“Es realmente penoso que la oposición nunca haya podido perdonar a Gutiérrez Menoyo sus diferencias y aceptarlo como lo que fue y por lo que cumplió 20 años: un opositor”.
Por Luis Cino,
Tomado de Primavera Digital, 1ro de Noviembre de 2012
Rafael Leónidas Trujillo, aquel sanguinario tirano dominicano que con su ridículo tricornio emplumado y los entorchados y medallas auto-conferidas se ganó el mote de Chapitas, fue uno de los villanos de nuestra infancia en tiempo de revolución.
Recuerdo que en el patio de la escuela los niños cantaban: “¿Qué quiere Guevara? Llenarlo de balas..¿Qué quiere Menoyo? Meterlo en el hoyo”. Menoyo era el comandante Eloy Gutiérrez Menoyo.
En 1959, en un rocambolesco episodio de agentes dobles y triples, Gutiérrez Menoyo, fingiéndose desertor del castrismo –algo que no tardaría en hacer realidad- condujo a la captura por fuerzas del G-2 en Trinidad de un avión cargado de armas que habían sido enviadas por el dictador dominicano para derrocar al régimen revolucionario. Al frente de la emboscada estuvo el Comandante en Jefe, que no perdía por entonces una oportunidad de hacerse el machazo de la película.
Nunca entendí bien aquel episodio. Después que Gutiérrez Menoyo regresó y se estableció definitivamente en Cuba, deseaba entrevistarlo. Me parecía un personaje desconcertante. Y en medio de todas las preguntas que hubiese deseado hacerle, seguro que no habría faltado la relacionada con el dichoso avión de Trujillo.
No hubiese sido difícil la entrevista. Estuve a punto de conseguirla. El ex comandante, que vivía en La Lisa, era un hombre amable y asequible. Lo pude comprobar cuando lo conocí personalmente en una recepción organizada por diplomáticos checos hace unos años.
Conversamos un rato. Yo lo llamaba comandante. Él me pidió que lo llamara Eloy o Menoyo. Le contesté que prefería llamarlo comandante. “Lo más probable es que usted sea el primer y último comandante con quien converse y tome cerveza”, le expliqué y se rió. Le solicité la entrevista y accedió de buen grado. Como no teníamos papel a mano, me apuntó su número de teléfono en una servilleta. “Llámame cuando quieras y nos ponemos de acuerdo”, me dijo.
Poco después de aquel encuentro, mi colega y amigo Rogelio Fabio Hurtado conversó con Menoyo para Primavera Digital. La entrevista que le hizo Fabio me pareció tan buena que consideré una impertinencia volver a molestar al ex-comandante, que andaba mal de salud, para solicitarle otra entrevista para el mismo medio de prensa.
Ya esa entrevista no será posible. Eloy Gutiérrez Menoyo murió en el hospital “Hermanos Ameijeiras”, a los 77 años de edad, la mañana del pasado 26 de octubre.
Más que la entrevista que no fue y que ya no podrá ser, lamento profundamente no haber asistido a su velorio. Me abochorna la escasa asistencia de opositores al funeral: sólo cinco.
La indiferencia casi total de la Cuba opositora ante la muerte de Gutiérrez Menoyo es casi equivalente al silencio absoluto de la Cuba oficial.
Es realmente penoso que la oposición nunca haya podido perdonar a Gutiérrez Menoyo sus diferencias y aceptarlo como lo que fue y por lo que cumplió 20 años de cárcel: un opositor. Con sus pro y sus contra. Y sus errores. Como los otros. Como todos nosotros. ¿Acaso ya apareció el disidente perfecto?
La muerte de un hombre que dedicó toda su vida a luchar por la libertad, es una buena oportunidad para olvidar agravios y diferencias. La vendetta post-mortem de los muchos opositores que se negaron a honrar a Gutiérrez Menoyo es una actitud que pudiese competir en mezquindad con la del régimen que el ex-comandante ayudó a instaurar, luego combatió con las armas, y con el que en vano trató de dialogar.
