jueves, 21 de agosto de 2014

NO, NO Y NO RAUL CASTRO

CARTA ABIERTA DE ANTUNEZ AL GENERAL RAUL CASTRO

 Esta, creo que es la segunda o tercera ocasión que le escribo, y como siempre sin el más mínimo ánimo o deseo de que me conteste, pues el absoluto desprecio y repugnancia que emana de su persona  no me hace ser de otra manera.
Señor dictador y genocida, hacen hoy 24 años y cinco meses que con apenas 25 años, cinco meses y 15 días de edad me atreví a desafiarle. De seguro sus tracatanes y adulones del alto mando de la policía política y del partido se lo comentaron. Le recuerdo dictador, esa noche usted pronunciaba en la ciudad de Santiago de Cuba aquel llamamiento al Cuarto Congreso del Partido Comunista de Cuba, y como siempre un discurso que como tantos y tantos de su hermano, que apenas unos pocos le ponían atención. Evoco que me encontraba en la plaza de lo que ustedes llaman Revolución, donde grandes bocinas le transmitían a personas mudas, hambrientas y sobre todo sordas su verborrea cansona. Era un jueves 15 de marzo de 1990, la Europa estalinista se desplomaba, el antiguo imperio soviético estaba  a punto de desintegrarse y aquí en el Caribe una casta senil se aferraba al poder y se negaba a implementar reformas. Por exigirlas, aquella tarde noche, sus valentonas fuerzas me golpearon salvajemente, sus cuerpos de instrucción me torturaron e instruyeron para que luego meses después su lacayo sistema judicial me sancionara a privación de libertad por el famoso delito de “propaganda enemiga oral”.

Señor dictador, creo dable confesarle en esta que en el momento de mi detención aún desconocía el largo y probado historial de crimen y terror instaurado por su hermano y usted. De los trabajos forzados, los campos de concentración de la UMAP, de la triste historia de los pueblos cautivos, y menos aún de la injerencia castrista en asuntos internos de otros países y en conflictos internacionales. Quizás por ese desconocimiento, sólo le pedí reformas y grité que el comunismo era un error y una utopía. Hoy, luego de conocer más su sistema, pido su derrocamiento y catalogo el comunismo como una aberración y crimen: la plaga social del siglo XX.

Sólo me bastó aquel día sentir que como joven y cubano, no era libre; que me faltaba como ente social algo para poder respirar y andar. Sentía que me era prohibido hablar y que debía, o seguir usando la máscara para no buscarme problemas,  o quitármela y actuar y vivir de acuerdo a mi mismo aunque ello implicara padecer la más horrible represión.  Y eso hice, lo desafié, General sin batallas. Lo hice a pesar de su conocida fama de hombre cruel y sanguinario. Lo hice, General  y de lo único que me arrepiento es  de no haber tenido el valor, la oportunidad o quizás la posibilidad de hacerlo mucho antes.

Por otro lado, también tengo que confesarle que jamás por mi mente pasó la idea que se iba a aplicar contra mí tanta saña enfermiza de odio y hostigamiento. Que en el año 1993, tres años después del arresto y estando cumpliendo mi injusta prisión en la causa #4 de 1990, su famosa sala de delitos contra la Seguridad del Estado en el tenebroso Tribunal Popular Provincial de Santa Clara me condenó nuevamente, ahora en la causa #5 de ese año por supuestos actos contra su Revolución socialista por lo que tuve que permanecer 17 años y 38 días de ininterrumpida prisión política que me brindaron la posibilidad de conocer en carne propia la tortura y vejamen como arma de represión política.

 Raúl Castro, mi caso es para usted conocido, pues fue usted y no otro quien ordenó los múltiples allanamientos y saqueos de los que he sido víctima en mi vivienda durante las últimas semanas, donde en el más grosero alarde de fuerza e impunidad mandó usted a que sus cobardes y oportunistas tropas de asalto destruyeran parcialmente mi casa y robaran en más de una vez a diestra y siniestra artículos, enseres, material de oficina, medicamentos, alimentos durante estos actos conocidos en el argot cubano como actos de raterismo, bueno, a fin de cuentas, cada cual hace lo que se le enseña.

