domingo, 19 de junio de 2011
DONDE ESTA MI PAPA?
Ensayo sobre paternidad de Faisel Iglesias
Por faisel iglesias
A Julio Faisel
y Eduardo Faisel,
A modo de pedirle perdon a mis hijos sin plena paternidad
Y a Patry.
Puerto Rico, como todas las islas del Caribe, donde la industria azucarera fue su motor económico y la esclavitud el modo de producción fundamental, durante un largo periodo ha sufrido un trauma en el desarrollo histórico de la célula fundamental de la sociedad; la familia.
El hombre no tenía más derecho que aparearse, de conformidad con los intereses del amo. No tenía derecho a sus propios hijos. Uno de los modos de defensa fue procurar desentenderse de ese vínculo que agudizaba el sufrimiento. La mujer, en su condición de madre, en virtud de la ley natural de la maternidad, paso a ocupar el lugar principal en la familia.
Sin embargo, los niños necesitan, para lograr un desarrollo armónico de sus personalidades de papa y mama en igualdad de condiciones. Es bnecesario enderezar el árbol que la historia torcio. La igualdad del hombre y la mujer es también, un derecho constitucional; un problema de dignidad humana. Sin embargo más del 95% de los niños en Puerto Rico solo cuentan, en el proceso de su formación con la figura materna.
Para peor situación, en aquellos casos en que padres están dispuesto a ocuparse de sus hijos, teniendo las aptitudes requeridas, los tribunales los ignoran, y en más del 95% solo son, convidados de piedra, sin más derecho que aportar una elevada pensión – que muchas veces les impide rehacer sus vidas – y ver a sus hijos cada quince días.
Cuando un niño ve a su padre solo cada quince días, comienza a verlo como la persona ajena a su vida que solo viene a arrancarlo del seno donde él vive junto a la persona que le complementa su vida. Ello le provoca una sensación de desamparo y comienza a rechazar a su propio padre. Este, a su vez, al percatarse de esta situación, termina por alejarse del menor, porque en definitiva se percata que la relación es enfermiza.
Esta realidad produce alienación. Alienar significa (según el diccionario de la RAE) trastornar mentalmente pero también, y esta es la definición que nos atañe, el acto de desposeer o privar de algo. También significa quitar, pasar o transmitir a otro el dominio de una cosa. En este sentido los principales responsables de la creación del síndrome de alienación en nuestros hijos y en el resto de los miembros de la familia son los jueces.
Los hijos que sufren este síndrome, pueden llegar a desarrollan un odio patológico e injustificado hacia el progenitor alienado que tiene consecuencias devastadoras en el desarrollo físico y psicológico. Otras veces, sin llegar a sentir odio, este síndrome provoca en el niño un deterioro de la imagen que tiene del padre alienado, resultando de mucho menos valor sentimental o social que la que cualquier niño tiene y necesita de sus progenitores: "el niño/a no se siente orgulloso de su padre/madre como los demás niños".
Esta es una forma de maltrato infantil institucional que producirá daños en su desarrollo psicológico a largo plazo, cuando en la edad adulta ejerza su papel de progenitor. No es casual que en Puerto Rico, donde más del 95% de los niños son criados por sus madres, después de adultos, se manifiestan como hombres que utilizan la violencia contra las mujeres.
Está demostrado científicamente que los seres humanos nacen con la capacidad de percibir cuando un padre está manipulando sus relaciones con el otro progenitor. Y no lo perdonaran nunca y lo expresan de distintas maneras y todas ellas de manera antisocial.
Según especialistas en la materia, algunos indicadores típicos que permitirían detectar síntomas de aplicación del Síndrome de Alienación Parental son los siguientes:
• Impedimento por parte de uno de los progenitores a que el otro progenitor ejerza el derecho de convivencia con sus hijos
• Desvalorizar al otro progenitor.
• Subestimar los sentimientos de los niños hacia el otro progenitor.
• En los niños se puede detectar cuando éstos no pueden dar razones o dan explicaciones absurdas e incoherentes para justificar el rechazo; y también si utilizan frases o palabras impropias de su edad o llegando incluso a recordar y mencionar situaciones que no han sucedido.
Los niños que sufren este maltrato quedan totalmente indefensos e incapacitados para ayudarse a sí mismos. Sólo pueden esperar que los adultos lleguen a resolver el problema para liberarse de esta pesadilla. Si el problema entre los adultos no se resuelve, el niño queda abandonado y crece con pensamientos disfuncionales.
