(Radio Martí, 07/01/11, Manuel Vázquez Portal) - Mientras el oro del Kremlin relumbró en las arcas de La Habana, el artista cubano gozó de rica y ancha avena. Era un protegido y orientado del Partido, el único partido, y su única preocupación consistía en ser voz, suma y reflejo de la muchedumbre triunfante que conquistaría el glorioso porvenir.
Este, es un yugo: quien lo acepta, goza.
Hace de manso buey, y como presta
Servicio a los señores, duerme en paja
Caliente, y tiene rica y ancha avena.
José Martí.
Aunque siempre existieron "sospechosos" como Virgilio Piñera o José Lezama Lima; Ernesto Lecuona o Fidelio Ponce, y no "tan sospechosos" como Guillermo Cabrera Infante o Severo Sarduy; Celia Cruz o Cundo Bermúdez, la inmensa mayoría aceptó el mecenazgo a cambio de lo que Heberto Padilla viera luego en su libro Fuera del juego como la petición de hasta la lengua.
Eran tiempos en que las ediciones de libros se hacían por cientos de miles, las exposiciones de pintura -con nutridas representaciones de "los solidarios hermanos del campo socialista"- menudeaban en la capital de la isla, los festivales, simposios y francachelas supuestamente culturales se efectuaban al por mayor, sin tomar en cuenta los costes. Pero el tiempo es un depredador voraz, sin lindes ni ideología, y ha puesto las cosas en su sitio.
Coopere con el artista cubano
El primero de enero de 2011, a más de veinte años del derrumbe del socialismo real, el viceministro cubano de Cultura, Fernando Rojas, aseguró a la prensa local que este año va a ser un año muy tenso. De menos asignaciones presupuestarias, sin discusión. Un período en el que tienen que crecer los ingresos, lo que significa que el arte y la cultura han de pasar a ser empresas rentables por medio de la autogestión. ¿Volverá acaso -como ya ocurre en ciertas instalaciones turísticas del país- que tras la función, los artistas se vean obligados para obtener magras ganancias, pasar "el cepillo y decir señor: coopere con el artista cubano?.
Luego de una catástrofe económica que se ha prolongado más allá de lo soportable, y dentro de la cual la población se ha visto obligada a hacer uso de las más estrambóticas iniciativas laborales y comerciales, la jerarquía cubana ha decidido reformatear las derruidas bases de su sistema y ha propuesto un paquete de medidas que van desde más de un millón de despidos hasta la eliminación de la mayor parte de las subvenciones que caracterizaban el paternalismo gubernamental.
El arte y la cultura, por supuesto, no escapan a este reajuste y se avecinan tiempos tormentosos para los artistas e intelectuales dentro de la isla, como ha afirmado el propio viceministro de Cultura, Fernando Rojas.
Teniendo en cuenta los nuevos derroteros que se abrirán, o cerrarán, ¿quién sabe?, para los desheredados de Mecenas, nos hemos propuesto escuchar a algunos reconocidos intelectuales cubanos dentro y fuera de la isla. Aquí tienen voz tres reconocidos escritores de tres generaciones diferentes.
Los artistas cubanos están temblando
El escritor y poeta radicado en México desde los albores del llamado Período especial, Félix Luis Viera, uno de los más sobresalientes intelectuales de la generación de los setentas nos dijo textualmente:
A partir de lo que la dictadura bicastrista ha llamado "la renovación del modelo económico cubano", no pocos intelectuales y artistas cubanos están temblando.
Recientemente se han dado a conocer por los medios oficialistas de la Isla algunos avances, de los cuales, se puede inferir, serán rebajados los presupuestos para el trabajo cultural y la promoción de las artes. Esto incluye los míseros cobros por derechos de autor, impartición de conferencias, trabajos de jurado y otros. Digo que "se puede inferir" porque ya lo sabemos: las informaciones de la dictadura cubana suelen ser jeroglíficas; y posteriormente, cuando las medidas previamente anunciadas se aplican, vemos que entran en vigor las zonas más drásticas de lo que no pudimos desentrañar antes.
Pero si de respuestas ambiguas se trata, convoco a leer la entrevista que el viceministro de Cultura del régimen, Fernando Rojas, respondiera en la edición del pasado 1 de enero del periódico Juventud Rebelde, titulada "Bajo el lente del futuro". Cualquier parecido de este título con algunas entrevistas, de temas diversos, publicadas en Cuba en las décadas de 1960, 1970, 1980, 1990, debe tomarse por influencias del inconsciente colectivo o quizás por la falta de cacumen de los entrevistadores.
Dice Rojas "que la Revolución siempre se ha trazado la misión de que cada individuo tenga el derecho de apreciar el arte, de ser formado como parte de un público capacitado para entender lo mejor de la cultura nacional y universal". No afirma Rojas —menos mal—que la revolución haya logrado este propósito. Pero se lo ha trazado, que ya eso es algo. Lo que pasa es que el trazado ha excluido de "lo mejor de la cultura nacional y universal" aquellas expresiones y creadores que no comulgan con el dogma castrista.