Señor General, y ahora que se auto titula también presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, sé bien cuántas cartas le han enviado a usted oponentes desde dentro y fuera pidiéndole que realice reformas y apertura política así como que convoque a elecciones. Se lo piden como si usted fuera realmente un presidente y como si en Cuba estuviese en el poder un verdadero gobierno y no una tiranía. Sabemos que en cualquier momento, usted cual maquiavélico y oportunista sátrapa va a aceptar lo que piden y realizará una consulta popular, es decir, una farsa electoral bajo su control, donde al igual que en Venezuela el oficialismo totalitario continuará en el poder. Y ya no es secreto para nadie, las desesperadas y astutas maniobras que usted y acólitos realizan para fabricar a supuestos oponentes y asegurar con ellos la sucesión dinástica e ideológica.

Pero le advertimos General, y es uno de los motivos de esta misiva, que nosotros, los cubanos dignos y comprometidos con el futuro de nuestra patria, no vamos a aceptar ese cambio fraude y cosmético que ustedes fraguan. Sepa también que la Resistencia cubana ni espera ni quiere reformas implementadas por la criminal tiranía que usted preside. Las únicas reformas por nosotros aceptadas serían las que a partir de su derrocamiento o abandono del poder, realizará el pueblo desde su base.

Señor dictador, basta de trucos, que usted no estará otro nuevo mandato, eso ni nos importa. Que usted lleva a cabo reformas en la arena económica y migratoria, eso es mucha mentira, y no nos importa tampoco. Que su régimen realiza una actualización de su modelo, es otra falacia y mentira más. Eso es más de lo mismo.

Que vendrá una reforma monetaria, tremendo truco y mentira, General.  Nosotros, el pueblo de Cuba, necesita un sistema democrático donde prevalezca una economía de mercado. Una, dos, tres o cien mil monedas, no importan, mientras exista una economía centralizada y asfixiante como la del sistema totalitario suyo. Nosotros, Señor dictador, no queremos con usted, ni reformas ni aperturas, ustedes ni son nuestros dueños, ni tienen por qué dictar nuestras pautas.

Sabemos que su tiempo en la tierra se le agota, y que poderosos intereses han mostrado la intención de hacerle el juego, o repartirse jugosas ganancias a costa del dolor y sacrificio del pueblo cubano.

General Raúl Castro, por alertar sobre el peligro del cambio fraude, mandaste a asesinar a Oswaldo Payá y al joven Harold Cepero.  Dudo cuente ahora con suficientes matones para seguir asesinando a los miles y miles que como Payá y Harold seguiremos denunciando sus trucos y maniobras continuistas.

Por Laura Pollán, una indefensa mujer, enviaste a tus asesinos a sueldo para salirte de ella, porque no pudiste vencerla en sus dominicales marchas cada domingo por la Quinta Avenida. No te importó su condición de mujer y la justeza de su clamor. Pero también Laura lo venció, cobarde General, pues sus valientes tropas de Damas de Blanco sobrevivieron a la cruel ejecución de su líder y se extiende ahora como pólvora patriótica por toda la Isla.

Ya te habían vencido Pedro Luis Boitel, Olegario Charlotte Pileta, Orlando Zapata, Wilman Villar, y muchos otros, que tuvieron el coraje de inmolarse en aras de la libertad y en respeto de su dignidad, decoro este que le falta tanto a usted como a sus matones que me amenazan de muerte en represalia por mi consigna de “ni me callo, ni me voy de Cuba”.  Ellos mismos, además, hace apenas unos días, durante uno de los tantos arrestos de los que he sido víctima, me torturaron y golpearon, ya que según ellos y usted, saboteo los intentos de su tiranía de normalizar las relaciones con Estados Unidos.