No es únicamente cuestión de que el niño pueda no llegar jamás a establecer relaciones positivas con el padre/madre alejado, sino que sus propios procesos de razonamiento han sido interrumpidos, coaccionados y dirigidos hacia patrones patológicos. Los menores que sufren esto, relacionan sus frustraciones con los pensamientos o recuerdos asociados al progenitor alienado, y por tanto desarrollan conforme van creciendo, una tendencia a proyectar toda su negatividad psicológica sobre la imagen que tienen de tal progenitor, lo que termina por destruir tal imagen y a la larga la relación.
El menor no podrá comprender esta circunstancia, ni llegará a racionalizarla para superarlo o no actuar bajo su influjo, ni llegará a ver clara su trascendencia, aunque se le explicase y demostrase con hechos, datos, y con razonamientos objetivos y lógicos, incluso por terceras personas imparciales, hasta una edad adulta muy avanzada.
Se ha aceptado ampliamente que los patrones de maltrato o abuso físico no podrán ser desarraigados hasta que el sujeto no realice una elección consciente. Así encontramos que los patrones de abuso emocional y psicológico serán transmitidos también de una generación a otra.
Si los tribunales no intervienen el padre alienado no tiene ninguna oportunidad. El progenitor alienado compara su pesar al producido por la muerte de un hijo/a. La única esperanza es que algún día, alguien, se acerque a sus hijos y les explique lo patológico de lo sucedido y que los niños, voluntariamente, comiencen a reconstruir una relación con su padre/madre perdido. Este proceso, es destructivo para el niño y para el padre alienado, y produce sociedades enfermas, como la que vivimos.
Algunas investigaciones psicológicas revelan una caída en la autoestima del padre o de la madre que se limita a estar con su hijo durante las visitas. “Se ven desposeídos de una serie de atributos como padres, no se atreven a imponer reglas, a cambiar las del otro, a interactuar con sus hijos. Se acercan a ellos con miedo. Esto provoca un deterioro en la relación y un mayor distanciamiento.
LA CUSTODIA COMPARTIDA
La solución a esta dramática realidad es la custodia compartida. La custodia compartida permite garantizar el equilibrio emocional y psicológico de aquellos menores que atraviesan la experiencia de presenciar la separación de sus padres, pues es importante para el niño compartir el afecto y la presencia de ambos.
Los padres son dos siempre y el niño tiene derecho a gozar del cariño, del afecto y del tiempo del padre y de la madre. Esta medida recoge esta necesidad y reconoce este derecho”. Los adultos nos tenemos que adaptar a los derechos del niño. Toda injusticia es fuente de violencia. La custodia compartida nos proveerá una cultura de paz.
Es precisamente por el abuso de uno de los padres que ya hay países, como el Perú, que al establecer la institución de la “custodia compartida” han consagrado que se precisa que en el caso específico que haya un desacuerdo entre los padres, el juez priorizará el otorgamiento de la tenencia o custodia de los hijos, al que garantice el derecho del menor a mantener el contacto con el otro progenitor.
Las distintas experiencias en custodia compartida han demostrado que se reduce el fracaso escolar, así como las posibles carencias de afectividad. La presencia de las dos figuras, paterna y materna, en la educación facilita una distribución de las tareas de crianza, la participación en la toma de decisiones y la superación del cliché machista de "padre proveedor" y "madre cuidadora".
Los hijos deben tener padre y madre y eso no se les puede quitar ni con ley ni sin ella: los padres también tienen el derecho a educar, formar y a convivir con sus hijos. Esta es una injusticia que, paradójicamente, consagran los tribunales en Puerto Rico.
La custodia compartida mejora adaptación del niño a su entorno; mayor rendimiento escolar. Mayor satisfacción con la distribución de los tiempos de convivencia. Mayores niveles de autoestima y confianza en sí mismo. Mejor relación con cada uno de sus padres. Menos problemas psíquicos o síntomas de estrés psicosomático. Menos interferencias de nuevas parejas de los progenitores. Menos probabilidades de maltrato físico.
La custodia compartida favorece también a los padres en cuanto: más cooperación. Más satisfacción en la relación con los hijos. Menos recurso a la presión psicológica y a la culpabilizarían del otro progenitor.
