por faisel iglesias
(Fragmento de de un libro con el mismo titulo, disponible en Amazon)
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Como resultado, la conciencia
jurídica de nuestro tiempo, los sistemas jurídicos de los diferentes estados y
el orden internacional vigente son inconsecuentes con una nueva era que dota a
cada hombre de la información necesaria, para que actúe sabia y responsablemente
en la solución de los problemas de un mundo contingente y fortuito. Rousseau,
en momentos de frustración decía que “el hombre ha nacido libre, y en todas
partes lo hayamos prisionero”[1] y José Martí expresó en versos:
Todo
es cárcel
En
esta tierra.
El aparato del estado, los partidos
políticos, las doctrinas tienen los instrumentos jurídicos que les permiten
sustituir al hombre. Más decía José Martí en 1886:
…“el primer trabajo del hombre es
reconquistarse… Sin libertad, como sin aire, nada vive. Cuanto sin ella se hace
es imperfecto y, mientras en mayor grado se le goce, con más flor y más frutos
vive. La libertad es consustancial a la naturaleza humana. Por tanto es escudo para los hombres y para
los pueblos. Nace con fuerza avasalladora en los pechos de los hombres. Y
cuando el hombre la pierde conoce la hondura del infierno. Se muerde el aire,
como muerde una hiena el hierro de su jaula. Se retuerce el espíritu en el
cuerpo como un envenenado. Los que tienen
¡oh, libertad!, no te conocen. Los que no te tienen no deben hablar de
ti, sino conquistarte.”[2]
No se trata del acto extraordinario
de imponerse a los otros hombres, de ser el encargado de iluminar a los demás.
Se trata del derecho y el deber natural de cada ser humano de defender su individualidad,
su espiritualidad. “Ni originalidad literaria cabe, ni la libertad política
subsiste mientras no se asegure la libertad espiritual… Porque la primera
libertad, base de todas, es la mente.” Y realizarse, además, en armonía con la
sociedad - esa que no es la colectividad abstracta, sino la suma de los
individuos-, porque el hombre es un ser social.
Hace casi cuatrocientos años, Miguel de Cervantes
y Saavedra en unos versos del nivel de su prosa expresó:
Y he de llevar mi libertad en peso
Sobre los propios hombros de mi
gusto
“¡La libertad en
peso!" - lo que hace suponer que causa alguna pesadumbre - es algo que
brota de uno mismo, complace y a la vez cuesta trabajo y exige responsabilidad.
En el fondo se trata de la verdad como autenticidad. No la del decir ni la del
pensar, sino la verdad de la vida, esa coincidencia de consigo mismo y la
naturaleza. Cuando el hombre no sostiene su libertad se miente a sí mismo.
Establecer
la propia libertad como principio ético
supremo, implica que el hombre se autoerija en Dios, como refleja la antigua
sabiduría clásica con el mito de Prometeo, o como describe el primer libro de
la Biblia el pecado original de los ancestros de la humanidad: “se os abrirán
los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal” Genes 3,4, donde
conocer equivale a generar.
…”sin la luz de la verdad, antes o
después, toda persona queda a dudar de
la bondad de su misma vida y de las relaciones que la constituyen, de la
validez de su esfuerzo por construir con los demás algo en común. Para ejercer
su libertad, el hombre debe superar, por tanto el horizonte del relativismo
y conocer la verdad sobre sí mismo y
sobre el bien y el mal. En lo más intimo de la conciencia el hombre descubre
una ley que él no se ha dado a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz
lo llama a amar, a hacer el bien, a huir del mal, a asumir la responsabilidad
del bien que ha hecho y del mal que ha cometido. Por eso, el ejercicio de la
libertad está íntimamente relacionado con
la ley moral natural, que tiene un carácter universal, expresa la dignidad
de toda persona, sienta las bases de sus derechos y sus deberes fundamentales,
y, por tanto, en el último análisis de
la convivencia justa y pacífica entre las personas. // … La justicia, en
efecto, no es una simple convención
humana, ya que lo que es justo no está determinado originariamente por la ley
positiva, sino por la identidad profunda del ser humano.. La visión integral
del hombre es lo que permite no caer en una concepción contractualista de la
justicia y abrir también para ella el horizonte de la solidaridad y del amor”[3]
Confundir las voces con los ecos,
sostener silencios en apariencias de decoro es contribuir a la desorientación
de los que quizás no tengan recursos para descubrirse a sí mismos. Sin dudas, es necesaria una dosis de
clarividencia, de sinceridad con uno mismo, de decencia, una capacidad de
distinguir, de discernir que no es universal. La salvación está en nosotros
mismos, recordemos el verso de Cervantes:
“Tú mismo te has forjado tu ventura”
Ignacio Agramonte, imbuido del
legado de la Revolución Francesa y de las doctrinas del constitucionalismo
norteamericano, ante sus profesores en la Escuela de Derecho de la Universidad
de la Habana, ya en 1862, dijo:
“el individuo mismo es el guardián y
soberano de sus intereses, de su salud física y moral; la sociedad no debe
mezclarse en la conducta humana, mientras no dañe a los demás miembros de ella.
