Por Néstor Carbonell Cortina
El debate sobre Cuba gira hoy entre dos vertientes extremas, con sus respectivas variantes: aumentar las presiones internas y externas hasta que el régimen cambie o caiga, o normalizar las relaciones para inducirlo a que abra. Terciemos en el debate embridando la pasión que nubla y el dicterio que hiere.
¿Por qué la tiranía de los hermanos Castro no hace más que demandar en estos momentos, con inusitada insistencia y amplio coro hemisférico, el levantamiento incondicional del embargo norteamericano?
¿Por qué le urge obtener los beneficios directos e indirectos del levantamiento, incluyendo los dólares de turistas norteamericanos, créditos bancarios y condonación de la deuda con los acreedores del Club de Paris de cerca de $30,000 millones? La razón es bien sencilla: porque está ahogado económica y financieramente, y teme una explosión social engendrada por el malestar generalizado.
Un cúmulo de factores negativos asfixian actualmente a la isla en ruinas: la economía estatal anquilosada, el impacto severísimo de los huracanes (estimado en $10,000 millones), el desplome del precio del níquel, la contracción anticipada del turismo, el acceso vedado a los bancos regionales y mundiales y al Fondo Monetario Internacional, y la insostenible ayuda económica de Chávez en la escala actual.
Veamos las implicaciones de este último punto. Según reveló un estudio detallado del Centro de Investigaciones Económicas publicado en Caracas el 30 de marzo pasado, Chávez ha gastado con recursos de la renta petrolera más de $220,000 millones en donaciones, subsidios y operaciones en 14 países aliados entre el 2005 y el 2009. Rusia ocupa el primer lugar con $34,485 millones en compra de armas y convenios energéticos, seguido de Cuba con $24,721 millones, que incluyen desde la electrificación de La Habana hasta la entrega subsidiada de 90,000 barriles diarios de petróleo. Dada la crisis económica que azota a Venezuela por la caída del precio del petróleo, Chávez no podrá continuar disipando los menguados ingresos del país como lo ha estado haciendo hasta ahora.
La confluencia de los factores antes mencionados ha agravado enormemente la falta de liquidez en Cuba – país que importa actualmente cerca del 80 por ciento de lo que consume. De acuerdo con el informe fechado 23 de abril pasado del sagaz reportero de Reuters en La Habana, Marc Frank, los bancos estatales en Cuba han tenido que suspender gran parte de las transferencias monetarias. Las importaciones están siendo dosificadas. Severas restricciones han sido impuestas a los pagos en divisas, supuestamente para minimizar los fraudes. Lo cierto es que, según dicho informe, Cuba está bordeando la insolvencia. Es tal la gravedad, que el Presidente Lula de Brazil acaba de solicitar, a instancias de los Castro, la inmediata readmisión de Cuba en el odiado Fondo Monetario Internacional.
De cara a esta situación crítica en la isla, algunos son partidarios, no de mantener el embargo hasta lograr una verdadera apertura, sino de levantarlo sin gestos ni reformas previas del régimen. Aducen los proponentes del levantamiento incondicional, que, sin el maldito embargo, el régimen no podrá seguir imputándole a los Estados Unidos todos los males que padece Cuba. Ingenuo pensar que no hallará otros pretextos para continuar acusando al Imperio amenazante y a sus “lacayos” cubanos y extranjeros.
Se alega, además, que el intercambio comercial y el turismo estadounidense habrán de erosionar el aparato totalitario en Cuba. ¿Será que los comerciantes y turistas norteamericanos están dotados de algún poder esotérico del que carecen los 15 millones de europeos, canadienses y latinoamericanos que han ido a solearse en las playas segregadas de la isla?
Pregúntenles a Lech Walesa y Vaclav Havel si el comercio y el turismo tuvieron un impacto significativo en la liberación de sus pueblos. Contestarán que no. Fue la creciente resistencia interna, alentada y apoyada desde el exterior, junto con la decadencia en picada del bloque soviético exangüe y sobreextendido, lo que determinó el glasnost y perestroika de Gorbachov y propulsó las transiciones democráticas en los países satélites.
Para lograr esos objetivos, Su Santidad Juan Pablo II se dio cuenta que había que contrarrestar el conformismo y estimular la disidencia. Así lo hizo en su patria cautiva. El Presidente Reagan, por su parte, en lugar de apaciguar a Moscú y hacer concesiones unilaterales como las que hoy se proponen en Cuba, lanzó una ofensiva encubierta, delineada en tres Directivas de Seguridad Nacional aprobadas en 1982 y 1983, con el fin de desestabilizar el bloque soviético y acelerar su desmoronamiento.