"Habrá siempre que invertir en preservar la vanguardia intelectual. No puede ser que un criterio economicista injustificado nos conduzca a que los escritores y artistas sientan que su trabajo está insuficientemente protegido". Aparte de que nunca he comprendido qué es la "vanguardia intelectual", sí estoy seguro de que ésta, sea lo que fuere, se relaciona con quienes conforman el punto de lanza que apoya al castrismo. En cuanto el otro asunto de su respuesta, la pregunta sería: ¿desde que triunfó la revolución comunista en Cuba, algún creador no ha sentido "que su trabajo está insuficientemente protegido"?
Buena parte de las respuestas de Rojas se enfocan en los jóvenes, creadores o no. Sostiene el viceministro de Cultura que "La idea de la recreación que tiene el joven cubano promedio está asociada a un determinado tipo de instalación, un espacio cerrado con determinada comodidad, seguridad, al precio que pueda pagar, con un nivel de consumo gastronómico asequible, donde pueda escuchar música y en el que departa con su pareja y amigos".
Coincidimos: yo nunca me creí el cuento de que la juventud cubana sobresalía por ser una gran consumidora de cultura -la instrucción es otra cosa- ni tampoco el de la gran masa de lectores, jóvenes o no, con que contaba el país, y otras tonadas por el estilo. De modo que coincido con Rojas cuando, honestamente, declara que "Ese es el tipo de lugar que, desgraciadamente, en una visión estereotipada de la falta de recreación, muchas veces los jóvenes asocian al CUPET o a la cafetería en divisas de la localidad". Pero para este desastre habrá solución, según el entrevistado: "uno de los grandes desafíos de nuestra política sería sustituir esa imagen" en la demanda de consumo de los jóvenes. Lo que ocurre es que, al menos a mí, me surge otra pregunta: ¿Este "desafío" no se pudo lanzar al ruedo medio siglo atrás? Ahora mejor cito, y yo mismo respondo, una de las preguntas que le planteara a Rojas el equipo anónimo de Juventud Rebelde que lo entrevistó:
"Los jóvenes artistas plantean recurrentemente preocupaciones por la expansión de lo banal, en detrimento de los mejores valores culturales. ¿Podrá encontrarse una fórmula que deshaga esa especie de maleficio?"
No hay manera, jóvenes artistas, no hay manera. "La expansión de lo banal" no es más que la respuesta a la banalidad ambiente, a una vida donde no existe la civilidad, y en la cual la banalidad se ha querido eliminar por decreto, lo que produce un efecto de bumerán. Se los digo de corazón porque esta pregunta yo la escuché hace 30, 40 años, más, y ahí sigue en pie.
Así las cosas, si me preguntaran: ¿Cuál será el impacto que tendrán las reformas económicas que emprende el gobierno cubano, sobre el arte y la cultura, sobre todo en el sector de los jóvenes? Respondería —después de aclarar que lo que hay en Cuba no es un "gobierno"—: nada relevante. El arte y la cultura continuarán adocenados. Los artistas y escritores que disientan serán censurados. La mayoría de los jóvenes artistas, y los no artistas, siempre que puedan, se irán. Hasta un día.
Félix Luis Viera: (Santa Clara, 1945) Poeta, cuentista y novelista. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la Uneac, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba), Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba) y La que se fue (2008, Red de los Poetas salvajes, México); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986. ) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2003) y la novela corta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Reediciones 2002, 2006 y 2008, Edizoni Il Flogio, Italia.) Su más reciente novela, Un ciervo herido —que aborda el tema de las Umap, eufemísticamente llamadas Unidades Militares de Ayuda a la Producción y, en realidad, campos de trabajos forzados establecidos en Cuba en la década de 1960—, ha sido traducida al italiano por la editorial L´Ancora del Mediterráneo.
En carne propia
Ante mi pregunta de: ¿cuál sería, según tu criterio, el impacto que las reformas económicas que emprende el gobierno cubano, tendrán sobre el arte y la cultura, sobre todo en el sector más joven?, el escritor y periodista Amir Valle, uno de los más destacados intelectuales de la "generación de los ochentas" me respondió desde Berlín:
La crisis económica cubana ya venía haciendo estragos en la cultura en una espiral que no se ha detenido desde los años duros del período especial. Empecé a trabajar en el Instituto Cubano del Libro en los años posteriores a ese período y recuerdo que la llamada "recuperación" era más un eufemismo propagandístico que una realidad, pues la palabra "crisis" estaba en todas las bocas de los representantes del Ministerio de Cultura.
Fueron los años en que la sede del ICL se quiso transformar en un mercadillo cultural: se inauguró un Café literario que fue un fracaso; se quiso traer de Italia una máquina impresora de fotografías, muy moderna y única en La Habana, que supuestamente atraería público con dólares; se intentó negociar con la Oficina del Historiador de la Ciudad la apertura al turismo, mediante alquiler, del mirador en la azotea del ICL; se quiso vender toda la primera planta derecha a empresarios extranjeros para que utilizaran esa parte del Palacio del Segundo Cabo en negocios realmente seudoculturales y se rentó la otra ala de la planta baja a una red de librerías que vendía en dólares. Incluso recuerdo que se manejó la idea de incluir colecciones de novelas a lo Corín Tellado en algunas editoriales provinciales, novelas que serían encargadas a escritores cubanos que vendían muy bien sus libros.