Funestas son las consecuencias de la intervención de la sociedad en la vida
individual; y más funestas aún cuando esa intervención es dirigida a
uniformarla, destruyendo así la individualidad, que es uno de los elementos del
bienestar presente y futuro de ella... Que la sociedad garantice su propiedad y
seguridad personal son también derechos del individuo, creados por el mero
hecho de vivir en sociedad.”
“La centralización hace desaparecer
ese individualismo, cuya conservación hemos sostenido como necesaria a la
sociedad... se comienza por declarar impotente al individuo y se concluye por
justificar la intervención de la sociedad en su acción, destruyendo la
libertad, sujetando a reglamentos sus deseos, sus pensamientos, sus más íntimas
afecciones, sus necesidades, sus acciones todas. El Estado que llegue a
realizar esa alianza (del orden con la libertad) será modelo de las sociedades
y dará por resultado la felicidad suya, y en particular de cada uno de sus
miembros; la luz de la civilización brillará en él en todo su esplendor.”
“Por el contrario, el gobierno que
con una centralización absoluta destruya ese franco desarrollo de la acción
individual, y detenga la sociedad en su desenvolvimiento progresivo, no se
funda en la justicia y en la razón, sino tan solo en la fuerza; ya el Estado que
tal fundamento tenga, podrá en un momento de energía anunciarse al mundo como
estable e imperecedero, pero tarde o temprano, cuando los hombres, conociendo
sus derechos violados, se propongan a reivindicarlos, oirá el estruendo del
cañón anunciarle que cesó su letal dominación”
La interioridad del hombre, su
espiritualidad, su conciencia es sagrada. Violársela sería mutilarlo en plena
vida. Al hombre no se le puede conducir por cánones, doctrinas, ideologías
hacia un fin predeterminado, aunque este sea el bien intencionado camino de la
sociedad ideal, porque sería convertirlo en un instrumento. En la posmodernidad
el hombre necesita la plenitud de su individualidad, el afianzamiento de su
capacidad de discernimiento, ante la avalancha de información y tendenciosidad,
que con inmediatez nos lanzan los medios de comunicación. No es el tiempo de un
modo de ser o aparentar, de una moda, expresión de cierta clase o distingo,
ejerza su imperio. En la posmodernidad no se matan las ideas, circulan, se enriquecen.
Cuando se combaten las ideas, unas mueren y otras brotan averiadas, y los
pueblos se pueden quedar sin ideas “al borde del abismo.”
Es la era en que cada individuo
refleje su propia individualidad. En la posmodernidad no impera una idea, una
moda, sino que circula la información, reina la individualidad a plenitud y a
partir de ella la donación, las concertaciones, la socialización, la
trascendencia.
El Santo Padre
Juan Pablo II, en su mensaje a la Jornada Mundial de la Paz, celebrada el 1 de
enero de 1997, expresaba…”No se puede permanecer prisionero del pasado: es
necesaria, para cada uno y para los pueblos una especie de “purificación de la
memoria”, a fin de que los males del pasado no vuelvan a producirse más”.
No se trata de
olvidar el pasado -todo lo contrario- sino de releerlo a la luz de las nuevas
circunstancias, juzgarlo con los valores de la nueva era, con sentimientos
nuevos, aprendiendo precisamente de las experiencias sufridas. Sólo el amor
construye.
El Padre José Conrado Rodríguez, ex párroco de
Palma Soriano, en entrevista concedida al periodista José Alfonso Almora, del
Canal 23 de Miami y publicada en la revista Ideal no. 276, decía:
“Nosotros somos un pueblo
herido por las divisiones y la violencia, por la desconfianza, por la sospecha.
Nos hemos refugiado tantas veces detrás de la máscara del temor, porque el
temor nos ha hecho fabricar muchas máscaras… Necesitamos alguien que nos
convoque en nombre del amor. Nosotros vivimos prisioneros del pasado,
prisioneros de nuestros odios y nuestros miedos, desconfiando unos de los
otros, los de la isla de los de afuera, los de afuera de los de adentro de la
isla… Necesitamos a alguien que nos mire a los ojos y nos diga: levántate y
echa a andar”…
Es
imprescindible generar confianza, discutir contenidos, inventar el futuro,
articular estrategias, promover fuentes de acción, aprovechar los momentos de
verdad (las verdades no son eternas), reconocer con sinceridad, mantener la
atención, crear conciencia (en virtud de conocimientos), obtener pequeños resultados
para lograr grandes cosas y cerrar con el pasado.