Sepa usted General Raúl Castro que ni la absurda medida cautelar de prisión domiciliaria que pesa en mi contra y la evidente amenaza de ser asesinado, podrán hacerme cambiar en mi propósito que es el de miles y miles de cubanos. Ustedes no podrán, Raúl Castro, no podrán doblegar a un pueblo que se ha cansado de vivir sin libertad, como tampoco podrán materializar el complot internacional que se gesta contra la causa de la libertad de Cuba. Ese complot, Raúl Castro, no tendrá éxito, venga de La Habana, venga de Washington, venga de Bruselas, o de la mismísima ciudad del Vaticano. No podrán, General, porque sepa que tanto usted, su familia, y ese partido cruel y sanguinario, estarán excluidos de todo proceso de cambio democrático pues ustedes significan la negación de la democracia misma. Y dígale a sus subalternos, General, que aquí estoy y estaré, en mi querido terruño de Placetas del que no me sacarán ni sus fuerzas represivas ni usted mismo, ni nadie, y que mi humilde vivienda, aunque profanada, vandalizada y saqueada por su camarilla, continuará siendo un bastión de Resistencia, lucha, albergue y santuario para mis compatriotas que luchan contra usted y a favor de la libertad y la justicia. Y dígales también General a sus promotores y compinches, a sus voceros estén en Miami, en Washington, en Bruselas, en La Habana, o en el mismísimo Vaticano que no sigan frotándose las manos, nosotros le decimos no al continuismo porque aquí en Cuba no habrá reconciliación sin que primero haya justicia, libertad y democracia. Y, como presentimos, diga además a algunos gobiernos que se dicen democráticos y que están dentro del complot, que pierden el tiempo General, que el hecho de que los cubanos necesitemos y esperemos por la solidaridad internacional, eso no quiere decir que algún país o potencia extranjera, por muy poderosa o influyente que sea va a formar parte de nuestro proceso de cambio, porque los cubanos, los que están dentro y los que están fuera, estamos convencidos que la solución de Cuba tiene y debe resolverse entre cubanos, exceptuándolos por supuesto a ustedes General, que por el daño que le han hecho a nuestra nación, ni siquiera merecen llamarse cubanos.

Raúl Castro Ruz, a nombre del pueblo de Cuba, de mis compatriotas presos, y de las víctimas de su dictadura, le digo no, no y no.

Desde Placetas, en el centro de Cuba Jorge Luis García Pérez “Antúnez”, que ni se calla ni se va de Cuba. 20 de agosto de 2014.

 

