CARTA ABIERTA DE
ANTUNEZ AL GENERAL RAUL CASTRO
Esta, creo que es la segunda o tercera ocasión que
le escribo, y como siempre sin el más mínimo ánimo o deseo de que me conteste,
pues el absoluto desprecio y repugnancia que emana de su persona no me hace ser
de otra manera.
Señor dictador y genocida, hacen hoy 24 años y cinco meses que con
apenas 25 años, cinco meses y 15 días de edad me atreví a desafiarle. De seguro
sus tracatanes y adulones del alto mando de la policía política y del partido se
lo comentaron. Le recuerdo dictador, esa noche usted pronunciaba en la ciudad de
Santiago de Cuba aquel llamamiento al Cuarto Congreso del Partido Comunista de
Cuba, y como siempre un discurso que como tantos y tantos de su hermano, que
apenas unos pocos le ponían atención. Evoco que me encontraba en la plaza de lo
que ustedes llaman Revolución, donde grandes bocinas le transmitían a personas
mudas, hambrientas y sobre todo sordas su verborrea cansona. Era un jueves 15 de
marzo de 1990, la Europa estalinista se desplomaba, el antiguo imperio soviético
estaba a punto de desintegrarse y aquí en el Caribe una casta senil se aferraba
al poder y se negaba a implementar reformas. Por exigirlas, aquella tarde noche,
sus valentonas fuerzas me golpearon salvajemente, sus cuerpos de instrucción me
torturaron e instruyeron para que luego meses después su lacayo sistema judicial
me sancionara a privación de libertad por el famoso delito de “propaganda
enemiga oral”.
Señor dictador, creo dable confesarle en esta que en el momento de mi
detención aún desconocía el largo y probado historial de crimen y terror
instaurado por su hermano y usted. De los trabajos forzados, los campos de
concentración de la UMAP, de la triste historia de los pueblos cautivos, y menos
aún de la injerencia castrista en asuntos internos de otros países y en
conflictos internacionales. Quizás por ese desconocimiento, sólo le pedí
reformas y grité que el comunismo era un error y una utopía. Hoy, luego de
conocer más su sistema, pido su derrocamiento y catalogo el comunismo como una
aberración y crimen: la plaga social del siglo
XX.
Sólo me bastó aquel día sentir que como joven y cubano, no era libre;
que me faltaba como ente social algo para poder respirar y andar. Sentía que me
era prohibido hablar y que debía, o seguir usando la máscara para no buscarme
problemas, o quitármela y actuar y vivir de acuerdo a mi mismo aunque ello
implicara padecer la más horrible represión. Y eso hice, lo desafié, General
sin batallas. Lo hice a pesar de su conocida fama de hombre cruel y sanguinario.
Lo hice, General y de lo único que me arrepiento es de no haber tenido el
valor, la oportunidad o quizás la posibilidad de hacerlo mucho
antes.
Por otro lado, también tengo que confesarle que jamás por mi mente
pasó la idea que se iba a aplicar contra mí tanta saña enfermiza de odio y
hostigamiento. Que en el año 1993, tres años después del arresto y estando
cumpliendo mi injusta prisión en la causa #4 de 1990, su famosa sala de delitos
contra la Seguridad del Estado en el tenebroso Tribunal Popular Provincial de
Santa Clara me condenó nuevamente, ahora en la causa #5 de ese año por supuestos
actos contra su Revolución socialista por lo que tuve que permanecer 17 años y
38 días de ininterrumpida prisión política que me brindaron la posibilidad de
conocer en carne propia la tortura y vejamen como arma de represión
política.
Raúl Castro, mi caso es para usted conocido, pues fue usted y no otro
quien ordenó los múltiples allanamientos y saqueos de los que he sido víctima en
mi vivienda durante las últimas semanas, donde en el más grosero alarde de
fuerza e impunidad mandó usted a que sus cobardes y oportunistas tropas de
asalto destruyeran parcialmente mi casa y robaran en más de una vez a diestra y
siniestra artículos, enseres, material de oficina, medicamentos, alimentos
durante estos actos conocidos en el argot cubano como actos de raterismo, bueno,
a fin de cuentas, cada cual hace lo que se le
enseña.
Señor General, y ahora que se auto titula también presidente de los
Consejos de Estado y de Ministros, sé bien cuántas cartas le han enviado a usted
oponentes desde dentro y fuera pidiéndole que realice reformas y apertura
política así como que convoque a elecciones. Se lo piden como si usted fuera
realmente un presidente y como si en Cuba estuviese en el poder un verdadero
gobierno y no una tiranía. Sabemos que en cualquier momento, usted cual
maquiavélico y oportunista sátrapa va a aceptar lo que piden y realizará una
consulta popular, es decir, una farsa electoral bajo su control, donde al igual
que en Venezuela el oficialismo totalitario continuará en el poder. Y ya no es
secreto para nadie, las desesperadas y astutas maniobras que usted y acólitos
realizan para fabricar a supuestos oponentes y asegurar con ellos la sucesión
dinástica e ideológica.
Pero le advertimos General, y es uno de los motivos de esta misiva,
que nosotros, los cubanos dignos y comprometidos con el futuro de nuestra
patria, no vamos a aceptar ese cambio fraude y cosmético que ustedes fraguan.