Lo curioso es que esa crisis funcionaba solamente para la cultura nacional, pues fui testigo en cientos de reuniones de la doble moral política al respecto. Un solo ejemplo, en el año 2000, mientras no teníamos para publicar ni siquiera los libros de los premios literarios convocados y concedidos, y justo cuando estaban detenidos más de 200 títulos en todo el país por falta de dinero, y el dinero disponible alcanzaba solamente para imprimir mil ejemplares de los pocos títulos que resultaron afortunados en esa larga lista de espera, llegó la orden "de arriba" de que había que publicar e imprimir el libro Operación Pedro Pan. Un caso de la guerra psicológica contra Cuba y se nos ordenó "que cada familia cubana tenga un ejemplar". Era un libro de más de 400 páginas, lo hizo la Editoria Política y recuerdo que en los almacenes del Instituto había estibas que llegaban hasta el techo.
En la actualidad es todavía más dura la situación y te puedo asegurar que es un tema recurrente en la comunicación diaria que sostengo con más de una veintena de colegas que viven en la isla, algunos de los cuales ocupan cargos oficiales del poder cultural. Hay que marcar, ante todo, el abismo entre capital y periferia. Mientras los colegas de la Habana suelen ver la crisis con más optimismo, e incluso algunos me han hablado de que las autoridades culturales tienen "el puño de la censura menos cerrado", las noticias que llegan de provincias son realmente desalentadoras. Como bien sabemos, en las provincias incluso la represión contra el pensamiento intelectual contrario al oficial suele ser más aplastante, menos encubierto que en la capital.
En primer lugar, que este anuncio de las autoridades culturales de que el 2011 será un año duro para la cultura, económicamente hablando, es simplemente el reconocimiento público de algo que ya los escritores, artistas y trabajadores de la cultura estábamos viviendo en carne propia durante años.
En segundo lugar, y es lo que más preocupa a nuestros colegas en la isla, este cambio de postura oficial apunta a tres caminos que, ya se verá, afectarán profundamente la cultura nacional:
Por un lado, las medidas anunciadas indican un claro posicionamiento en la capitalización de la cultura bajo el rótulo de "hay que vender lo vendible", "hay que hacer de la cultura un negocio rentable" o "hay que comprender de una vez que la cultura puede ser también una fuente de ingreso" (rótulos por cierto que no son de mi autoría, ya que han sido escuchados por nuestros colegas de la isla en reuniones con funcionarios de la cultura en Holguín, Santa Clara y Santiago de Cuba, en estos tres casos).
Por otro lado, se habla de cubrir la crisis con la inventiva popular local y con la entrada, como protagonistas de la cultura, del "amplio movimiento de aficionados". Es decir, se retoma como posible solución una idea absurda de Fidel Castro que la realidad se encargó de derrotar (sin hablar de la oposición que tuvo esa locura en la mayoría de los artistas, escritores e intelectuales más serios): aquella "masificación de la cultura" que tanto daño hizo en los años 90 cuando se difundió el concepto de que artista, escritor, intelectual puede ser cualquiera si se ponen en sus manos las condiciones materiales para que desarrolle "sus talentos", violando así una regla de oro de la cultura: la cultura puede (y debiera) ser de todos, disfrutada por todos, pero jamás podrá ser "hecha" por todos o, como se pretendió en Cuba, por "cualquiera".
Y por otro lado, en materia de financiamiento se habla de "invertir en la vanguardia intelectual" y de tener sólo en cada localidad "los artistas que se necesiten". Quienes hemos vivido en Cuba en los últimos años conocemos bien qué es lo que los políticos llaman "vanguardia intelectual" y sabemos bien qué condiciones se exigen a los escritores, artistas e intelectuales si quieren ser "promovidos" o "favorecidos" por el llamado Programa Cultural de la Revolución.
Todo este engendro de llevar a la cultura un concepto de gestión capitalista pero con claras directivas ancladas en la lucha ideológica "socialista" que ya conocemos, tiene puntos neurálgicos que son motivo hoy de preocupación de nuestros colegas en Cuba a partir de lo que les ha sido comunicado en reuniones realizadas en varias provincias del país: Habrá una "racionalización" en la entrega de dinero por premios literarios, pago de derechos de autor y pago por participación en actividades culturales (conferencias, presentaciones de libros, lecturas, etc.) que constituían un ingreso fundamental para el mal pagado sector de los escritores. Todo el mundo se manifiesta preocupado porque ya saben los extremos a los que puede llegar la palabra "racionalización" cuando es pronunciada por los funcionarios.
Se racionalizarán también las publicaciones (en La Habana se ha hablado claramente de la palabra "reducir" publicaciones), se harán "más objetivas" las tiradas de los libros (el número de ejemplares impresos) y se priorizará "la vanguardia intelectual" y los escritores "que hasta hoy son venta segura". Lo que pasará con las editoriales provinciales está aún en la más oscura de las incógnitas. Se eliminarán subvenciones a instituciones y eventos que no se consideren estrictamente arraigados en el Programa Cultural de la Revolución. Y en reuniones del ICL, el Consejo Nacional de las Artes Plásticas y la UNEAC se ha dejado bastante claro que la primera prioridad en otorgamiento de presupuestos será para aquellos eventos que sirvan de promoción internacional a Cuba, tales como ferias internacionales en la isla y diversas áreas del plan llamado ALBA Cultural.