El instrumento
para llevar a cabo una agenda de cambios coherentes es la eficacia del
discurso. Una realidad nueva exige
novedad en el lenguaje. Cada momento histórico necesita su propio discurso ideo-
estético. La clave para crear una nueva realidad descansa en comunicar
compromisos y hacerlos realidad palpable.
El caudillismo
– cáncer de nuestra historia- nos hace ver a nuestra propia tendencia como la
única salvadora, convirtiéndonos en adversarios de nuestros compañeros. No
marcha sin tropiezos quien en vez de mirar al frente pone los ojos por sobre
los hombros. No tiene futuro el proyecto político que pretenda evitar algo, en
vez de vislumbrar el porvenir. “Es necesario todavía hacer “una revolución
contra las revoluciones. El levantamiento de todos los hombres pacíficos
-soldados solamente una vez- para que ellos, ni nadie, vuelvan a serlo jamás”,
avizoró el apóstol José Martí.
Hay gente que no entiende. Otros, entienden pero callan. Los peores
son los que, entendiendo, tergiversan. La soberanía no es la independencia. Es
otra cosa. Es algo más… Es un estado mental. Y como tal, trasciende partidos,
tribus y caciques. Porque en realidad, la soberanía es un rechazo a la
dependencia.
Pensar en soberano no es fácil. Más de cinco siglos de subordinación
han atornillado sus raíces en el consciente y el subconsciente colectivo
puertorriqueño… Nuestro sistema escolar es un calco del vetusto embeleco centralizado…
lo triste es que lo preservamos para solventar nuestro caciquismo crónico.
Instituir juntas locales de educación electas por los ciudadanos, que velen de
cerca al cabro y a las lechugas. Secar el pantano burocrático donde nadie rinde
cuentas…
Pensar en soberano no es de populares[4],
ni de independentistas[5],
ni de estadistas[6].
Un estadista radical puede ser soberano, si rechaza ser un estado servil y
mendigo, sin esperanza de desarrollo propio. Un independentista que fomenta la
debacle a ver si le cae su turno en el poder, socava sus propias posibilidades
de desarrollo económico soberano.[7]
A penas dos
meses de haberse publicado la obra “Por
una nueva lectura al concepto de soberanía”, por la editorial Publicaciones
Puertorriqueñas y de haberse presentado la ponencia “Por una nueva concepción
del estado y el derecho cubanos”, en el Congreso Mundial de Elites y Jefes de
Estado, en junio de 2015, en la Universidad de Salamanca, España, donde se
expuso la tesis de la soberanía del
ciudadano, ya el nuevo concepto ha calado en las nuevas generaciones que
luchan dentro de Cuba en contra el régimen totalitarios de los Castros y en agosto
de 2015, en San Juan, Puerto Rico los participantes en el Primer Encuentro Nacional Cubano consagraron como
su primer Acuerdo “Trabajar en la campaña por un plebiscito vinculante en
favor de las elecciones libres, justas y plurales, bajo condiciones
democráticas, que garanticen la
soberanía de los ciudadanos.
[1] Jean-Jacques Rousseau. El contrato Social. Ediciones Mesta. Madrid,
España. 2001. Pág. 25
[2] Roberto D Agramonte. Martí.
Ob. Cit.. Pág. 83.
[3] Benedicto XVI, Mensaje para la celebración de la XLV Jornada
Mundial de la Paz (1-1-2012), nn 3 y 4, en www.vatican.va.
[4] Pertenecientes al Partido Popular Democrático de Puerto Rico, que
defienden el estatus colonial de la Isla, como un territorio no incorporado a
loa Estados Unidos.
[5] Pertenecientes al Partido Independentista de Puerto Rico, que
abogan por la independencia de Puerto Rico y por sumarse al consiento de países
latinoamericanos.
[6] Los que aspiran a que Puerto Rico se integre a los Estados Unidos
como un estado más de la unión federal.
[7] Torrech San Inocencio Rafael. Pensar en soberano. Periódico el
Nuevo Día. Viernes 18 de septiembre de 2015.
[8] Bebida de fabricación clandestina en las zonas rurales de Puerto
Rico, de alto contenido de alcohol.
[9] Carmen Dolores Hernández. Cimarronaje. publicado en el periódico el Nuevo Día, San Juan, Puerto Rico. sábado 28 de
septiembre de 2013,
[10] Vicente Aleixandre. Poema en la plaza. De historias del corazón.
Editorial Esppasa-Calpe.
[11] Enrique José Varona. Periódico El Fígaro. 3 de junio de 1902.
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