En la actualidad, en Puerto Rico, en los juicios por la custodia de los hijos el hombre es un convidado de piedra. "Si hay custodia compartida es porque la mujer quiere, pero si ella no ofrece esa opción, el hombre no tiene posibilidades. Si no se llega a un acuerdo entre los padres, el 95% de los casos que llegan a juicio salen a favor de las mujeres, El discrimen por razón de sexo es inconstitucional y fuente de violencia, como toda injusticia.
En Puerto Rico los padres no se están implicando del mismo modo que las madres en la crianza de los hijos, algo que se achaca a factores históricos, culturales y a la política pública. Se trata de una sociedad que viene de la esclavitud donde los hombres no tenían más derecho que aparearse según la conveniencia del amo. La relación afectiva del hombre con su descendencia podía significar más dolor. Desde entonces el hombre puertorriqueño evade una relación en la que siempre ha estado en desventaja y donde solo ha logrado cargas económicas, desarraigo y dolor. Sobre el tema hay estudios desde el siglo pasado por el etnólogo Don Fernando Ortiz y más recientemente Antonio Benítez Rojo, ente otros.
La custodia monoparental (al estilo de Riquy Martin) es un crimen contra los niños con el que colabora todo aquel que no se opone a la misma. Renunciar al cuidado de nuestros hijos atenta contra el derecho de nuestros hijos a tener padre y madre en igualdad de condiciones.
PARA SER INDIGNO, MEJOR NO SER
Quien permite que le sea sustraído un derecho fundamental como la paternidad, renuncia a un derecho natural, reconocido en la Carta de las Naciones Unidas y se convierte en una persona que acepta la alienación y la indignidad. Y para ser indigno mejor no ser.
La persona que acepta que uno de los padres asume la custodia de sus hijos permite confusión terminológica y jurídica entre matrimonio y familia, confusión de graves consecuencias sociales que hace que se separe lo que hay que salvaguardar (familia) mientras se mantiene lo que hay que disolver (las relaciones dañinas, oportunistas, matrimonio sin afecto y sin respeto) y permite que se le criminalice pues de lo contrario no podría ser privado del derecho fundamental a convivir con sus hijos en igualdad de condiciones. De hecho se trata de una criminalización de la figura paterna que comporta graves consecuencias en el desarrollo psicológico de los hijos.
La persona que acepta la separación de sus hijos asume su discriminación por razón de sexo, situándose al margen de la justicia. Las sociedades modernas establecen en sus constituciones la igualdad y rechazan la discriminación. Quien rechaza la custodia compartida acepta que los derechos del padre custodio estén por encima del derecho de los hijos, pervirtiendo el espíritu y la esencia de la constitución. Quien rechaza la custodia compartida hace dejación de un derecho fundamental e inalienable: proporcionar alimento y protección directamente a su descendencia, siendo su situación contraria a la que corresponde a cualquier cultura tanto humana como animal.
La conculcación del derecho a cuidar a nuestros hijos en igualdad de condiciones tiene graves consecuencias en el mantenimiento de la relación afectiva y personal de los hijos con aquellos padres que aceptan no ser proveedores directos de protección y alimento y lesiona para siempre los rasgos de la personalidad de sus hijos
La persona que acepta la custodia monoparental sabe que sus hijos se situaran en niveles de desprotección de los que dan cuenta los estudios sobre violencia doméstica, lo que constituye una grave irresponsabilidad. Y además, asume para sí y para sus hijos un juicio injusto en el que no existe "delito" alguno y no obstante serán castigados con la privación de un derecho.
El que renuncia a la custodia de sus hijos los expone al síndrome de alineación parental que se define comúnmente como el establecimiento de barreras hacia la relación o, incluso, la incitación a odiar al progenitor no custodio por parte del progenitor que detenta la custodia mono parental.
Cuando se prueba la mala voluntad del progenitor custodio en la creación del síndrome de alienación parental, éste debe ser considerado un delito por la justicia y debe ser castigado con la suspensión del derecho a la patria potestad e incluso con el cambio de custodia a favor de padre no custodio, porque en derecho constituye un delito a tenor de la Ley 177 de 2003, conocida como la Ley sobre maltrato a menores
Para los psicólogos, la custodia compartida es lo ideal salvo que uno de los cónyuges maltrate al menor o que los padres no estén de acuerdo en este sistema
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