miércoles, 30 de octubre de 2013

CARTA AL FUNDADOR DE LA PLATAFORMA UNITARIA

Lcdo. Zenen Perez Yera
Fundador del Proyecto Unitario.

Mi muy querido amigo.

Volvamos al principio, porque si nos vamos de contexto exponiendo solo una palabra de lo que dijo el otro expositor, nadie podrá entender de que se trata y todas las intervenciones y comentarios al respecto serán ligeras para no decir, irresponsables.
 
Yo le exprese a usted: “que el gobierno debe ser la mayor reflección sobre la imperfecta naturaleza humana, citando a Madison, en su ensayo 51 de El Federalista.

 Continuando con esa idea, le exprese que en el discurso latinoamericano, donde siempre hay un dictador, se habla de unidad. Que ese termino no se usa en el mundo anglosajón con tanta persistencia. Y le repetía que nunca oyes ni a los Republicanos ni a los Demócratas hablar de UNIDAD, sino de DIVERSIDAD, de respeto a las MINORÍAS. Y le seguí diciendo: Es raro no ver un dictador en las sociedades que forman su proyecto de sociedad, estado y derecho, bajo el discurso de la unidad.

La Revolución Norteamericana se desarrolló planteando la divesidad… la Guerra de seseción igualmente. Y ahí el trabajo extraordinario de Lincoln al respecto  y te decía: la unidad tiende a evocar la obediencia, al sometimiento a la idea única. La palabra UNIDAD, por su naturaleza, por su contenido semántico, por su etiología, adversa a la palabra LIBERTAD. La palabra DIVERSIDAD y UNIDAD no parecen ir de la mano.. Y continuaba. Por su naturaleza el hombre no es UNITARIO, de ahí la idea de la repartición de poderes en los gobiernos democráticos. El sisterma de pesos y contrapesos, porque se recordó la máxima de Madison. Y concluí diciéndote: Los padres fundadores de la nación norteamericana abogaron por la diversidad y triunfaron. Martí abogó por la unidad y fracaso.

 Negaste el hecho de que Martí haya fracasado… y puedo entenderte… Desde el punto de vista literario, desde el punto de vista filosófico, como periodista, más que un hombre exitoso, es una gloria de Cuba y del mundo. Pero el propósito libertario de la Guerra la perdió.  Su proyecto no se concluyó. De nada vale la independencia de Cuba sin la liberación de cada cubano. Esa es la enseñanza de Agramonte, que se ha ignorado históricamente en Cuba y con toda intencionalidad por el castrismo. Y para mayor desgracia, dicen que el autor intelectual de ese fracaso histórico es José Marti…. Y  creo que lo pudieron hacer por un error en el discurso de Martí; la palabra  UNIDAD.
 
Cuando fundamos LA CORRIENTE AGRAMONTISTA, precisamente la nombramos Corriente, para que fuera un lugar donde fluyeran las ideas.  Se trataba de una corriente de pensamiento jurídico y de concepción de la sociedad, el estado y el derecho, donde el soberano es el ciudadano y el estado un mero instrumento a su servicio.  Esa idea no nació en con nosotros  sin en el proyecto de la Revolución Norteamericana y que el mismísimo Ignacio Agramonte, en el potrero de Guáimaro, en el Camaguey insurrecto, en 1869, la retomo como concepción de estado que debía darse la revolución independentista cubana, adversando a Carlos Manuel de Céspedes que procuraba el estado-nación como soberano, diz que en representacion del pueblo, inspirado en la Revolución Francesa.

Céspedes, tan pronto dio el grito de independencia y libero a los esclavos, se autoproclamo Capitán General del Ejercito Libertador y dijo que después de la independencia, se podría democratizar la Isla. Centuria y media después, los Castros alegan no poder democratizar a Cuba por la existencia de un imperio a solo noventa millas.

Es un dilema histórico que no se ha resuelto aun. La Revolución Norteamericana se hizo para consagrar una constitución. La Revolución Francesa, por el contrario, hizo una constitución para consagrar la Revolución.