Se eliminarán las gratuidades en el pago a espectáculos y productos artísticos, se elevarán los precios de entrada y de adquisición de obras de arte, libros, etc.; se disminuirán las escuelas de instructores de arte y se "racionalizará" la selección de entrada de jóvenes a las escuelas de arte "de acuerdo a las necesidades del país".
Dos aspectos más a destacar pueden ser, como se discutió por un grupo de escritores en Holguín y como pude constatar en e-mails recibidos desde Ciego de Ávila, el reordenamiento de los cauces promocionales nacionales e internacionales y los despidos en el sector cultural, que como se sabe es uno de los que más "plantillas infladas" tiene el país.
Una pregunta muy recurrente es la de cómo y quién priorizará la promoción y difusión nacional e internacional de los creadores revolucionarios (esa llamada "vanguardia intelectual"); pregunta que surge a raíz de la entrevista concedida por Fernando Rojas y también debido a opiniones vertidas en reuniones de análisis donde se ha dicho que "lamentablemente" habrá que correr incluso el riesgo de abandonar lo logrado en promoción nacional de aquellos artistas cubanos residentes en el exterior que no se hayan manifestado contra el proceso revolucionario a quienes, llegado el momento, puede ofrecérsele la alternativa de pagar su promoción en la isla, en efectivo o en "especie" (es decir, que se conviertan en difusores oficiales del Programa Cultural de la Revolución, y de los "logros" de ésta en los países donde viven).
La otra pregunta tiene que ver con una realidad aplastante: muchos de los artistas y escritores de prestigio que trabajan en instituciones del Ministerio de Cultura entran en zonas de eso que se llama "plantillas infladas". ¿Se harán esos despidos afectando a esos profesionales, sin tener en cuenta su prestigio, su importancia para la cultura nacional siguiendo un criterio estrictamente economicista o se impondrán, para la ola de despidos en el sector cultural, otros criterios de selección?
Amir Valle (Cuba, 1967). Escritor, Ensayista, Crítico Literario y Periodista. Ha obtenido importantes premios literarios en la isla y en países como Colombia, República Dominicana, Alemania y España en los géneros de ensayo, cuento y novela. Ha publicado más de una veintena de títulos de cuento, novela, ensayo y testimonio. Saltó al reconocimiento internacional por el éxito en España de su serie de novela negra "El descenso a los infiernos", sobre la vida actual en Centro Habana, integrada por Las puertas de la noche (España, 2001; Puerto Rico, 2002 y Alemania, 2005), Si Cristo te desnuda (Cuba, 2001; España, 2002 y Alemania, 2006), Entre el miedo y las sombras (España, 2003 y Alemania, 2007), Santuario de sombras (España, 2006 y Alemania, 2008) y Largas noches con Flavia (España, 2008). Su libro Jineteras obtuvo el Premio Internacional Rodolfo Walsh 2007, a la mejor obra de no ficción publicada en lengua española durante el 2006. Santuario de sombras se alzó con el premio NOVELPOL de los lectores españoles a la mejor novela negra publicada en el 2006 en España y en el 2008 obtuvo el Premio Internacional de Novela Negra Ciudad de Carmona, de España, con su obra Largas noches con Flavia. Su obra narrativa ha sido elogiada por escritores como Augusto Roa Bastos, Manuel Vázquez Montalbán y Mario Vargas Llosa.
En medio de las alambradas
El escritor y bloguero independiente, Orlando Luis Pardo Lazo, representante más joven de la muestra de generaciones que presentamos, dijo a Radio Martí que:
Tengo un criterio bastante autonomista o independentista de la cultura. Soy una de las personas que creen que del Ministerio de Cultura, podríamos prescindir perfectamente como estructura, porque la cultura nacional le debe poco o nada.
Un ministerio con las características del Ministerio de Cultura de Cuba debería limitarse a sufragar, a apoyar, a subvencionar zonas de la cultura, a determinados creadores que por su estética están un poco desplazados del mercado, pero hasta ahí.
Pienso que el Ministerio del Cultura está hinchado como un balón, como un cáncer, y, al final, lo que comienza a pasar -cuando se trata de subvencionar proyectos- es que también ocurre una censura, una censura que empieza por ser económica y termina por ser política.
Todos los meses, todas las semanas, el Ministerio de Cultura tiene problemas con algún creador, porque no se entienden o porque sencillamente lo consideran contestatario, lo consideran enemigo de "la revolución", o sea, más que un Ministerio de Cultura, es un Ministerio de la Cultura Revolucionaria.