Las declaraciones desafortunadas con respecto a la oposición interna que hizo Gutiérrez Menoyo cuando regresó a La Habana, se produjeron en un momento particularmente sensible: hacía pocos meses de la ola represiva de la primavera de 2003. Pronto comprendió que había incurrido en un error que resultó irreparable. Tanto que no logró superarlo con su quijotesco enfrentamiento a la dictadura, solitario, aislado, viejo, enfermo, atacado desde todos los flancos, pero sin ceder terreno en sus convicciones.
A mediados de los años 90, cuando Menoyo se reunió con Fidel Castro, el exilio histórico lo acusó de “dialoguero”. Cuando regresó a La Habana y anunció su intención de radicarse aquí a hacer oposición al régimen, muchos sospecharon que había jugada por debajo del tapete. Después de todo, el excomandante nunca renunció a ser un hombre de la revolución. Solo que era decente. La dictadura, demasiado soberbia, perdió con Menoyo otra buena oportunidad de salir del atolladero.
La capilla casi vacía de la funeraria del Vedado donde velaron a Gutiérrez Menoyo indica que la oposición tampoco supo lidiar con Menoyo. Es lamentable.
NOTA: En 1995 cuando llegue al exilio me entreviste con Menoyo. Fue muy amable, carninoso e incluso bondadoso. Me trato como a un hijo… Me propuso dee alguna manera que me uniera a su grupo… yo no le dije ni que si ni que no. Solo que mi posicion como abogado de la Disidencia queria sser el abogado de todos, pero sin identificarme con ninguna tendencia en particular. Eso si, le propuse que se uniera a la Disidencia interna, a la de su tendencia, es decir, la socialdemocrata, la que lidereaban en aquel entonces Elizzardo Sanchez Santa-cruz y Bladimiro Roca. Menoyo me contesto entonces que no, que la Disidencia estaba penetraada por la Seguridad del Estado (no le dije que no) y que Elizardo hablaba con la Seguridad. Poco tiempo despues hable con Elizardo en Puerto Rico. Le conte lo que me habia dicho Menoyo… y Elizardo me contesto: Pero es que Menoyo habla con el Jefe de la Seguridad (Fide). Yo me di cuenta que estaba ante dos “bueyes macho”, como se dice en los campos de Cuba, donde naci. Despues me fui a vivir a Puerto Rico… hable par de veces mas con el… siguio siendo amable… Testimonio de Faisel Iglesias.
Por Luis Cino,
Tomado de Primavera Digital, 1ro de Noviembre de 2012
Rafael Leónidas Trujillo, aquel sanguinario tirano dominicano que con su ridículo tricornio emplumado y los entorchados y medallas auto-conferidas se ganó el mote de Chapitas, fue uno de los villanos de nuestra infancia en tiempo de revolución.
Recuerdo que en el patio de la escuela los niños cantaban: “¿Qué quiere Guevara? Llenarlo de balas..¿Qué quiere Menoyo? Meterlo en el hoyo”. Menoyo era el comandante Eloy Gutiérrez Menoyo.
En 1959, en un rocambolesco episodio de agentes dobles y triples, Gutiérrez Menoyo, fingiéndose desertor del castrismo –algo que no tardaría en hacer realidad- condujo a la captura por fuerzas del G-2 en Trinidad de un avión cargado de armas que habían sido enviadas por el dictador dominicano para derrocar al régimen revolucionario. Al frente de la emboscada estuvo el Comandante en Jefe, que no perdía por entonces una oportunidad de hacerse el machazo de la película.
Nunca entendí bien aquel episodio. Después que Gutiérrez Menoyo regresó y se estableció definitivamente en Cuba, deseaba entrevistarlo. Me parecía un personaje desconcertante. Y en medio de todas las preguntas que hubiese deseado hacerle, seguro que no habría faltado la relacionada con el dichoso avión de Trujillo.
No hubiese sido difícil la entrevista. Estuve a punto de conseguirla. El ex comandante, que vivía en La Lisa, era un hombre amable y asequible. Lo pude comprobar cuando lo conocí personalmente en una recepción organizada por diplomáticos checos hace unos años.
Conversamos un rato. Yo lo llamaba comandante. Él me pidió que lo llamara Eloy o Menoyo. Le contesté que prefería llamarlo comandante. “Lo más probable es que usted sea el primer y último comandante con quien converse y tome cerveza”, le expliqué y se rió. Le solicité la entrevista y accedió de buen grado. Como no teníamos papel a mano, me apuntó su número de teléfono en una servilleta. “Llámame cuando quieras y nos ponemos de acuerdo”, me dijo.