Cuando el ciudadano es el soberano el estado es detenido en la puerta de nuestras casas. Cuando el soberano es el estado nuestros "elegidos" hablan desde el poder de las necesidades de nuestras casas.

"Esta es tu casa, Fideel"  Lo recuerdas? Esto ha sido un plan muy bien trazado.
 
Cuando el soberano es el ciudadano se apela al DISCERNIMIENTO y la CONCERTACIÓN de ideas para realizar las acciones necesarias, dentro de la pluralidad. La UNIDAD, por el contrario, limita contornos, fija posiciones dogmáticas, no admite discrepancias, etc. La DIVERSIDAD,  jamás define los bordes, no completa las ideas, porque es de pensamiento abierto…

Agramonte fue capaz de oponerse abiertamente a Céspedes en Guáimparo y por eso su proyecto de estado es el más perfecto que hayamos tenido jamás. Martí, aunque les dijo que no se funda un pueblo como se manda un campamento, procuro mantener la Unidad.  Creyó mas en lo que considero a necesidad del momento; la independencia de Cuba.  Tremendo error! No es cierta la independeencia nacional sin la liberación de cada cubano.
 
Hoy tenemos el gobierno más independiente del mundo. Solo comparable a Corea del Norte. Tan independiente que esta divorciado hasta de su propio pueblo.  El soberano es el estado (y por tanto su jefe) y el hombre un mero instrumento del poder.

Viva la diversidad!
Vivan las minorías!
Abajo la dictadura de las mayorías.

Un abrazo….
Lcdo. Faisel Iglesias

jueves, 10 de octubre de 2013

Ernest Hemingway y Benny More

fragmento de la novela Que bueno baila Usted. www.librosenred.com


De la bahía donde desemboca el Gran Río del Norte, llegaban aquellos barcos quejumbrosos, movidos por velas a todo viento y remos de galeotes y bagarinos. Con la marinería se esparramaban, por la Avenida del Puerto y las callejuelas de la ciudad vieja, los turistas, agentes de viajes y hombres de negocios, procurando el ambiente de bares con mujeres y guaracheros. Era una tradición que permanecía vigente en la época de los vapores. Un vínculo ancestral unía a ambos pueblos. Los tambores, claves y marugas cubanas no les eran ajenos a los hijos de la desembocadura del Mississippi, por lo que los músicos del delta buscaban el sabor del son y los isleños procuraban el swing del jazz.

−What is Cuban son, man? −había preguntado un turista tan pronto se bajó del barco.
Jazz con clave, mi socio −contestó un mulato trovador desde el bar de la esquina.
−Oh, yea!

Desde los primeros tiempos de España, sus músicos arribaban a la Isla con el deliberado propósito de cantar, bailar y agregarle al cimbaleo rítmico del jazz los repiques de los tambores del Verde Caimán del Caribe, para que se les montara el santo.

Después de dejar unos aredyés[1] en el tronco de la ceiba de la Plaza de Armas amarrados con tiras colora, unos negros con congas, quinto y tumbadora formaron una rumba frente al Palacio del Segundo Cabo. Desde la acera frente al portal del Palacio de los Capitanes Generales, salió un mulato tocando claves, vestido con una colorida guarachera y zapatos negros bordeados en blanco. Desde entonces la estridencia de los tambores se contuvo por unas notas producidas por los entrechocados corazones de ácana, que no seguían el orden natural, haciendo de vez en vez un silencio que se llenaba de emoción. Un turista recién llegado, impulsándose con el ritmo de los tambores, sacó de la funda una trompeta y comenzó a improvisar una lejana pero íntima melodía, cayendo siempre, como por sorpresa musical, dentro del patrón que, al parecer sin proponérselo, marcaban aquellas reducidas médulas de árbol, manipuladas por las leyes del arte. El negro del quinto cantaba en lengua lucumí. Una negra vestida de blanco, recién bajada del barco, se arrebató, dio un par de brincos, se echó a llorar y cayó desmayada. Rápido pretendieron llevarla a la Casa de Socorros a fin de que la examinara un médico de emergencias.