En ese sentido, sinceramente, cualquier medida —con mayor bonanza económica o con mayor crisis— me parece irrelevante en términos de la cultura nacional. Creo que en épocas de grandes crisis, en épocas de colapso social, incluso, la cultura nacional, tal vez, ha tenido, en ese mismo momento, su mejor salud, porque ha habido como un despertar, porque ha habido una libertad mayor, dado el nivel de crisis y descoyuntamiento político, entonces los creadores han podido ser más libres, ocupar espacios alternativos, galerías alternativas, festivales alternativos, la calle…
Así que veo como que el Ministerio de Cultura —especialmente el viceministro Fernando Rojas— quien hace muchos años está apostando por ser el ministro, quien ha sido una persona que ha censurado a troche y moche, viniendo de un marxismo un poco trasnochado y arrastrando sabe Dios cuáles culpas personales, tratando de trazar unas líneas duras de política, jugando ahora a que la cultura no puede sufragarse, a que hay mucho paternalismo económico, a que no es un derecho masivo, como si él mismo no hubiera abogado por esas políticas hace unos años atrás.
Toda esa historia forma parte del cuerpo administrativo, de la superestructura estatal para apoyar la cultura. Pero yo veo como que eso no va a tocar el alma de la creación, el alma profundamente inconforme, iconoclasta, contestataria de lo mejor que se está creando en Cuba, ya completamente independiente de la maquinaria estatal.
Para bien o para mal —en mi opinión— para bien, después de los años noventas se han abierto poros que son irreversibles en el campo cultural cubano. Queda mucho miedo, queda mucha insolidaridad, queda mucha hipocresía, pero hay un gran número de creadores que han roto esa barrera mental y que vienen de la escritura, las artes plásticas, el audiovisual, donde ya la gran industria, el gran monopolio estatal, el gran monopolio controlado por el presupuesto estatal y por la ideología oficial, no tiene peso. Yo hablo con los creadores, con los jóvenes que están estudiando audiovisual en el Instituto Nacional de Artes, con las personas que empiezan a escribir y para nadie tienen importancia los concursos oficiales, los premios.
Hay una serie de aparatos que garantizaban el prestigio y la gobernabilidad de un ministerio que, en este momento, te puedo asegurar que a los jóvenes cubanos, en su mayoría, no les interesa, no les incumbe, y ni siquiera aspiran a transformar las estructuras de poder cultural en Cuba, como si pasó en los ochentas y como en algún momento pasó en los noventas.
No quiero hablar en voz de nadie, pero te puedo decir que el estado del alma, un poco el espíritu de la época, ya no es ocupar posiciones y transformar y hacer más democráticas las políticas culturales. Creo que las políticas culturales van a ser ejercidas un poco autistamente por el estado y los que tengan vocación de administrador, administrarán sobre una masa amorfa y un poco bobina, pero los verdaderos creadores, —creo— nos estamos adentrando en una zona mucha más riesgosa, en una vista un poco más amplia donde vamos a estar más independientes donde no vamos a tener ningún tipo de apoyo pero a la vez hemos conquistado una libertad absoluta en medio de las alambradas.
En ese sentido, el presupuesto completo del Ministerio de Cultura, digamos el próximo ministro Fernando Rojas, se lo puede ahorrar o dejarlo para políticas educacionales, pedagógicas, a apoyar escuelas de artes, todo lo cual me parece maravilloso y así el Ministerio de Cultura cumpliría un papel, pero entonces podría llamarse Ministerio de la Pedagogía Cultural.
Y les pido a los altos cuadros de cultura, Fernando Rojas, Abel Prieto, por fin si va a dejar el cargo o no, después de haber cometido tantas pifias, que dejen tranquila a la cultura cubana, que dejen tranquilos a los artistas cubanos, que les permitan el mínimo de decencia personal para que puedan expresar sus propios proyectos, crear sus propios espacios, vender sus propias obras, pagando lo que sea necesario al estado, o sea, está bueno ya de paternalismo y de bobería ostentosa en el pensamiento ministerial cubano.
Orlando Luis Pardo Lazo (La Habana, 1971) Licenciado en Bioquímica, 1994. Narrador y fotógrafo.Autor de los libros de cuentos publicados en Cuba Collage Karaoke (2001), Empezar de Cero (2001), IPatrías (2005), Mi Nombre es William Saroyan (2006) y Boring Home (en Garamond, Praga, 2009). Colaborador de los sitios webs Fogonero Emergente, Cubaencuentro, Diario de Cuba, Penúltimos Días, All Voices, entre otros. Autor de los blogs Lunes de Post-Revolución (www.orlandoluispardolazo.blogspot.com) y Boring Home Utopics (www.vocescubanas.com/boringhomeutopics). Ha sido parte del staff de las revistas digitales independientes Cacharro(s), The Revolution Evening Post, y Voces www.vocescuba.com).
Cuerpo del delito
A continuación brindamos el texto íntegro de la entrevista al viceministro de Cultura de Cuba, Fernando Rojas.
"Bajo el lente del futuro"
«Hay que pensar mucho más en los jóvenes, en que ellos piensen y actúen, en cómo apoyarlos, en qué medidas tomar para, en medio de las dificultades, seguir apostando por ellos y por sus proyectos», asegura el viceministro Fernando Rojas.
¿Cómo tocará la actualización del modelo económico cubano a la cultura nacional? ¿Dónde ver sus potencialidades, sus luces, sus retos? Las interrogantes gravitan también sobre el mundo del arte.