Sepa también que la Resistencia cubana ni espera ni quiere reformas
implementadas por la criminal tiranía que usted preside. Las únicas reformas por
nosotros aceptadas serían las que a partir de su derrocamiento o abandono del
poder, realizará el pueblo desde su base.
Señor dictador, basta de trucos, que usted no estará otro nuevo
mandato, eso ni nos importa. Que usted lleva a cabo reformas en la arena
económica y migratoria, eso es mucha mentira, y no nos importa tampoco. Que su
régimen realiza una actualización de su modelo, es otra falacia y mentira más.
Eso es más de lo mismo.
Que vendrá una reforma monetaria, tremendo truco y mentira, General.
Nosotros, el pueblo de Cuba, necesita un sistema democrático donde prevalezca
una economía de mercado. Una, dos, tres o cien mil monedas, no importan,
mientras exista una economía centralizada y asfixiante como la del sistema
totalitario suyo. Nosotros, Señor dictador, no queremos con usted, ni reformas
ni aperturas, ustedes ni son nuestros dueños, ni tienen por qué dictar nuestras
pautas.
Sabemos que su tiempo en la tierra se le agota, y que poderosos
intereses han mostrado la intención de hacerle el juego, o repartirse jugosas
ganancias a costa del dolor y sacrificio del pueblo cubano.
General Raúl Castro, por alertar sobre el peligro del cambio fraude,
mandaste a asesinar a Oswaldo Payá y al joven Harold Cepero. Dudo cuente ahora
con suficientes matones para seguir asesinando a los miles y miles que como Payá
y Harold seguiremos denunciando sus trucos y maniobras
continuistas.
Por Laura Pollán, una indefensa mujer, enviaste a tus asesinos a
sueldo para salirte de ella, porque no pudiste vencerla en sus dominicales
marchas cada domingo por la Quinta Avenida. No te importó su condición de mujer
y la justeza de su clamor. Pero también Laura lo venció, cobarde General, pues
sus valientes tropas de Damas de Blanco sobrevivieron a la cruel ejecución de su
líder y se extiende ahora como pólvora patriótica por toda la
Isla.
Ya te habían vencido Pedro Luis Boitel, Olegario Charlotte Pileta,
Orlando Zapata, Wilman Villar, y muchos otros, que tuvieron el coraje de
inmolarse en aras de la libertad y en respeto de su dignidad, decoro este que le
falta tanto a usted como a sus matones que me amenazan de muerte en represalia
por mi consigna de “ni me callo, ni me voy de Cuba”. Ellos mismos, además, hace
apenas unos días, durante uno de los tantos arrestos de los que he sido víctima,
me torturaron y golpearon, ya que según ellos y usted, saboteo los intentos de
su tiranía de normalizar las relaciones con Estados
Unidos.
Sepa usted General Raúl Castro que ni la absurda medida cautelar de
prisión domiciliaria que pesa en mi contra y la evidente amenaza de ser
asesinado, podrán hacerme cambiar en mi propósito que es el de miles y miles de
cubanos. Ustedes no podrán, Raúl Castro, no podrán doblegar a un pueblo que se
ha cansado de vivir sin libertad, como tampoco podrán materializar el complot
internacional que se gesta contra la causa de la libertad de Cuba. Ese complot,
Raúl Castro, no tendrá éxito, venga de La Habana, venga de Washington, venga de
Bruselas, o de la mismísima ciudad del Vaticano. No podrán, General, porque sepa
que tanto usted, su familia, y ese partido cruel y sanguinario, estarán
excluidos de todo proceso de cambio democrático pues ustedes significan la
negación de la democracia misma. Y dígale a sus subalternos, General, que aquí
estoy y estaré, en mi querido terruño de Placetas del que no me sacarán ni sus
fuerzas represivas ni usted mismo, ni nadie, y que mi humilde vivienda, aunque
profanada, vandalizada y saqueada por su camarilla, continuará siendo un bastión
de Resistencia, lucha, albergue y santuario para mis compatriotas que luchan
contra usted y a favor de la libertad y la justicia. Y dígales también General a
sus promotores y compinches, a sus voceros estén en Miami, en Washington, en
Bruselas, en La Habana, o en el mismísimo Vaticano que no sigan frotándose las
manos, nosotros le decimos no al continuismo porque aquí en Cuba no habrá
reconciliación sin que primero haya justicia, libertad y democracia. Y, como
presentimos, diga además a algunos gobiernos que se dicen democráticos y que
están dentro del complot, que pierden el tiempo General, que el hecho de que los
cubanos necesitemos y esperemos por la solidaridad internacional, eso no quiere
decir que algún país o potencia extranjera, por muy poderosa o influyente que
sea va a formar parte de nuestro proceso de cambio, porque los cubanos, los que
están dentro y los que están fuera, estamos convencidos que la solución de Cuba
tiene y debe resolverse entre cubanos, exceptuándolos por supuesto a ustedes
General, que por el daño que le han hecho a nuestra nación, ni siquiera merecen
llamarse cubanos.
Raúl Castro Ruz, a nombre del pueblo de Cuba, de mis compatriotas
presos, y de las víctimas de su dictadura, le digo no, no y
no.
Desde Placetas, en el centro de Cuba Jorge Luis García Pérez
“Antúnez”, que ni se calla ni se va de Cuba. 20 de agosto de
2014.