−¡Déjenla! −gritó, apartando a la gente, un negro vestido con zapatos, pantalón, camisa y gorro blancos, y muchos collares de piedras verdes y amarillas. Se le acercó, puso en la frente de ella sus manos de Orula, le hizo tres cruces con el índice en medio de la cabeza, le sopló los oídos y comenzó a hablarle en lenguas viejas.

La mujer, tendida en la acera con los ojos cerrados, respirando profundo, poco a poco volvió en sí.
− ¿Qué le pasó? −preguntaban los transeúntes.
− ¡Se le montó un muerto! −dijo alguien.
−La cogieron de caballo.
− ¡Se le subió el santo!

En el Templete estaba Bartolomé Maximiliano Moré cantando con su guitarra canciones trovadorescas, percibiendo a distancia las melodías que dejaba en el eco el negro trompetista del Misisipi. No se acercó; sabía que el trompetista seguiría colocando aquellas notas en las estrellas de la noche hasta el amanecer del nuevo día y que lo de la negra no era enfermedad.

− ¡De eso sé yo! −dijo riendo, y pasó de nuevo el sombrero−. ¡Cooperen con el artista cubano!

En una de las mesas del restaurante estaba el Gringo Grande de los hombros anchos, pecho firme, pies de elefante y ojos alegres e invictos, que andaba siempre por las calles de La Habana, con un pantaloncillo por las rodillas, roto por el fondillo, barba semanal y gorra de pescador, dándose en los bares de las esquinas unos largos tragos de daiquiri con ron doble, a los que llamaba “papas”. Se sentaba frente a los mostradores a pensar y escribir en servilletas unos párrafos luchadores y compulsivos, al margen de aquellas bullarangas de bares de puerto.
Era un personaje arrojado al torbellino de la acción, a la complicidad del amor y la fraternidad humana. Su inagotable poder creador lo abocaba, por temporadas, a las soledades. Había nacido para protagonista de los más grandes y dramáticos eventos: dos guerras mundiales, el conflicto chino-japonés, la Guerra Civil Española, la rebelión de los Mau Mau, tres accidentes de aviones detrás de los leopardos en el continente negro y cuatro matrimonios.

“Es el escritor más caro del mundo”, comentaba José Lezama Lima con ironía, mientras soltaba unas bocanadas de humo con su tabaco de siempre, sentado en el balancín de madera en su casa de la calle Trocadero.

Su madre lo quería músico (él adoraba a Pablo Casal); su padre lo soñaba médico, pero eligió ser escritor. Por ella era lírico; por él (que le regaló su primer rifle de caza, lucha y muerte), aventurero.

Era amigo de la chiquillada de La Habana, que andaba detrás de los turistas en busca de centavos; de los cantineros, las prostitutas y artistas ambulantes de aquella ciudad que caminaban con sus cartulinas y lápices de colores, haciendo dibujos a mano alzada unos, y otros con bongó, guitarras y maracas, cantando guarachas, sones y boleros para extenderles el sombrero a los forasteros: “¡Coopere con el artista cubano!”.

Le gustaba quedarse hasta tarde en los bares y cafetines, porque necesitaba luz en las noches. Tenía completa conciencia de que no se era un gran escritor impunemente, y de que el espionaje divino se pagaba caro.

Aquel día, sin embargo, el Gringo no tomaba, no leía ni escribía sobre la servilleta. Estaba malhumorado. Había veces que desaparecía y la prensa daba noticias de él en las nieves de Sun Valley, en las laderas de Castilla, en las verdes colinas de África o en los canales de Venecia, en aventuras que emulaban las de sus más fantásticos personajes. Se trataba de un ser vulnerable pero terco, seguro de que podía ser destruido pero jamás derrotado.

Se comentaba, por los estibadores del puerto y los pescadores de Cojímar[2], que se había caído a tiros con su mujer, una gringa que se bañaba encuera en el mar como si solo ella existiera en el mundo, porque le había cortado unas raíces de un árbol del patio que se le metían en la casa y lo amenazaba con envenenarle su ejército de perros y gatos y ahuyentarle las palomas del alero.