Con un sentimiento de atesorar nuestra identidad, anclado a lo más raigal de la cubanía, y sustentado en una certidumbre que sortea los retos actuales, el sector se enrumba por el sendero que transita el país y se mira bajo el lente del futuro.
Confiado en el papel de las nuevas generaciones de artistas, Fernando Rojas, viceministro de Cultura, dialogó por espacio de una hora con nuestro diario acerca de cuestiones que atañen al arte y la cultura de la Isla.
—Hay quienes creen que para un país con múltiples necesidades básicas insatisfechas, tenemos un sistema de educación artística sobredimensionado. ¿Qué valoración tiene el Ministerio sobre el tema?
—La enseñanza artística —y quiero establecer una distancia entre enseñanza y educación—, entendida como el sistema de escuelas de arte donde se forman los profesionales, ha sido una experiencia válida de Cuba que garantiza el relevo de la vanguardia.
«Este sistema de enseñanza, que supone un proceso de selección en cuanto a exigencia, a nuestro juicio llegó para quedarse. Sin embargo, ese sistema tiene que ser más racional. Debe estar a tono con las necesidades reales del país.
«Otra cosa significa la educación artística, entendida como la que recibe cualquier ciudadano. No por gusto el Proyecto de Lineamientos al VI Congreso del Partido la menciona de manera muy clara. Y es que la Revolución siempre se ha trazado la misión de que cada individuo tenga el derecho de apreciar el arte, de ser formado como parte de un público capacitado para entender lo mejor de la cultura nacional y universal.
«Ese concepto de vincular a cada persona desde edades muy tempranas con la apreciación artística se articula con el criterio de tener un gran movimiento de aficionados, relacionado directamente con las expresiones culturales populares, barriales, locales, regionales y con nuestro patrimonio vivo.
«Si eso nos queda claro, buena parte de la vida cultural de nuestras comunidades se solucionará con esa presencia ciudadana -lo cual es consustancial con la visión que tiene la Revolución de la educación artística para todos».
—En la actualización del modelo económico cubano la cultura no seguirá contando con el mismo presupuesto que el Estado le ha asignado tradicionalmente. ¿En qué medida afectará a la enseñanza artística?
—En cada localidad debemos tener los artistas que se necesiten. Garantizaríamos el relevo de los grupos existentes en cualquiera de las manifestaciones, pues se trata de agrupaciones de alta calidad. Debemos asegurar el relevo de los instructores para preservar el servicio que ellos dan en escuelas y comunidades. No hay que pretender incrementos de ese servicio, sino preservar el existente. La enseñanza a futuros profesionales del arte tendrá que orientarse por esos imperativos.
«Estamos, como el resto de los organismos del Estado, en la obligación de articular adecuadamente la formación del profesional con las necesidades de la economía y de la sociedad. Ese ejercicio ya lo estamos haciendo.
«Habrá menos escuelas de instructores. Se está planteando concluir los cursos en una parte importante de ellas y dejar solo los centros necesarios para lograr ese relevo. También se realizarán ajustes en la matrícula de la enseñanza de las academias para lograr estos objetivos. No veo en eso una afectación al crecimiento de la masa de profesionales de la cultura, sino una optimización de esa formación».
—Los Lineamientos de la Política Económica y Social abren el camino a nuevas formas de gestión para la cultura. ¿Cuáles serían?
—Un crecimiento imprescindible del aporte económico de los bienes y servicios que se producen. Hay potencialidades por aprovechar en el campo de la economía de la cultura y en el incremento de utilidades que pueden obtenerse dentro del país -ya sea en el llamado mercado de frontera para los turistas, en instalaciones que prestan servicios en divisas, como en la obtención de ingresos en moneda nacional.
«Existen actividades que actualmente son subsidiadas porque tienen precios demasiado módicos. Por ejemplo, en la esfera del libro hemos trabajado para que ese producto pague su costo. Quizá estamos en condiciones de pensar en obtener mayores niveles de ganancia en la actividad cultural, manteniendo los precios asequibles.
«Tal vez una parte de los servicios que prestamos no tengan que ser gratuitos o a precios muy módicos. Existen actividades, espectáculos y productos que, dado su nivel o su poder de convocatoria, no necesariamente haya que ofertarlos a bajos precios. Una manera de exigirnos es que valoricemos adecuadamente esos servicios.
«Posibilidades de producir tenemos. Muestra de lo que se puede rendir económicamente son la Feria Internacional de Artesanía y Arte en La Rampa. Las producciones artesanales e industriales que allí se comercializan las debemos diversificar y asegurar que partan de un esquema que pague sus gastos, a la vez que nos permita tener determinadas ganancias.
«A nivel organizativo eso implicará que determinadas unidades que hoy trabajan solo con el presupuesto se transformen en empresas; incluso que, sin dejar de ser presupuestadas, sean entidades que aporten ingresos. Habrá un crecimiento del sector empresarial en la cultura y, por lo tanto, más exigencia.
«Al mismo tiempo, esto debe hacerse con mucho cuidado para no perjudicar los esenciales servicios culturales que permiten garantizar la continuidad de la enseñanza y educación artísticas en la población.