Poco después de aquel encuentro, mi colega y amigo Rogelio Fabio Hurtado conversó con Menoyo para Primavera Digital. La entrevista que le hizo Fabio me pareció tan buena que consideré una impertinencia volver a molestar al ex-comandante, que andaba mal de salud, para solicitarle otra entrevista para el mismo medio de prensa.
Ya esa entrevista no será posible. Eloy Gutiérrez Menoyo murió en el hospital “Hermanos Ameijeiras”, a los 77 años de edad, la mañana del pasado 26 de octubre.
Más que la entrevista que no fue y que ya no podrá ser, lamento profundamente no haber asistido a su velorio. Me abochorna la escasa asistencia de opositores al funeral: sólo cinco.
La indiferencia casi total de la Cuba opositora ante la muerte de Gutiérrez Menoyo es casi equivalente al silencio absoluto de la Cuba oficial.
Es realmente penoso que la oposición nunca haya podido perdonar a Gutiérrez Menoyo sus diferencias y aceptarlo como lo que fue y por lo que cumplió 20 años de cárcel: un opositor. Con sus pro y sus contra. Y sus errores. Como los otros. Como todos nosotros. ¿Acaso ya apareció el disidente perfecto?
La muerte de un hombre que dedicó toda su vida a luchar por la libertad, es una buena oportunidad para olvidar agravios y diferencias. La vendetta post-mortem de los muchos opositores que se negaron a honrar a Gutiérrez Menoyo es una actitud que pudiese competir en mezquindad con la del régimen que el ex-comandante ayudó a instaurar, luego combatió con las armas, y con el que en vano trató de dialogar.
Las declaraciones desafortunadas con respecto a la oposición interna que hizo Gutiérrez Menoyo cuando regresó a La Habana, se produjeron en un momento particularmente sensible: hacía pocos meses de la ola represiva de la primavera de 2003. Pronto comprendió que había incurrido en un error que resultó irreparable. Tanto que no logró superarlo con su quijotesco enfrentamiento a la dictadura, solitario, aislado, viejo, enfermo, atacado desde todos los flancos, pero sin ceder terreno en sus convicciones.
A mediados de los años 90, cuando Menoyo se reunió con Fidel Castro, el exilio histórico lo acusó de “dialoguero”. Cuando regresó a La Habana y anunció su intención de radicarse aquí a hacer oposición al régimen, muchos sospecharon que había jugada por debajo del tapete. Después de todo, el excomandante nunca renunció a ser un hombre de la revolución. Solo que era decente. La dictadura, demasiado soberbia, perdió con Menoyo otra buena oportunidad de salir del atolladero.
La capilla casi vacía de la funeraria del Vedado donde velaron a Gutiérrez Menoyo indica que la oposición tampoco supo lidiar con Menoyo. Es lamentable.
NOTA: En 1995 cuando llegue al exilio me entreviste con Menoyo. Fue muy amable, carninoso e incluso bondadoso. Me trato como a un hijo… Me propuso dee alguna manera que me uniera a su grupo… yo no le dije ni que si ni que no. Solo que mi posicion como abogado de la Disidencia queria sser el abogado de todos, pero sin identificarme con ninguna tendencia en particular. Eso si, le propuse que se uniera a la Disidencia interna, a la de su tendencia, es decir, la socialdemocrata, la que lidereaban en aquel entonces Elizzardo Sanchez Santa-cruz y Bladimiro Roca. Menoyo me contesto entonces que no, que la Disidencia estaba penetraada por la Seguridad del Estado (no le dije que no) y que Elizardo hablaba con la Seguridad. Poco tiempo despues hable con Elizardo en Puerto Rico. Le conte lo que me habia dicho Menoyo… y Elizardo me contesto: Pero es que Menoyo habla con el Jefe de la Seguridad (Fide). Yo me di cuenta que estaba ante dos “bueyes macho”, como se dice en los campos de Cuba, donde naci. Despues me fui a vivir a Puerto Rico… hable par de veces mas con el… siguio siendo amable… Testimonio de Faisel Iglesias.
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