Lo acompañaba un niño de piel blanca, pelo blanco, camisa blanca y pantaloncillos y medias blancas por las rodillas.

Bartolo seguía cantando sus canciones al compás de su rayado de guitarra. Un chiquillo carniprieto, descalzo, descamisado, de vientre inflado y mechones de cabellos cayéndole sobre la frente, se paró delante del Gringo. Le dio la vuelta, sin dejar de mirarlo. Se detuvo ante el Gringuito; le sonrió y comenzó a hacer garabatos sobre un papel de estraza. Después, sin quitarle los ojos de encima, caminó de espaldas hasta chocar contra la pared. Frunció el ceño, pegó la mirada en el papel, volvió a observar como con reparos al Gringo y al Gringuito. Borró par de trazos, los corrigió, se les acercó de nuevo y, extendiéndole el dibujo, le dijo al Gringo Grande:

− ¡Coopere con el artista cubano!
− ¡Cuando un escritor está pensando no se le interrumpe! −gritó. Tomó el papel en las manos, lo miró−: ¡Mejor que ese los hace mi hijo de siete años! −dijo. Y lo tiró contra el piso.

El aire de mar, sin embargo, no lo dejó caer al suelo; y el dibujo, con sus alas de papel, salió volando por entre la muchedumbre que iba y venía por las estrechas y empedradas calles de la ciudad indiferente.

−Sí, pero su hijo tiene un padre millonario y puede ir a la escuela −le contestó retirándose, observando cómo su arte, impulsado por el aire, se abría paso por entre la multitud.
− ¡Oye! ¡Oye! ¡Ven acá!
− ¡Diga, señor!
− ¿Qué tú quieres? −le preguntó con voz gangosa y los ojos humedecidos el Gringo Grande.
−Comer.
− ¡Cantinero!
− ¡Diga, Hemingway!
−Que nunca le falte la comida. Yo la pagaré siempre −dijo, mientras unas lágrimas corrían por su barba blanca, hasta que su mano de hombre de hierro las dispersó.

Por entre las mesas, como convocada por el instante, venía una mulata con una copa de daiquiri en una bandeja a la altura del hombro izquierdo y, en la diestra, un vaso de ron. Le dio el vaso a Bartolo, dejándole una mirada por sobre el hombro, que lo calibraba de arriba abajo y siguió con su andar nalgueador hasta la mesa de Hemingway. Camarera, camarera/Tú eres la camarera de mi amor.
− ¡Toma tu Papa! −le dijo la mulata, con cierto tono mimoso, a Hemingway, que mal simulaba indiferencia.

Hemingway la miró por sobre el hombro y, sin mover la cabeza, corrió la vista por donde el trovador, que los observaba. El vientre de la camarera estaba ligeramente inflamado. Los dos hombres miraron de nuevo a la mujer y después se clavaron los ojos. Ninguno pronunció palabra. Hemingway se levantó, le dio una patada a una lata que llegó al mar y se hundió haciendo burbujitas que apenas podían aflorar en las contaminadas aguas de la Bahía, y salió a la acera para seguir su rumbo.

− ¡Heming! ¡Heming! −lo llamó con insistencia la camarera.

Hemingway se volvió. La miró con las mandíbulas pegadas al pecho y el ceño fruncido, gesto que acentuaba su carácter terco y su semblante duro: le puso la mano en el vientre y dijo:

−Se puede ser infiel, pero no desleal −y siguió rumbo al Hotel Ambos Mundos a escribir de pie, mirando por la ventana abierta la Bahía de La Habana: Camarera, camarera/Tú eres la camarera de mi amor.
Bartolo siguió cantando y tomando ron.

Meses después, el Sargento Taquígrafo desde la Primera Magistratura, invitó al Nobel a un homenaje en el Palacio. Sin embargo, a Hemingway lo vieron acompañando a la camarera a depositar los restos del natimuerto en el campo santo. Desde entonces, no se sabe si el nombre de Papa que le gustaba que le dijera la camarera, se debía al trago de daiquiri con ron doble que prefería o a una frustrada paternidad.