«Es un error suponer que el esfuerzo por hacer algo económicamente rentable está reñido con su calidad. Tendríamos que esforzarnos por lo contrario, por lograr que esa búsqueda de beneficios económicos esté de manera orgánica asociada a una mejoría en la calidad en los servicios y productos.
«Habrá siempre que invertir en preservar la vanguardia intelectual. No puede ser que un criterio economicista injustificado nos conduzca a que los escritores y artistas sientan que su trabajo está insuficientemente protegido.
«Se impone analizar cómo nos relacionaremos con determinadas esferas del trabajo por cuenta propia, que puedan estar asociadas con la actividad cultural. Son cuestiones sobre las que hay que reflexionar, pero siempre partiendo del enorme esfuerzo que va a significar mantener el nivel de la creación y la formación del público, a la par de la eficiencia».
—¿Cómo articular una política que integre los propósitos de la cultura nacional con las iniciativas que se gestan al margen de las instituciones?
—En la vanguardia, así como en su producción, están presentes las instituciones culturales. Tendremos que estudiar cómo se regulará el vínculo del Estado, en el ámbito de las entidades artísticas, con estos nuevos actores. ¿Qué obligaciones tendrían, en términos de preservación del patrimonio cultural y la conservación de la calidad y la oferta, esos vendedores o artesanos que trabajan en una relación con los órganos locales?
«Estas son cuestiones polémicas, a las que nos estamos enfrentando, en muchos casos, por primera vez. Todas las instituciones poco a poco tendrán que ir estableciendo esas pautas de interacción. Ello tiene que ver con un nuevo tipo de cultura jurídica, en la que tenemos que trabajar mucho».
—Este fue un año de importantes presentaciones de artistas extranjeros en la Isla. ¿Tiene una estrategia el Ministerio de Cultura para lograr un incremento al respecto?
—Perseveraremos en que la relación del público nacional con lo mejor del arte foráneo siga creciendo, con independencia de la necesidad de ser más estrictos en los gastos.
«Nunca se nos ocurriría cobrar el acceso del público al Teatro Mella, para ver a Wynston Marsalis o Arturo O´Farrill, a los precios que se pagan en Nueva York. Sin embargo, esto no quiere decir que la entrada al Mella tenga que ser siempre a diez pesos. No se puede aplicar aquí el esquema que se articula en una capital occidental capitalista, en el cual le es imposible al ciudadano común asistir a un espectáculo de ballet. Esa lógica significaría, en nuestro contexto, enajenar de ese tipo de espectáculos a la mayor parte de la población; pero tampoco puede ser prácticamente un regalo.
«Las instituciones culturales que organizan los grandes eventos (del libro, cine, plástica, música, etc.) tienen puestas su mirada en buscar oportunidades para nuestro pueblo, y, por lo tanto, hay que congratularse de eso».
—Los últimos 12 meses han sido también un período inédito por el número de presentaciones de cubanos en Estados Unidos. ¿Cómo explicar ese fenómeno en medio de la política de bloqueo que mantiene el país norteño contra la Isla?
Se va disipando determinada ilusión que se hizo mucha gente de un cambio real en la política de la presente administración norteamericana hacia la Isla.
«El andamiaje del bloqueo y la agresión está intacto. Ellos parten del llamado Carril II -el primero es el de la agresión-, que es el llamado "contacto pueblo a pueblo", y que se basa en tratar de influir a través de la cultura en nuestros ciudadanos, para hacerlos más proclives a una actitud contraria a la Revolución.
«De manera selectiva se ha otorgado un mayor número de visas a artistas cubanos para viajar a Estados Unidos, y en menor medida han autorizado que vengan a la Isla los norteamericanos. Quizá a algunos les interesa más tener al creador cubano allí, porque lo considera más manipulable.
«Esa estrategia no la aplican con los académicos, porque consideran que estos tienen más capacidad para influir y debatir que la que pudiera tener el artista.
«Los nuestros han estado por encima de la visión elemental del Carril II, y han logrado manejarse adecuadamente en medio de las presiones, a la par que se han relacionado con un público que muchas veces no es más que un rehén de la política de la mafia cubanoamericana.
«No se puede negar que se ha dado a conocer mejor nuestra cultura. Empero, para un intercambio cultural tendrían que desaparecer todas las limitaciones. Y hay infinidad de estas: el otorgamiento de licencias a los que viajan acá; proyectos que no podemos poner en marcha por demoras de esos documentos; actividades comerciales que no pueden realizarse; visas concedidas a artistas cubanos al día siguiente de iniciarse la actividad en la que iban a participar…
«Sin embargo, seguiremos trabajando para que tenga lugar ese embrión de lo que podría ser, si desaparece la agresión, un verdadero intercambio cultural entre ambos países».
—Se han formado cientos de miles de instructores de arte; sin embargo en los reportes de la Comisión Central de Recreación y en estudios realizados con los jóvenes todavía hay insatisfacciones en el tema de la recreación. ¿Qué falta para satisfacer las expectativas culturales de los cubanos?
—No creo que el instructor vaya a resolver el problema. Él, como muchos otros profesionales, contribuye a la recreación del pueblo, ya que está en las escuelas y comunidades.