martes, 5 de agosto de 2014

LIBERTAD, LIBERTAD, CUBA CANTA Y RECLAMA LIBERTAD

Rebelión en la frontera

Calle Galiano, La Habana, 5 de agosto de 1994. (CUBAUPDATE.BLOGSPOT.COM)
ANDRÉS REYNALDO | Miami | 4 Ago 2014 - 9:30 pm. | 2
El Malecón es la frontera poética y política de La Habana con el norte. La rebelión de aquel 5 de agosto fue un acto de justicia poética contra una larga injusticia política.
El Maleconazo ha sido, hasta ahora, la mayor protesta ciudadana contra la dictadura castrista. Sofocada con brutal prontitud, dejó en los disidentes y en las elites el aterrador espectro de un levantamiento popular, espontáneo y acéfalo. El siempre probable desenlace sin diálogo ni dialogantes.
Por unas pocas horas, en la tarde del sábado 5 de agosto de 1994, se quebró el equilibrio entre una oposición que rechaza la violencia, una ciudadanía aletargada y envilecida por medio siglo de terror en la miseria, y unos gobernantes que consideran (a mi juicio, acertadamente) la pérdida del poder como una segura condena de prisión o muerte.
Al igual que la descomunal crisis provocada por el asilo de 10.800 personas en la Embajada de Perú, en 1980, el Maleconazo se resolvió en éxodo hacia Estados Unidos. En ambos casos, los presidentes demócratas Jimmy Carter y Bill Clinton, interesados respectivamente en el mejoramiento de las relaciones con Fidel Castro, decidieron absorber otra ola de exiliados. Ante todo, la estabilidad.
No hay peor escenario que una intervención en la Isla ante una debacle humanitaria o una guerra civil, con sus repercusiones regionales y en La Florida. Esta renuencia a inmiscuirse de manera radical en los asuntos de una nación enemiga equivale, por más de medio siglo, a un firme tratado de no agresión.
Mucho se ha especulado sobre el detonante de la protesta. Esa mañana también llegó a Miami "la bola" de que algunos barcos se acercarían al Malecón para recoger a quien lograra subir a bordo. La dificultad de la operación solo la hacía creíble a la gente desesperada en la Isla. Aunque no puede probarse que el rumor procedió de las autoridades castristas, lo cierto es que en ese momento a los exiliados les faltaban los medios, así como a los norteamericanos todavía el interés, para instrumentar semejantes maniobras.
Tampoco eran invenciones de Miami las constantes noticias sobre el creciente descontento en la Isla por las carestías del "Periodo Especial", sumadas al habitual período letal que es el castrismo. Los exiliados que visitaban la Isla regresaban conmovidos por el hambre, la corrupción y el deterioro de la moralidad y la convivencia. Fidel gobernaba, como nunca antes, en el limbo de las consignas y el oprobio de la precariedad.
De la truculenta picaresca de la supervivencia se infería la desgracia. Fue la época del robo y matanza de las fieras de los zoológicos, de la venta clandestina de pizzas de condones y pan con bisté de frazadas de piso, de los cerdos sin cuerdas vocales criados en las bañeras de los apartamentos, de las jineteras con doctorados en universidades soviéticas y de espeluznantes crímenes comunes y sacrificios de santería. En los arrecifes del Malecón amanecían los fetos triturados por el oleaje y el índice de muertes en los hospitales convertía en calvario la esperanza de cura.
Apenas tres semanas antes del Maleconazo, el hundimiento del remolcador 13 de Marzo había conmovido al mundo. Cuatro naves oficiales provocaron el naufragio del remolcador con 72 fugitivos a bordo el 13 de julio. Murieron 41, entre ellos 10 niños; el menor de cinco meses y el mayor de 12 años. No sería hasta la misma noche del 5 de agosto cuando Fidel elogiaría a los ejecutores de la masacre en un encuentro orquestado con periodistas oficiales.
"¿Qué vamos a hacer con esos trabajadores que no querían que les robaran su barco, que hicieron un esfuerzo verdaderamente patriótico, pudiéramos decir, para que no les robaran el barco?", dijo.
La Habana hervía en los rumores de otro Mariel. Las lanchas de Regla y Casablanca habían sido secuestradas el 26 de julio y el 3 y el 4 de agosto. Tras recoger en alta mar a los secuestradores y más de 100 ocasionales pasajeros que decidieron pedir asilo, los guardacostas norteamericanos devolvieron las embarcaciones a los guardafronteras cubanos. En espera de un providencial secuestro, se formaban largas filas de ansiosos habaneros, a veces con abultadas maletas, para hacer el breve cruce de la bahía. Los chistes aludían a una nueva línea Habana-Casablanca-Miami. Se ha calculado en más de 20.000 la cifra de habaneros tomaron el Malecón y comenzaron a saquear el Hotel Deauville y algunas tiendas para turistas.
Al menos hubo otro significativo foco en La Habana Vieja, en torno al Museo de la Ciudad. El historiador de la Ciudad de La Habana, Eusebio Leal, avisó que estaba dispuesto a morir con las armas en la mano frente a "la marginalidad y la canallada".
Miles de policías, porristas de los contingentes Blas Roca, miembros de los Comités de Defensa de la Revolución y agentes de la Seguridad del Estado y Tropas Especiales estuvieron a punto de ser rebasados por la inerme muchedumbre. En la unidad blindada de Managua los tanques pusieron sus motores en marcha. Tiempo después, con esa suerte de inocencia que da la impunidad absoluta, Raúl Castro dijo que por primera vez habían pensado en lanzar los tanques "contra el pueblo" (sic).
El Malecón es la frontera poética y política de La Habana con el norte. La rebelión de aquel 5 de agosto fue un corajudo acto de justicia poética contra una larga injusticia política. Puestos a sacar lecciones, hay una que viene a cuento en estos días de fraudulentas reconciliaciones, congresos del colaboracionismo y cambios del castrismo sin mercado al castrismo con mercado: cuando el pueblo sale a la calle el eco solo repite dos clamores: "¡Libertad!" y "¡Abajo Fidel!".