Además de agotar los recursos de la Unión Soviética con presiones económicas, embargo tecnológico y carrera armamentista, Reagan intensificó el apoyo clandestino a los movimientos de resistencia cívica en los países detrás de la Cortina de Hierro, principalmente en Polonia. El apoyo incluyó fondos cuantiosos, equipos sofisticados de comunicación para que Solidaridad pudiese operar bajo la ley marcial, material de entrenamiento para subvertir el régimen comunista, guerra psicológica orquestada a través de la Voz de América y Radio Europa Libre, y asistencia logística y de inteligencia prestada por la CIA. Todo esto forzó a Jaruzelski a negociar el tránsito democrático con los líderes de Solidaridad.
Se dirá que Cuba no es Polonia y que la corriente hoy en boga es de contemporización y no de enfrentamiento. Pero hay un hecho irrefutable y pertinente que precisa tener presente: no ha habido ningún régimen totalitario que haya abdicado el poder voluntariamente o que haya accedido a una apertura política sin fuertes y sostenidas presiones internas y externas. Este es el simple mensaje que el exilio debería martillar en Washington para que los Estados Unidos, al menos, no haga concesiones incondicionales que mantengan a flote a la tiranía implacable y quebrada de los Castro.
En todo caso, nuestro derecho y deber es apoyar por todos los canales disponibles –diplomáticos, electrónicos, clandestinos– la resistencia cívica en Cuba. La que ennoblecen los heroicos presos políticos que se niegan a ser canjeados por espías. La que simbolizan los altivos ayunantes de Placetas, encabezados por Antúnez, que se oponen a toda iniciativa apaciguadora “que le de oxígeno al régimen y su aparato represivo.”
¡Honor a los que en la patria esclavizada, afrontando persecuciones, repudios y represalias, alzan la frente con dignidad y resisten sin capitular!
Nestor.Carbonell@hotmail.com
LAS COSAS DE FIDEL
por faisel iglesias
Cuando
Fidel Castro estaba en la
prisión de Boniatos, en S
antiago de Cuba, por el ataque al Cuartel M
oncada, Batista lo mando a matar.
Cuenta la historia que prepararon una comida envenenada y pretendieron dársela.
Jesús Llanez Peilletier, entonces un soldado de academia, que integraba la guarnición de la cárcel se opuso a ello.
Desde entonces Peilletier se vio obligado a desertar del ejercito, salir al exterior y servir, desde el exilio a la causa revolucionaria.
Cuando triunfo la Revolución, Fidel Castro lo nombro su ayudante. En tales funciones acompañó al flamante Primer Ministro en diferentes misiones de gobierno, incluyendo la histórica visita a Estados Unidos, donde rompiendo el protocolo, se hospedo en un hotel de negros y se reunió con el Vicepresidente Richard Nixon, que marcaría el comienzo de un diferendo que aun sobrevive.
Poco tiempo después, Llanez Peilletier, se desalentó por el rumbo comunista que iba tomando la Revolución.
- Solo hice un comentario - me dijo mucho tiempo después -. Critique la exposición de tecnología soviética en la Expo Cuba, de la Rampa, y alave la Norteamericana, diciendo que la mejor del mundo estaba a 90 millas.
Ello fue suficiente para que Jesús Llnez Peilletier, el hombre que le había salvado la vida al líder de la Revolución fuera a la cárcel por largo tiempo.
- Un día - me comentaba Llanez Peilletier - visito la cárcel el General Abrahantes, entonces Ministro del Interior, que después, y en pago a sus servicios, seria asesinado en la cárcel.
- Llanez, todavía tu estas preso!? - me dijo el muy cínico.
- No, es mi doble.
- La verdad que a nosotros se nos olvidan las gentes.
- Si, ya veo que se les olvido donde guardaron la llave de mi celda.
Un amigo reciente, me contó que ex Comandante Díaz Lang, primer jefe de La Fuerza Áreas Revolucionarias Cubanas, le había preguntado a Fidel por aquellos tiempos, las razones de la encarcelación del amigo común.
- Tu sabes que yo quería la Llanez como un hermano. Le pedí que me me trajera una amiga del hotel. Y se acostó con ella. Un tipo que me traiciona de esa manera me puede matar en cualquier momento.
- ...
Mas de tres décadas después, en una de las calles de La Habana, se encontró con una de las hermanas de Fidel Castro.
- Llanez, como estas? - lo saludo con la gratitud de la persona que sabe que le salvo la vida a su hermano -. Yo te hacia fuera del país? - le dijo, sabiendo las diferencias que había manifestado Llanez Peilletier con la Revolución.
- Tu hermano no me deja salir.
- Como?
- Como lo oyes.
- A ti? Eso no puede ser. Yo voy a averiguar eso.
- Dos semanas después se apareció en mi casa.
- Llanez, hable con Fidel. Me dijo que eso no era verdad, que si tu querías salir del país y tenias algún problemas, que hablaras con el.
- Que descarado es tu hermano! Quien se le puede acercar?