[1] Arayé: Revolución, guerra, Alboroto, envidia, mala fé.
[2] Pueblo de pescadores del norte de La Habana, cuyos pobladores inspiraron la novela El viejo y el mar de Ernest Emingway.

YOANI SANCHEZ EN MEXICO

Yoani Sánchez: cuando la censura cierra puertas, el ingenio abre ventanas
"Vivo en un país que es un reto constante para la creatividad y el ingenio", explicó la bloguera.

La periodista cubana Yoani Sánchez, a quien el Gobierno cubano prohibió su blog, habla hoy, miércoles 09 de octubre de 2013, durante su participación en una conferencia del "Universal Thinking Forum" en México
La periodista cubana Yoani Sánchez, a quien el Gobierno cubano prohibió su blog, habla hoy, miércoles 09 de octubre de 2013, durante su participación en una conferencia del "Universal Thinking Forum" en México
               
La periodista cubana Yoani Sánchez, a quien el gobierno cubano prohibió su blog, criticó hoy en México la censura en países como el suyo y comentó que la creatividad "permite abrir una ventana cuando la puerta está cerrada".
 
Yoani Sánchez (La Habana, 1975), autora del blog "Generación Y", habló sobre cómo se pueden "abrir las grietas" de ese fatalismo y de la censura al participar en una conferencia dedicada a debatir ideas sobre el cambio.
 
Premio Ortega y Gasset en 2008, la también filóloga inició un blog en abril de 2007, y un año después el gobierno cubano implementó un filtró informático que impidió verlo en los sitios públicos de Internet en Cuba durante tres años, según cuenta en su bitácora.
 
"Vivo en un país que es un reto constante para la creatividad y el ingenio", explicó la bloguera, que comparó el "picadillo de carne sin carne" pero con plátano que tenían que hacer las mujeres cubanas tras la crisis de los años 90, con el "internet sin internet" que persiguen ahora.
 
En un país con el internet más caro, los ciudadanos que pueden pagarlo aprovechan para copiar noticias, webs y blogs en una memoria USB para compartirla con amigos y familiares, en una "distribución clandestina de información", contó.

"No eres un delincuente, eres un suministrador potencial de conocimiento y de libertad" aclaró Sánchez.
 
"La tecnología asume la ética que nosotros le damos. Sirve para liberar y para censurar, sirve para informar y también para mentir", para que los ciudadanos denuncien y que los gobiernos les vigilen, explicó en el "Universal Thinking Forum", donde 21 "mentes brillantes" aportarán hoy y mañana ideas para el cambio.
 
"El problema es que no hemos tenido el cambio como componente principal de la sociedad", prefiriendo el estatismo y olvidando un cambio que se ha confundido con "bruscas sacudidas, como la revolución", añadió a Efe tras el acto.
 
"Lo más importante es que los ciudadanos cambien. Si los ciudadanos cambian elegirán mejores políticos", serán más emprendedores y "abrirán mayores horizontes científicos", continuó.
 
Si "le rinden más culto a la educación" y "empiezan a darse cuenta de su verdadero poder, esto no puede seguir así", dijo la autora, para quien el papel de los medios de información en ese cambio es "importantísimo".
 
"Tienen la responsabilidad de acompañar a la sociedad en sus cambios y sus transiciones para que estas no sean ni traumáticas, ni violentas, ni dejen amplios sectores olvidados", en una época en que una persona con un celular "puede ser más importante que un presidente", dijo.
 
Durante la conferencia, Sánchez dijo que procedía de un país "de muchos silencios", "donde no se ha hablado de muchos temas vitales para la vida nacional, donde se han borrado pasados de la historia" y a autores cubanos exiliados "por el mero hecho de irse a otro lugar".
 
"Abran la ventana a otros, pero no se conformen: lo que queremos es abrir la puerta", recordó