viernes, 1 de enero de 2016

EL BENNY

(fragmento de novela en proceso de edición)
 
         El arte es una mentira y el Benny era el arte. Aquello no podía ser un entierro. ¿Dónde estaba el muerto? La voz de El Benny se escuchaba cantándole al pueblo que lo vio nacer como nunca antes:
                                                
Santa Isabel de las Lajas, querida
Santa Isabel
 
      −Ya los días no son tan largos – me había dicho poco antes. Solo lo miré-. Se acortan- insistió -. Cuando era niño pensaba que eran eternos. Ahora el tiempo se me esfuma.
Con los años lo que cambia es el sentimiento, la forma de ver las cosas – le repliqué.
      − Se nos pueden quedar las cuentas pendientes en cualquier momento, mi socio− añadió. No supe que contestarle. El Benny te apabullaba con sus argumentos con la misma intensidad que te maravillaba con su arte −. No sé, es una sensación de urgencia − continuó y se mojó las manos con ron, se las llevó a la cara, cerró los ojos y olió despacio. Después levantó trabajosamente aquellos párpados caídos, me miró con lejanía y exclamó: − ¡Qué bueno sabe ese ron! – y pidió que le alcanzaran su billetera. Extrajo dinero y mandó a comprar unas golosinas para la chiquillada que se paraba por la ventana del cuarto del hospital para mirar al Bárbaro del ritmo sobre su cama de enfermo −. Lo único que se pierde en la vida es lo que no se da, mi socio – me dijo y me pegó aquellos focos delirantes que eran sus ojos en el rostro y, antes que pudiera contestarle, continuó−. Hay quienes ves muy bien vestidos, inteligentes, afables, sobre sus pies y te equivocas: andan sobre dos patas. A veces han aprendido mucho de la gente. Pero nadie puede encontrar suficiente gracia en otro como para sentir su amistad si no está satisfecho consigo mismo y con su vida. Algunos ni patas tienen y se arrastran: son serpientes – y boto los ojos grandes y redondos, como un brujo -. Quizás cuando niños sus padres, sus amigos, se dieron cuenta y quisieron matar ese animal que anidaba en ellos y fue lo que les hizo pensar que de verdad lo eran. Desde entonces ese hombre comenzó andar con el animal y el animal con el hombre. Eso no es del todo malo, porque en nosotros hay un poco de una cosa y la otra. Y podemos ser incluso hasta felices. El problema aparece cuando somos muy inteligentes y nuestra humanidad no quiere vivir con esa fiera que llevamos en la sangre. Y, peor aún, cuando la fiera que tenemos dentro no quiere vivir con el hombre inteligente, afable, y se nos quiere salir y se nos sale. Podríamos estar hablando de esto la vida entera. Pero con ello no le vamos a resolver el problema al hombre ni al animal. Lo que nosotros digamos o pensemos no es más que eso. Todos tenemos más de una naturaleza. Más de una cara. No es raro. A veces buscas un amigo y te encuentras con una ¡cara de perro! Jajajajajajaja”. Y su risa quedó en el eco. “Así pues, siempre los hay...”, dijo, convencido, ante mi asombro. “¡Pero nosotros somos!”. Y comenzó a cantar:
                                                                Hay que vivir el momento feliz
Hay que gozar lo que puedas gozar
Porque sacando la cuenta en total
La vida es un instante y todo se va…
      −Vivir es quemarse, consumirse y aprovechar las cenizas –. Lo mire y sonreí −. Es arder por las dos puntas, mi socio − concluyó con naturalidad, parafraseando al poeta. Se sabía bardo.
 
                                                                  Lajas mi rincón querido
Pueblo donde yo nací
Lajas traigo para ti
Mis saludos más sinceros
Muchas veces pienso que el Benny era un suicida. Hay suicidas que nunca ponen las manos sobre sí. Nunca procuran una relación violenta con la muerte; todo lo contrario. Algunos, como El Benny, se pasan la vida echándoles flores a los demás. Pero es peculiar en ellos sentir en su corazón un germen comprometido, incierto, expuesto al peligro. Como si sus propias vidas no les pertenecieran. Procuran la perfección como un medio de disolución en los demás. Son suicidas porque ven la redención en la muerte. Esa actitud de entrega constante es su forma de extinguirse.
Y abro mi pecho entero
Igual que mi corazón
Al gritar con emoción, orgulloso
Soy lajero…
 
Frente a los muros blancos de aquellas blancas casas acostadas, cubiertas de flores, de las afueras de Santa Isabel de Las Lajas, adonde lo llevábamos a descansar por ultimas vez, la voz de El Benny se volvió por unos instantes cavernosa. El Bárbaro del Ritmo venía en hombros, como la vida en andas. Allí la tierra abierta lo esperaba para abrazarlo. Volvía al principio, al polvo.
Santa Isabel de las Lajas, querida
 Santa Isabel.
      coreaban y allá en las alturas de las mezzosopranos estallaban los metales, como relinchos de potros en la cima de una montaña.
     Siempre fuiste distinguida
Por tus actos tan sinceros,
       Lento, como deteniendo el tiempo, sin saber realmente qué llevaban dentro de aquellos maderos clavados, sin saber a ciencia cierta qué iban a enterrar, pasaba la multitud.  Y la música de la Banda Gigante, la  Tribu, como la llamaba El Benny, con su ritmo marcado por los instrumentos melódicos y, sobre ella, El Bárbaro cantando en versos a la manera de los glosadores medievales de la España mora.  Soneando dentro del patrón de la Clave. Todos a una sola voz y, sobre todas las voces, El Benny colocaba la suya, como la  única:
                                                       Santa Isabel de la Lajas, querida
Santa Isabel
 
“Este lugar siempre me ha resultado paradójico. Pareciera que al final el silencio se lo traga todo, que la cima de las cosas esta en el fondo, que no hay un lugar más alto que la tierra.”
Tus hijos son caballeros
Y tus mujeres activas.
 “Y escucho mi voz en los altoparlantes, en las victrolas. La siento en el corazón de la gente. Cantar desde lo innombrable. Cantar sin voz humana, como los aparecidos.  Cantar a todo cielo, como los pájaros. Desde lo profundo como las raíces. Desde ese fluido sutil, invisible, elástico, que escapa a toda ponderación. Cantar y que ese movimiento vibratorio transmita mi viva voz de muerto y llene los espacios con la canción que procura el beso y hace el amor. Otra cosa no supe hacer con mi vida. Otra cosa no sabré hacer con mi muerte.”
    
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