martes, 20 de mayo de 2008

GUAIMARO; RETOS VIGENTES

Allí (Guaimaro) los patriotas fundadores crearon una república de paz en tiempos de guerra la cual, en alguna medida, limitó el desenvolvimiento bélico pero dejó bien claro que la vanguardia política e intelectual del naciente movimiento independentista estaba comprometida con los más modernos valores cívicos y políticos de su época...

Por Leonardo Calvo
(desde Cuba)
Dos acontecimientos de trascendencia capital para nuestra historia y de enorme impacto fundacional coinciden en fecha: el 10 de abril de 1869 nace la República de Cuba en Armas y ese mismo día, 23 años después, José Martí crea el Partido Revolucionario Cubano dedicado a preparar y fomentar la independencia definitiva de Cuba y Puerto Rico.
El propio Apóstol dijo que el 10 de abril de 1869 era, por su significación, uno de los días más importantes de nuestra historia. Ese día en el poblado camagüeyano de Guáimaro los cubanos demostraron conciencia, vocación y voluntad de nación por encima del poder y el despotismo de la metrópoli, las complejas condiciones de la época y sus propias deficiencias internas. Allí los patriotas fundadores crearon una república de paz en tiempos de guerra la cual, en alguna medida, limitó el desenvolvimiento bélico pero dejó bien claro que la vanguardia política e intelectual del naciente movimiento independentista estaba comprometida con los más modernos valores cívicos y políticos de su época.
Desde Guáimaro en el plano intelectual y hasta institucional –lo reflejan las constituciones mambisas y las republicanas de 1901 y 1940– siempre tuvimos claro qué queríamos como nación, pero a fuerza de anteponer las aureolas personales, mesiánicas o caudillistas a los valores y las ideas, de convivir con discriminaciones y exclusiones –negros, campesinos, adversarios políticos– y definir nuestros destinos a partir de dependencias exteriores –Estados Unidos o la ex Unión Soviética– nuestra nación creció dividida e incompleta, con la violencia del lenguaje y la acción política prevaleciendo siempre sobre el espíritu y la letra de nuestras positivas definiciones institucionales. Hoy arribamos a ese nuevo aniversario pero muchos anhelos y expectativas de los padres fundadores están por cumplirse.
Mi hija de 10 años estudió en su clase de historia que en 1868 los cubanos se lanzaron a la manigua redentora porque no tenían derecho a opinar ni a reunirse, y porque eran ya inadmisibles las restricciones económicas y comerciales que imponía la metrópoli. Sobran los comentarios.
Por su parte Martí, después de realizar la ciclópea labor de unir y comprometer sectores y generaciones en el propósito independentista, creó el Partido Revolucionario Cubano para coordinar y canalizar los esfuerzos de los cubanos sensibilizados con la causa patria; organización y esfuerzos que fueron la expresión de la entrega, el altruismo y la capacidad de sacrificio de los cubanos de entonces. Especial mención a los emigrados, humildes trabajadores que centavo a centavo fomentaron el andamiaje bélico y logístico que dio impulso inicial y definitorio a lo que nuestro héroe nacional llamó la guerra necesaria. De ningún modo debemos dejar de mencionar la honestidad y sobre todo honradez sin tacha ni fisuras que demostraron los líderes de esta ejemplar cruzada preparatoria de la independencia.
Nuestro actual gobierno reclama para sí la bandera de la continuidad histórica de los precursores y justifica la persistencia en el unipartidismo en el criterio de que Martí creó un partido para promover la independencia de Cuba. Baste recordar que los Céspedes, los Agramonte y los Cisneros Betancourt no sólo avivaban en sus corazones la llama de la independencia exterior de la nación que soñaban sino también el anhelo de la libertad de los individuos y el derecho de cada cubano a labrar su propio destino sin ingerencias arbitrarias ni mezquinos intereses.
Por otra parte Martí, que nunca invalidó el criterio de otro cubano aun cuando fuera muy diferente al suyo, creó un solo partido porque era una sola persona con un solo objetivo político. El Apóstol además nunca se presentó como expresión definitiva de la nación cubana y lo que es más importante, no creó una poderosa policía política para vigilar, perseguir y reprimir a los que no estaban de acuerdo con él.
En estos aniversarios los cubanos tenemos el reto de demostrar hoy la misma honradez y vocación de servicio que hizo posible derrotar a la metrópoli dispuesta a jugarse en Cuba hasta su último hombre y su última peseta.
Hoy todos enfrentamos además, el reto de encontrarnos con lo más moderno y progresista de los valores cívicos expresados en una profunda cultura y conciencia de derechos para demostrar en la práctica nuestra vocación de independencia personal y armonía social, base insoslayable del ideal republicano de Martí. Sólo así podrá quedar cumplido el sueño y la obra de los próceres de Guáimaro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente comentario, Leonardo. Aprovecho en saludarte, como estas y como estan las cosas dentro de tu proyecto. Como esta Manuel Cuesta. Este abrazo es de Juan José López