarado, de la Plataforma de Integración Cubana y Editor Jefe de la revista Identidades. Formaban también nuestro panel los académicos puertorriqueños Guillermo F Rebollo-Gil y Ariadna M Godreau Aubert, quienes, no sé si por accidente o por desprejuiciada elección, iban a verse en la incómoda disyuntiva de compartir espacio en el evento con un equipo que, aun siendo representación de Cuba, el país con mayor número de asistentes al congreso, estaba destinado a recibir tratamiento de minoría solitaria, con todas las postergaciones y la falta de deferencia que esto conlleva. Desde luego que ese trato no procedería en ningún momento de los funcionarios de LASA. Como invitados formales íbamos a recibir del anfitrión en San Juan las mismas atenciones que el resto de los delegados. No debió ser LASA, sino su muy activa y pujante Sección Cuba (en abuso de sus facultades como comisionada oficial de la Isla) la que se ocuparía de propiciar la ubicación de cada uno de los miembros de nuestra menuda subdelegación en un hotel distinto y bien distantes entre sí, sin la menor facilidad para comunicarnos y ni siquiera para poder vernos y cambiar impresiones más allá de los horarios en que el transporte del evento nos trasladaba al hotel Caribe Hilton, que era la sede principal, para que asistiéramos como oyentes a las exposiciones de otros paneles. Por añadidura, al llegar a nuestros respectivos hoteles, todos tuvimos dificultades para el hospedaje. Por alguna inexplicable razón, las reservaciones fueron hechas para el día posterior a nuestra llegada, o sea: la fecha en que ya estaría sesionando el congreso. Poco faltó para que este equívoco (si lo fue) nos obligara a dormir esa noche en un parque o bajo un puente de San Juan.
Resultaba difícil asumir aquel desplante como obra de la casualidad, sobre todo al constatar que era muy diferente la suerte corrida por el grueso de la amplia delegación oficial de Cuba. No obstante, si alguna duda quedaba sobre la intervención del azar, pudimos despejarla al conocer el sitio asignado para el desarrollo de nuestro panel, uno de los pocos (y con toda seguridad el único compuesto por cubanos) que debió ventilar sus ponencias en la sala Ponce de León B, en el Condado, fuera y lejos de la sede del Caribe Hilton.
Nuestro cubículo tenía asegurada la no asistencia del público, excepto quizá alguna que otra persona avisada de antemano y especialmente interesada en escucharnos como para renunciar a la posibilidad de asistir a otros paneles, por lo distante que se hallaban y por la hora y fecha: 8 de la mañana del último día del Congreso, sábado 30 de mayo. Para colmo, la noche anterior hubo fiesta para los delegados, hasta altas horas de la madrugada, organizada, vaya casualidad, por la Sección Cuba de LASA.
El saldo obligado
Por supuesto que no fue tiempo perdido, toda vez que las ponencias pasaron a nutrir el parque conceptual de LASA y, con tal carácter, quedan a disposición de cualquier estudioso inquieto que no se conforme con las limitaciones que brindan las ateridas estadísticas y fuentes oficiales de la Isla. Pero de cualquier modo es lamentable que estas ponencias fueran privadas de discurrir en el mismo espacio y con igualdad de posibilidades ante el auditorio que, digamos, los trabajos llevados al evento por las comisiones del régimen cubano. Y parece un despropósito, por llamarle de algún modo, que ello ocurriera en un evento cuyo lema central apelaba al amparo de las “precariedades, exclusiones, emergencias”.
Algunas de las conferencias de nuestra menuda subdelegación, además de responder íntegramente al reclamo lanzado por LASA sobre la necesidad de estudiar y exponer las desigualdades de que son víctimas los pobladores del continente, resultan de suma utilidad para conocer y comprender aquellas que padecen los pobres en Cuba, que integran casi toda la población, muy en particular los negros y mestizos, que constituyen mayoría. Igualmente revisten cardinal importancia los enfoques sobre el imperativo de que se emprendan en la Isla verdaderas reformas políticas, constitucionales y legales como paso previo al empoderamiento de la ciudadanía históricamente rezagada y postergada, como en el caso de los descendientes de esclavos.
En este sentido son ejemplares las ponencias de Cuesta Morúa (“La Ley afirmativa y la Reforma Constitucional”) y de Madrazo Luna (“Debate Racial. Espacios fiscalizados vs Espacios de resistencia en la Cuba Contemporánea”). Mi ponencia (“El antirracismo en el ocaso de la revolución cubana”) tiene como propósito llamar la atención sobre el hecho, absurdo y bochornoso, de que los activistas cubanos del antirracismo están hoy divididos en dos grupos contrarios, y a veces hostiles, como resultado de una estrategia del poder político, empeñado en desconocer e incluso en perseguir y acosar a quienes han resuelto desarrollar su tarea al margen de y aun en oposición a las estructuras del régimen. Se ha dado incluso el caso insólito de que tales activistas contra la discriminación son discriminados por sus simpatías o antipatías políticas.
Infortunadamente y para nuestra sorpresa, la prueba más cercana de este caso íbamos a encontrarla en el propio congreso de LASA, mediante el tratamiento que nos reservó la Sección Cuba. Algo definitivamente lamentable, aunque mucho más de lamentar para nosotros fue (por elemental elegancia y por solidaridad profesional) que los dos profesores puertorriqueños en nuestro panel hayan sido víctimas inocentes del mismo tratamiento, máxime si tal vez ni siquiera compartían por completo nuestros presupuestos políticos y sus ponencias (“Guaynabo City es un País: Construcción de la blancura en Puerto Rico”, de Rebollo-Gil) y (“Esa Tipa es una #Yal: La Mujer Negra y La Violencia Lúdica del “Buen Racismo”, de Godreau Aubert) estaban bien centradas en la problemática de las desigualdades en Puerto Rico.
Ambos tendrán que aprender la lección de no buscarse malas compañías en el próximo congreso. Entretanto, a los cubanos ajenos o contrarios al esquema que hoy impone la Sección Cuba de LASA sólo nos queda conservar la confianza en que LASA haga valer su muy reconocida credibilidad profesional y su autoridad moral para poner coto a tan indeseable intento de invasión por el régimen cubano.