«Lograr esa combinación de lo recreativo y lo lúdico con lo educativo, es una oportunidad que otros no tienen. Por supuesto, todavía hay muchas dificultades en la preparación de los brigadistas y existen otras cuestiones por resolver.
«Con las decisiones que el país está tomado para hacer despegar definitivamente nuestra economía, habrá que ver qué paliativos se utilizan: si exigirle más al instructor, potenciar más la cultura popular, el movimiento de artistas aficionados…
«La idea de la recreación que tiene el joven cubano promedio está asociada a un determinado tipo de instalación, un espacio cerrado con determinada comodidad, seguridad, al precio que pueda pagar, con un nivel de consumo gastronómico asequible, donde pueda escuchar música y en el que departa con su pareja y amigos.
«Ese es el tipo de lugar que, desgraciadamente, en una visión estereotipada de la falta de recreación, muchas veces los jóvenes asocian al CUPET o a la cafetería en divisas de la localidad. Uno de los grandes desafíos de nuestra política sería sustituir esa imagen en sus demandas de consumo. Para ello lo primero que hay que hacer es lograr que ese tipo de instalación exista. Creo, modestamente, que la actualización del modelo económico cubano es un camino a la existencia de ese espacio recreativo en el país».
—Mucho se dice de la amplia popularidad de las ferias internacionales del Libro, de Artesanía y Cubadisco; los festivales del Nuevo Cine Latinoamericano, Internacional de Ballet e importantes exposiciones de la plástica. ¿Existe satisfacción con el sedimento cultural que deja en la gente este tipo de eventos?
—Lo estamos. Ahí hay una expresión del impacto que nosotros quisiéramos que tuviera la creación de vanguardia en el público. Pero ese no es el hacer diario. Efectivamente, deja un sedimento, pero si no se cultiva después que el evento termina, se manifiesta un retroceso en el gusto.
—Los jóvenes artistas plantean recurrentemente preocupaciones por la expansión de lo banal, en detrimento de los mejores valores culturales. ¿Podrá encontrarse una fórmula que deshaga esa especie de maleficio?
—Hay una regresión en el gusto y también en la crítica. Dependes de la educación y de los aparatos críticos para formar al espectador que rechaza ese tipo de producto cultural.
«Hay mucha complacencia en la crítica. El talento del crítico consiste precisamente en ser un orientador sin producir un panfleto. Ese retroceso hay que resolverlo con la ayuda de los grandes medios, y no de los especializados. No es allí adonde va la gran masa de espectadores a orientarse. Hemos hecho algún que otro encuentro o seminario, pero apenas estamos en la constatación del problema y tenemos mucho por hacer, los medios y nosotros».
—¿Cómo se pueden defender la cultura y la identidad nacionales frente a un mundo cada vez más informatizado, interconectado, sacudido por el desarrollo tecnológico y también por la piratería?
—Un gran artista puede sentir que la piratería lo daña. No le quito razón. Es un asunto complejo, porque nosotros tenemos que velar por el creador y por la cultura. Y se supone que para custodiar a esta última, no hay que hacerles ningún favor a las transnacionales.
«Ahí estamos frente a un problema, en el cual al individuo que vive de su trabajo puede afectarle la copia pirateada de su obra y a la vez eso forma parte de un sistema que beneficia a las transnacionales.
«Habría que cambiar todo el sistema del derecho de autor y reconocer entonces los derechos colectivos, proteger a las culturas populares y garantizar de verdad que la gente pudiera acceder a la cultura.
«En cuanto a las nuevas tecnologías, que ya no son tan nuevas, la esencia consiste en tener una actitud cultural y ética frente a estas».
—¿Cómo proyectar entonces el trabajo en 2011?
—Va a ser un año muy tenso. De menos asignaciones presupuestarias, sin discusión. Un período en el que tienen que crecer los ingresos. Ese será el camino para preservar la cultura.
—«Van a ser 12 meses de transformaciones institucionales importantes: entidades presupuestadas que se convierten en empresas, descentralización de gestión, reducción importante del personal burocrático…
—«Tiene que ser el año en que se consoliden nuestra relación con la vanguardia artística, el aporte de esta a la cultura nacional y su relación con el público.
—«Deberá ser una etapa en la que hagamos todo lo posible por preservar nuestros principales eventos y que queden con más calidad, por mantener el nivel de la programación cultural alcanzado, así como por hacer mayor énfasis en la comunidad y en los aficionados, en la labor de los instructores y en elevar la calidad de la enseñanza.
—«Seguiremos relacionándonos con lo mejor de la cultura universal. Nuestros artistas tendrán —de hecho eso económicamente va a ser útil—, más presencia fuera de nuestro país y tendremos una importante participación de artistas y escritores extranjeros en la Isla.
«Esperamos un crecimiento de nuestra relación con las nuevas tecnologías, y una utilización más creativa de estas en función de la cultura. Hay que pensar mucho más en los jóvenes, en que ellos piensen y actúen, en cómo apoyarlos y en qué medidas tomar para, en medio de las dificultades, seguir apostando por ellos y por sus proyectos».
sábado, 8 de enero de 2011
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